Caminaba despacio, tanta gente amontonada me hacía doler los ojos. Cuando había mucho para mirar, me era difícil resignar una parte y me esforzaba por verlo todo al unísono. Así empezaban doliéndome los ojos y después la cabeza entera. Tantos juegos, tantas personas, tantas cosas moviéndose me mareaban. Cuando descansábamos un rato en un banco me encantaba mirar los juegos sin estar en ellos. Desde lejos. Las tazas locas eran mis preferidas. Se veían hermosas desde afuera. Estaban pintadas y me hacían acordar a Alicia en el país de las maravillas. En mí último cumpleaños me habían regalado ese libro con ilustraciones brillantes, en las que estaba Alicia, con botitas rojas, tomando el té al lado del Sombrerero. Y esas tazas girando eran iguales a las del cuento. Las miraba y pensaba que cuando Alicia se encogía hasta hacerse pequeña, las tazas debían haber sido así de gigantes para ella. Me daba un poco de pena, Alicia, cambiando constantemente de tamaño, de espacio, de tiempo. Pero también la sentía curiosa y viva, yendo detrás de ese conejo blanco, de ojos rosados, que sacaba un reloj de su chaleco, y repetía es tarde, es tarde, voy a llegar demasiado tarde, como si fuera un disco rayado.
Sol Medina Boiko.
Conseguí Vapeo acá: https://viajeraeditorial.com.ar/libros/vapeo-sol-medina-boiko.html
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