Escribimos Pessoa.
Era la mañana
la mañana de esas
en que nada parece despejar la bruma de mis ojos
la mañana
que
me aborda a través del vidrio de esa ventana
un tenue rayo de sol
cambia la atmosfera del cuarto
la atmosfera de esta habitación
habitada
Era la
mañana de esas tantas donde el sonido del vapor se entremezclaba con
la nitidez de una experiencia lucida
tal vez vívida
el sonido,
la experiencia lúcida que me traía a este rayo tan tenue de sol, en
la imperceptible continuidad de un entresueño, de pie, con la mano
izquierda llena de tabaco, con la espalda encorvada de tanto fijar la
vista en las minuciosas y casi irreconocibles letras de la hoja que
mi mano derecha sostiene.
Esa mañana en donde parecía que
era aquello que había soñado escrito pensado o animado a ser, era ,
tal vez, siendo
la nitidez de la luz atravesando la humareda de
la noche
la mar revuelta de tifones oscuras
en el sinsentido de
las noches lunas en la mañana de mi cuarto
Era la mañana de
la nada consistente notica de ser en medio de esta sorpresa: hay luz,
hay afuera, hay otro lugar fuera de este lugar que habito
Era
un ejercicio desconocido, sentir los ojos cansados, la arenilla en
los parpados, era una masa de humores moviéndose en la mínima
geografía de todo cuanto puede entrar en una línea, un renglón ,
unos metros cuadrados, un sueño infinito
Así las cosas, aún
así, en este devaneo cuasi absurdo y pretencioso, recuerdo esa
mañana como un despertar iluminado: el ojo fijo en la hoja, la trama
suspendida de la luz y el humo, la espalda casi haciendo sombra sobre
la letra y la pinotea
amurada mi vista en el horizonte lineal de
algo escrito.
Recuerdo esa mañana y me recuerdo siendo quien
condensa en sí todas las sensaciones que se pueden sentir al bajar a
tierra después de una larga, larguísima travesía por mar
abierto.
Era, entonces, la mañana en donde me recuerdo a mí,
en esa íntima algarabía de la existencia de ser, sin tristeza por
eso que no fui, siendo esto que soy, recordándome en los albores de
ser, sí, decididamente siendo, perplejidad absoluta, sobresalto,
sorpresa, desconocimiento, alegría, incomprensión, ningún remedio
para ningún mal.
Hoy mi mirada es nítida: memoria escena
acontecimiento, apartada la nada sofocante de no ser aún siendo
quien era, apartado el sinsentido de la negación del ser, la muerte
de la cosa, el subterfugio de la letra interponiendo millares de
leguas entre eso sabido de ser.
Miro, la ventana, recuerdo el
albor del sonido, recuerdo el murmullo de la calle, la estridencia
del vapor llegando a puerto y recuerdo, claro, el más lindo
despertar a fuego lento.
Marcela Manuel, 2021.
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