El edificio se desmorona. Es un proceso lento. No cae de golpe; no se arremete contra el suelo con la fuerza del sol. Se asemeja más a un desgranar. Pieza por pieza, los bloques son quitados. Una vez removidos, se deshacen hasta no quedar más que una especie de polvo; ensucia mi piel, deja manchas.
Me preguntó hace cuánto tiembla. La memoria solo muestra tiempos de niebla.
Ahora me quedan tres insignificantes bloques. Mientras anoto, dejo que se desvanezcan; consumirse como un cigarrillo vuelto humo, vuelto libre. Y me percato que ya dos son un recuerdo vago, bruma.
Queda uno y solo quiero contemplarlo, fijarme en el tiempo que demora en volverse polvo, en ser arrastrado por el viento hasta perderse en lo irreconocible.
Desaparece.
Veo un camino.
Quiero dar un paso.
Franco Vignati, 2019.
Para Un mundo de sensaciones.
Foto: Ricardo Czikk |
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