Después de hacer el amor en invierno
Al principio ni siquiera puedo soportar una sábana sobre mí,
todo es tan doloroso como una lámina de
hierro que cae sobre mis nervios, yazco en el
aire como si volara rápidamente, sin un movimiento y
poco a poco empiezo a refrescarme —caliente,
cálida, fresca, fría, tan helada como si
mi piel fuese de hielo,
excepto en esos puntos donde nuestros cuerpos se tocan como
flores de fuego. Arde la luz del pasillo
en línea recta, alrededor de la puerta desprendida de su marco,
y alrededor del vano, arde
hasta proyectar franjas en el techo,
hasta ser esa figura que eleva sus brazos de placer.
En el espejo, los ángulos de la habitación permanecen serenos,
es allí cuando puedes observar cómo cada ángulo se bendice,
y los globos negros del candelabro
quedan inmóviles, suspendidos en el espejo —puedo
sentir mis ovarios en la profundidad de mi cuerpo,
contemplar los bombillos de plata, quizá allí
busco mis ovarios y todo
lo que encuentro es real
y bueno. Concluyen las preguntas,
deslizas tu alargada y cálida palma,
seca sobre mi rostro, una y otra
y otra vez, como Dios
afinando los últimos detalles, antes
de enviarme a nacer.
Sharon Olds.
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