Instrucciones
para ahuyentar los malos pensamientos
“Intentar
olvidar no te servirá de nada
hay
sucesos que no se borran
ni
con la rescilencia más profunda”
Lo
primero es olvidarste de olvidar.
Lo
segundo
es
abrir un hueco profundo
casi
como un abismo
o
es
abrir
un verdadero abismo
justo
al lado del borde de la silla en la que te sentás
o
de la cama en la que yacés
lamentándote
y sufriendo.
Luego
debés mirar el hueco
mirar
el hueco y pensar
¿es
allí donde quiero estar?
Asomarte
a esa oscuridad interminable
sentir
el aire tentador y horroroso que sube del hueco
dejar
que ese aire recorra tu cara
palpar
su fondo
haciendo
un simple ejercicio imaginativo
de
ver los sesos de tu cerebro desparramados
junto
a pedazos de cráneo y sangre
en
el fondo del hueco.
Rogar
que nadie querido jamás encuentre aquella imagen.
Ahora
podes hacer una pausa, prenderte un pucho
e
irte a pensar un rato cualquier tipo de pensamientos
dejar
que asiente la idea, que leve, que se eleve
convertirla
en deseo.
Lo
tercero
aunque
en un principio parezca lo más difícil
es,
de hecho, lo más fácil,
consite
en asomarte al hueco nuevamente
estirar
sobre él
la
mano en cuyo puño aferrás ese recuerdo
y
soltar.
Escucharlo
estallar contra ese fondo
acto
seguido
oler
el eco de jazmines y azhares que subirá
luego
de unos cuantos segundos de impaciencia
para
limpiar olfativamente
la
maquinaria asociativa de la memoria dañada.
Repetir
este procedimiento
con
todos aquellos sucesos
que
conforman tus malos pensamientos.
El
recuerdo infantil de una mirada paterna
cargada
de aquella ira milenaria
transmutará
en aroma a piel conocida y amada.
El
desprecio de ese amor depositado en versos
que
nadie leyó
subirá
transformado
en
olor a café recién hecho
a
desayuno en familia, aroma a besos en los ojos.
Los
gritos de una pasión mal encausada
esos
que ocupan el recinto de la culpa
convertidos
en aroma a plumas blancas del todo etéreas
o
a paraísos florecidos muy pasado el otoño.
Lo
único que importa es que sepas
que
no dudes
que
el hueco se alimenta de tus pesares
no de vos.
Magdalena Carranza, 2020.
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