miércoles, 31 de julio de 2013

PROYECTO INVIERNO PASIONAL - Axel Levin



"Nu allonge", William Henry Clapp.


Marina



Marina, por cada labio me ponía, un vértigo de océano en la boca.
Pero qué linda canción, pensé. Marina, del disco Navega, de Jorge Fandermole. La estaba escuchando atento, con el MP3 puesto, sentado en un 109 desbordado de gente y ruido. Era tardecita de invierno, la luz y su calor contenidos arriba, en el cielo nublado. Apurando acá abajo el frío, la oscuridad, la noche que asoma.
La vuelta del trabajo pone a la ciudad a la defensiva. Muchas veces tenía esa sensación. El frío congestiona el tráfico, las luces se encienden de a poco, sintiendo como la noche se avecina. La gente se apura cansada, se aprieta, y resiste el sonido aún bullicioso de la calle.
Cerré los ojos.
La imagen de Clara desnuda seguía vívida de la noche anterior. Todavía podía sentir su cuerpo. Me inundaron de repente: sus pechos redondos y firmes, el tacto de mi lengua en su cuello, la curva pronunciada de su vientre. Una daba lugar a la otra, como una fibra de agua que empezando a escurrirse, no le quedaba más que fluir, verterse constante. Abrirse, natural, a su curso. Mis manos jugando por su ombligo. Acariciando el trayecto de su figura, recordándola, grabándola, apretándola. Su panza suave, tan suave. Luego el dibujo de su espalda. Agarrarla con ganas, aferrarla fuerte, tentarla con la energía del gesto. Nuestros cuerpos yendo y viniendo. La respiración agitada y el tacto caliente. Su mirada llena de deseo. La piel permeable, abierta, transpirada. Sus labios en los míos con una sonrisa indecible. El ansia creciente. La aceleración del latido. Uno en el otro. La intensidad del envión.
El placer atravesándonos.
¿Será Clara mi Marina? ¿Tendrá para mí eso que la mujer de la canción tenía para Fandermole? ¿Un vértigo de océano en la boca? En ese momento el colectivo dobló de una forma brusca y cerrada. Las bocinas sonaron. El que jamás te ha visto no se imagina, una líquida luna en una salina. La canción seguía. Presté atención. La música, la guitarra, el piano, las distintas voces, persiguiéndose, enredándose. Sí, Clara era mi Marina. Clara Marina. Marina Clara. Qué linda canción, pensé de nuevo, cómo suena. Un diminuto mar que nunca se termina, no se cansa la sed con agua marina.
"Seated Nude", William Henry Clapp
Me di cuenta de algo, súbitamente. ¡Cómo no me había dado cuenta antes! Mar. Así me había empezado a llamar Clara desde hacía unas semanas. Marquitos. Mar. “Mi Mar” había dicho Clara ayer por la noche en algún momento. Su mano en mi mejilla, moviéndome la cara un poco para poder darme un beso, acostados. Recordaba su voz perfectamente. “Mi Mar”. Más que un tono apasionado fue un tono frágil, una ternura sensible, llena de sus labios próximos. Se me había quedado grabado: “Mi mar”. Y luego el beso. Indisociables. Hermosos.
Otra vez bocinas y el colectivo lleno de gente. Estaba frenando. Era mi parada. Las puertas se abrieron y me levanté rápido, empujando entre las personas para salir. Llegué justo en el momento que la puerta del fondo se cerraba, pero no alcancé a bajar, por poco. Había quedado adentro, iba a tener que esperar a la próxima parada. Me había pasado. Me di cuenta de que todavía tenía el MP3 puesto, la música prendida. Pero ya era otra canción. Me saqué los auriculares de los oídos, contento, y lo apagué.


Axel Levin. Inédito.





Dallas Curow



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pasemos este invierno enamorados.

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