Por último, Paul añadió que lamentaba no haber tenido hijos, y fue una auténtica conmoción oír esas palabras saliendo de su boca, porque era algo que nunca se había dicho a sí mismo y que además era totalmente inesperado, siempre había estado convencido de lo contrario. Nunca había hablado tan íntimamente con su padre cuando estaba en plena posesión de sus facultades, cosa que había echado de menos en numerosos momentos de su vida. Lo había intentado, pero simplemente no había podido. Con su rostro hierático y los ojos fijos en un punto indeterminado del espacio, su padre ya no pertenecía del todo a la humanidad, había claramente en él algo de espectro, pero igualmente de oráculo.
Michel Houellebecq, Aniquilación.
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