Gauchito Gil
El altar es más grande que la casa.
Una joya pintada en el punto más alto
descubre el cuerpo a resguardo
del santo de yeso.
Un sacudón de banderas rojas
ocupa el lugar de la cruz.
En estos pueblos, el santo nunca es idéntico
-la única repetición son los deseos que le piden-
Con el gesto irreal de los favoritos
armaron una sonrisa del tamaño de los sueños
para que sea un rostro con posibilidades humanas,
la fatal pertenencia al orden de los vivos.
¿Quién hizo este trabajo
de ablandar los materiales
para que un santo de pie
presida la intemperie,
y la detenga?
Siempre el más humilde es el único que cuida de los peligros
de la resignación cristiana,
el más débil, el estanco en la miseria,
arma un rectángulo
una geometría para la acumulación de futuros imposibles.
Ni los perros se guarecen a su sombra.
Julia Magistratti.
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