sábado, 30 de septiembre de 2017

Pasaporte * Juanpi Ortigosa


Algo oculta. Con esa barba dispareja, que crece mal, no solo quiere tapar su cara de bebé. ¿Querrá sentirse más grande? ¿Ocultará un secreto?
Esa sonrisa dice mucho, es falsa. Intenta parecer feliz, ¿para que la gente no vea su tristeza? Se nota que está fingiendo. 
Y el resto de su cuerpo, ¿por qué no lo muestra? Está centrado en su cara y nada más. De sus ropas solo podemos ver la capucha de un buzo gastado, sucio y desacomodado. Igual que su pelo. No le da mucha importancia a su imagen.
La mirada, indiferencia pura. Sus ojos se centran en los tuyos, mires desde donde mires. Te siguen, te observan, te analizan. No opinan, algo ocultan. Algo que no sabemos.



Juanpi Ortigosa, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje.



viernes, 29 de septiembre de 2017

La Apacheta * Beto Chiariotti


  Luis vivía en Maimará, en la Quebrada de Humahuaca. Llevaba la vida simple que emanaba de su antiguo pueblo. Le decían El Uña por su destreza con el charango, al que punteaba rápido y sin errar. Siempre tenía con quien tocar un rato ya que ser músico es de los oficios más ejercidos por la comunidad. La alegría era su compañera porque en dos meses iba a participar de la gran procesión de Semana Santa en Tilcara, el pueblo vecino.  Cientos de personas, con antorchas y tocando música, acompañarían a la Virgen descendiendo por la montaña, en un ritual mezcla de la religión colonizante y de su ancestral cultura Aymara.
  El viento y el ambiente seco de la altura curtían los rostros de Luis y de sus vecinos dibujándoles los surcos del tiempo. Con sus 25 años parecía de más de 40. Trabajaba para Don Tomás, un carnicero muy pícaro que pagaba poco. No era lo que esperaba de la vida. Deseaba no tener que trabajar para dedicarle toda su energía a la música, pero no tenía más opciones si quería tener algo de dinero en el bolsillo.
  Comenzaba el Carnaval, la fiesta ritual de nueve días en que la comunidad desentierra al Diablo para entregarse a un desenfrenado festejo. Mucho baile y borrachera con chicha de maní. La gente enharinada de pies a cabeza y con su ramita de albahaca en el bolsillo. En las Apachetas, unos montículos de piedras apiladas, se le rendía tributo al ángel caído. Un cigarrillo encendido, media botella de vino y alguna moneda para tenerlo contento. El Uña iba a la del Cerro Paleta de pintor, cerca de su casa de adobe, hacía la pequeña ofrenda y se tomaba su parte del vino. 
  Era viernes cuando le pidió a Don Tomás que le pagara el sueldo atrasado. Lo necesitaba y  quería comprarse ropa. Deseaba estar apuesto para conquistar a Mara, su querida palomitay. El carnicero cerró el negocio, lo invitó a sentarse un rato en el patio bajo la parra, y destapó un patero dulzón:
—Escuchame chango. El trabajo viene flojito pero igual te junté el dinero. En un rato me lo trae la Amanda. Mientras tomémonos unos traguitos.
—Hágale Don Tomás. Eso sí, dos vasitos nomás porque me quiero guardar para el Carnaval. Si no no llego ni al "Miércoles de cenizas". 
—Meta—dijo el carnicero y sirvió generosamente.
  A los quince minutos de charla abrió la segunda botella. El Uña estaba entonado y el viejo siguió con su plan: 
—¿Cómo andás para el truco mientras esperamos? No serás medio flojito vos, ¿no?
—¡Traiga las cartas hombre! ¡Mire si voy a arrugar!
—Ya que sos valiente juguemos cada partido por 100 pesos. Para que tenga gracia —lo apuró el pícaro.
—¡Más vale! —se envalentonó el charanguista.
  Dos horas despues el Uña, totalmente borracho, perdía los últimos 100 pesos de su sueldo. Don Tomás se reía sin dientes mientras que con sus muelas mascaba la coca que le impidió la curda: 
—Tranquilo changuito. Andá a tu casa a dormir que con trabajo en seguida lo vas a recuperar.
Amanda nunca apareció. 
  Unos día después, sumergido en la tristeza, arrastraba su humanidad por las calles polvorientas, entre las casas de piedra y barro del pueblo. Iba a visitar a su abuela Doña Ofrecina. Vieja sabia de la Quebrada, siempre tenía una repuesta y un consuelo para regalar. Con sus noventa años, conocedora de los espíritus ancestrales y de la Pachamama, lo iba a poder ayudar. 
—Pase m'hijo. Tanto tiempo que no me visita. ¿Qué lo trae por acá con esa cara de pena?
—Abuela. El Tomás me arruinó.
    Le contó lo sucedido y cómo el viejo pícaro lo había estafado. Cada tanto una lágrima polvorienta llenaba el cauce de sus arrugas. Doña Ofrecina le dió un largo abrazo y unicamente le dijo:
—Andate mañana a la Apacheta y hacé lo que siempre hacés. Tomá algo de dinero. Quedate tranquilo que en dos días me lo devolvés. Y acordate; el Diablo es malo pero también puede ser justo y agradecido.
  Volvió a su casa más tranquilo. En el camino compró lo necesario para el ritual.
  Al día siguiente, tempranito, El Uña encaró para el cerro. Caminó en medio de las cabras que pastoreaban el verde valle y subió por el sendero de piedra y polvo. Llegó al montículo. Se sentó y comenzó el ritual. Encendió el cigarrillo para dejarlo parado entre las rocas. Abrió el vino, roció la Apacheta y puso un billete de 5 pesos en el piso. 
  Cuando estaba terminando su parte del vino el viento le trajo unos ruidos extraños. Caminó hasta detrás de unos cardones que lo taparon, cuando incrédulo vio al atorrante carnicero poniendo dinero en una bolsa y enterrándola en el inhóspito lugar.
  Le dió tiempo a que se fuera y llegara hasta el pueblo. Fue tranquilamente hasta su casa en busca de un martillo y un pico. Una pala lo podría delatar delante de los vecinos. Volvió hasta el sitio del tesoro y lo desenterró. Había más billetes de los que ganaría en años. Su sonrisa era la de un niño feliz.
  En la semana El Uña le devolvió el dinero a su abuela  y le regaló unos hermosos aros de plata, hechos por uno de los tantos artesanos de la zona. Tomó su bolso de aguayo y enfiló para la terminal de ómnibus del pueblo. El destino era la Libertad.



Beto Chiariotti, 2017.
Desde los Talleres de Siempre de Viaje.



martes, 26 de septiembre de 2017

Axel Levin * Entre lo que quiero


Entre lo que quiero
y lo que puedo
un torrente de energía negra
barriendo todo a su paso
imposible hablar
no se escucha
de tan profundo azul esferas
rojas bullendo
un súbito maremoto
golpe de avalancha por salir.
Pero no.
No sale.
La fuerza única girando sola
multiforme
se-de-linea-y-muta
una confusión un malentendido
no hay puerta
la liquidez me nubla
se desarma el rompecabezas y está llegando
tan difícil hablar
mi intento choca contra las paredes del túnel
reverberalapiel
no entiendo cómo no entiendo
es tan obvio
es tan fácil darse cuenta
si está ahí
ruge
viene
ya no hay tiempo
seguro habrá otra ocasión
otro impulso
una sucesión de chances.
Un día aprenderé
a dirigir la potencia
cauce con sentido
entre lo que quiero y lo que puedo
abriré así un canal
el punto exacto que resquebraje
el límite cotidiano
desencadene a dirección
mi deseo al fin
la inundación contenida.




Axel Levin, 2017.


domingo, 24 de septiembre de 2017

La noche estrellada * Anne Sexton

Esto no impide que yo tenga una terrible necesidad de (¿debo decir la palabra?) religión. Pues salgo fuera de noche y pinto las estrellas.

Vincent Van Gogh en una carta a su hermano.


La ciudad existe solo
allí donde un árbol de hojas negras crece
como una mujer ahogada hacia el cielo ardiente.
La ciudad está en silencio. La noche hierve con once estrellas.
¡Oh, noche estrellada, noche estrellada! Así es
como yo quiero morir.

Ella se mueve. Todo está vivo.
Incluso la luna se hincha en sus hierros naranja
para pujar niños, como un dios, desde su ojo.
La vieja serpiente oculta se traga las estrellas.
¡Oh noche estrellada, noche estrellada! Así es
como yo quiero morir:

dentro de esa bestia precipitada de la noche,
sorbida por el gran dragón, separarme
de mi vida sin bandera,
sin vientre,
sin grito.



Anne Sexton, Todos mis seres queridos.








That does not keep me from having a terrible need of—shall I say the word—religion. Then I go out at night to paint the stars.

Vincent Van Gogh in a letter to his brother.


The town does not exist
except where one black-haired tree slips
up like a drowned woman into the hot sky.
The town is silent. The night boils with eleven stars.
Oh starry starry night! This is how
I want to die.

It moves. They are all alive.
Even the moon bulges in its orange irons
to push children, like a god, from its eye.
The old unseen serpent swallows up the stars.
Oh starry starry night! This is how
I want to die:

into that rushing beast of the night,
sucked up by that great dragon, to split
from my life with no flag,
no belly,
no cry.


Anne Sexton, All my pretty ones.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Vecinas * Mari Cambareri


Mientras barre la vereda que está otra vez llena de hojas de tilo, doña Gertrudis Bertolotti le cuenta a su vecina doña Coca Palombo los profundos motivos que la llevan a no tener más canes en su hogar.
Yo de perros no quiero saber más nada, doña Coca. Con decirle que de vez en cuando al Roque se le daba por olerle por ahí a la Pelusa. Y empezaba por ahí pero terminaba más acá, moviéndose como electrocutado le digo.
¡Qué barbaridad, doña Gertrudis! Habrase visto.
¿Sabe las veces que le tiré un balde de agua encima a ese bicho? Y lo que era aguantarlo después, ni le digo.
Digamé, digamé. Aunque preferiría no escuchar. Le confieso que me impresiona tanto.
Impresión, lo que se dice impresión, era el Roque agarrado a las piernas de cada uno que entraba. Ni una garrapata se aferra tanto.
¡Cómo la hacen quedar a una!
¡Ah! pero mi marido enseguida le daba con la cuarenta y cinco y no jodía más por un rato, le aseguro.
¿Tenía un arma el finado Pepe?
No, que va a tener. Le daba con la chinela, le daba. Cuarenta y cinco calzaba el Pepe, así que imagínese al Roque, la cola entre las patas y al rincón.
Mano dura como siempre digo, mano dura.
Aunque le confieso doña Coca, que la Pelusa no era ninguna santa. Al rato ya andaba moviendo la cola cerca del Roque para excitarlo nada más. Una perra muy licenciosa, demasiado le diría.
El problema de este siglo doña Gertrudis, la licencitú, la licencitú.
Por eso le digo, con las obscenidades que he tenido que ver, yo de perros no quiero saber más nada, doña Coca.
Y lo bien que hace m´hijita, lo bien que hace.


Mari Cambareri, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje.



jueves, 21 de septiembre de 2017

Analía Daporta Minuto Fantástico





La nave descendió en el jardín mientras leía los documentos; una luz cálida me me condujo hasta el centro del aparato. Unos seres buena onda con cara de escobillón me recibieron cantando melodías extrañas que entonaban desde sus cerdas. Bailamos mucho, viajamos por agujeros negros, reparamos asteroides rotos.



Luego de varios eones me dejaron en un continente que parecía África. Deambulaba entre arboles de jade y raíces húmedas cuando desde un nido de termitas salieron siete chimpancés furiosos. Creí que me iban a trozar. Resignada, les dije que prefería eso a ser dirigida, legislada, inscripta y adoctrinada. Para mi sorpresa, el más anciano me dio la bienvenida, aclarando que, si bien les gustaba Proudhon, consideraban superior a Bakunin. Con ello aprendí a vivir en la inocencia más absoluta.

 

Un día les dije que extrañaba la historia, que necesitaba volver. Lloramos abrazados nuestras siestas. Caminé hasta ser un esqueleto almibarado. A lo lejos se oía un melancólico sonido circular.



Preparé café bien negro y unté mi pan con dulce de higo. Vestida de oficinista, tomé el sobre con el informe para Gutiérrez, y salí de casa, no sin antes tomar mi plátano violeta.


Analía Daporta, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje.




miércoles, 20 de septiembre de 2017

Desde chica * Mercedes Marcer




Desde chica me gustan las plantas. Sentir la tierra entre los dedos, oler la humedad. Comer verduras me da rechazo. Imagino que esa lechuga en el plato es la Ilex canariensis que regué el día anterior y me entristece.

Odio la gente que regala flores, no entienden que han muerto, es como regalar un pescado.
Hoy es un día soleado, sin viento. Miro el jardín con orgullo. Acaricio las plantas, huelo el perfume. Se ven tan cómodas, alegres. Qué lindo sería.
Entierro mis pies al lado del jazmín. Absorbo de a poco el nitrógeno de la tierra, en mis venas hay sangre verde, los dedos se fusionan. Los brazos quedan estáticos y en mis orejas, ahora pétalos, juegan las avispas. De mi nariz sale un pistilo rojo. Lloro savia. Qué lindo es.


Mercedes Marcer, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje para Minuto Fantástico.






martes, 19 de septiembre de 2017

Los dos monos de Brueghel * Wislawa Szymborska



Así es mi gran sueño del examen de revalida:
dos monos atados con cadenas, sentados en la ventana,
el cielo revolotea tras los cristales
y el mar se baña.

Me examino de historia de la gente.
Tartamudeo y me atasco.

Un mono clava en mí su mirada y aguza irónico el oído,
el otro finge dormitar,
y, en el silencio que sigue a la pregunta,
me sopla la respuesta
con un débil tintineo de cadenas.



Wislawa Szymborska



”Dos monos”, Brueghel



domingo, 17 de septiembre de 2017

Ellas * Alejandra Malvotti


Mesa, papel y lápiz
¿qué más necesito?
concentración
no tengo.
La gente, el ruido
me saca de acá.
Meterme en mí
no lo consigo.
El lápiz dibuja letras
las letras se hacen palabras
sin darme cuenta algo sale de mí.
Atrapada en un enjambre de ideas
se tejen, se enroscan
agresivas.
No las quiero 
así no.
Las tacho, pero vuelven
se acercan, me abrazan 
dolorosas, sensibles.
No las quiero
son ellas que no me dejan
cambio de lapicera
agrego sinónimos
no me gustan.
No las quiero
las tacho y vuelven.
Agarro otro cuaderno
otra lapicera y me siguen
esas palabras
un tiempo se quedaron 
escondidas
¿Se durmieron?
No, las guachas me estaban esperando
para hacerme recordar
que te extraño,
me dicen al oído
la herida sigue sangrando.



Alejandra Malvotti, 2017.
Desde los Talleres de Siempre de Viaje.





viernes, 15 de septiembre de 2017

Nube en mi frente * María Victoria Verzura



Nube en mi frente
intermitente pesadez
es que no estoy completa
soy parte de algo
qué no sé
que desconozco
¿no es en realidad la verdadera vida un gran paréntesis?
un paso a algo desconocido
como un puente
¿y del otro lado qué?
pagar las culpas de otras vidas
armarse para las próximas
por eso esta melancolía
continua
siempre presente
es que no estoy completa
algo que me falta
que no entiendo
no alcanzo
porque me escapo, lo vivo a medias
miedo
buscando perfección
por querer escaparme
y ser otra
otra vida
ser la espía



María Victoria Verzura, 2017.




jueves, 14 de septiembre de 2017

Minuto Fantástico * Karina Macció



Me doy vuelta, no hallo posición. Giro de nuevo. Sé que no estoy sola en la cama. Algo respira. No hallo posición. No quiero pensar, no quiero pensar, si lo hago, me despierto. Algo late. No quiero abrir los ojos. Hay una luz que se cuela aún con los párpados pegados, apretados. La oscuridad nunca es perfecta, solo en el momento primero cuando irrumpe, de pronto: plano negro, corte, negro, corte, oscuridad pura. No quiero pensar, algo me incomoda, qué es. No voy a abrir los ojos. Trato de acomodar mis manos, giro, quedo de costado, los dedos se deslizan como gusanos, toco algo. ¿Qué tengo en el pecho? Hilos? Sopapas? Ahora me examino, veo poco, pero me encuentro llena de cables, algo me monitorea, está conectado a mi corazón. Los latidos se aceleran, no puedo librarme de esto que está adherido, pegado a mí. La piel tira, cruje. Desde el pecho una vibración insoportable se irradia, electriza mis brazos, mis piernas. En en centro de los pies siento clavos. Y la electricidad se vuelve dolorosa. Estoy atada, estoy vigilada. Algo me mira. ¿Es la oscuridad? En todo caso, las sombras. Ya no se trata de una banda negra, plana, hay formas nubosas, dudosas, con leves brillos. Algo se agita, corre desbocado, se va. Se va de mí. No hallo posición, pero ya no puedo girar. O sí. No sé dónde estoy. Este silencio es falso, se puebla de jadeo y asfixia. No podría pedir ayuda. La boca se ahoga. No sé qué es mi cuerpo.


Karina Macció, 2017.
Minuto Fantástico.



miércoles, 13 de septiembre de 2017

Minuto Fantástico * Bruno Billia



Alguien golpea la puerta al tiempo que el crujir de unos leños se expande por la casa. Un regocijo hecho calor sacude nuestra piel. Las llamas ardientes se abrazan, en el chispeo de colores vivos se levanta por lo bajo una voz profunda.

El silencio, entrecortado por la disposición de las cosas, se interrumpe por un frío peregrino que atraviesa aquella puerta.

La casa estremecida alerta su mirada, sobre el vejado brillo del mármol, en la madera que la recubre, pequeñas tabillas azotadas por el paso del tiempo. Y en la sepia amarga de los pisos ve partir la esperanza con el recién llegado.

El mundo atemorizado en cada pensamiento se detiene. Allí donde la casa vela por nosotros, cuando nuestros descansos se acoplan como sinfonías unísonas, la sórdida figura se entretiene resaltando su presencia. Y si bien fantasma por las noches te presentas, recibes el mismo trato que cualquiera. Pues el anuncio de tu arribo no escapa del mundano llamado a la puerta para ser recibido. 




Bruno Billia, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje.



martes, 12 de septiembre de 2017

Taller de creación literaria en Lima

El jueves 14 y  viernes 15  de setiembre  de 2017, de 4:00 a 6:30 p.m., en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima), se realizará el taller de creación literaria Problemas de escritura, a cargo de la poeta argentina Karina Macció, quien visitará nuestro país en el marco de la octava edición del Festival de Poesía en Chepén.

La actividad está dirigido a personas iniciadas en la escritura. La participación es gratuita previa postulación.



Sobre el taller:
Este taller propone hablar sobre los problemas más comunes a la hora de escribir y establecer soluciones prácticas, mediante la discusión y análisis de esos inconvenientes y la puesta en marcha de ciertas pautas y ejercicios. Los participantes deben traer papel y bolígrafo, y un texto breve de su autoría (una carilla A4 letra 12 como máximo) que quieran compartir y sobre el cual se trabajará. El texto tiene que ser inédito y reciente, es decir, que esté dentro de un proceso personal de escritura.

La modalidad de este taller es fundamentalmente práctica. Previamente se realizará un diagnóstico de los problemas de escritura de los participantes. A partir de eso, se abrirá la charla y análisis. Entonces se propondrán líneas teóricas para avanzar en la resolución de los problemas planteados.


¿Cómo participar?
Es necesario completar el siguiente formulario virtual. El plazo para las postulaciones vence el domingo 10 de setiembre al mediodía. Los resultados se publicarán en nuestra web el martes 12 de setiembre. Hay 10 vacantes.



Contenidos y ejes teóricos
Con la ayuda de textos literarios y teóricos, iremos considerando los siguientes ejes:
-Tiempo
-Espacio
-La evaluación de lo escrito
-El estilo y el reconocimiento de los recursos
-La página en blanco o el bloqueo de escritor
-La búsqueda de nuevas ideas, inspiración y trabajo
-La llegada al libro, edición y publicación



Analía Daporta * Minuto Fantástico

La nave descendió en el jardín mientras leía los documentos; una luz cálida me me condujo hasta el centro del aparato. Unos seres buena onda con cara de escobillón me recibieron cantando melodías extrañas que entonaban desde sus cerdas. Bailamos mucho, viajamos por agujeros negros, reparamos asteroides rotos.

Luego de varios eones me dejaron en un continente que parecía África. Deambulaba entre arboles de jade y raíces húmedas cuando desde un nido de termitas salieron siete chimpancés furiosos. Creí que me iban a trozar. Resignada, les dije que prefería eso a ser dirigida, legislada, inscripta y adoctrinada. Para mi sorpresa, el más anciano me dio la bienvenida, aclarando que, si bien les gustaba Proudhon, consideraban superior a Bakunin. Con ello aprendí a vivir en la inocencia más absoluta.

Un día les dije que extrañaba la historia, que necesitaba volver. Lloramos abrazados nuestras siestas. Caminé hasta ser un esqueleto almibarado. A lo lejos se oía un melancólico sonido circular.

Preparé café bien negro y unté mi pan con dulce de higo. Vestida de oficinista, tomé el sobre con el informe para Gutiérrez, y salí de casa, no sin antes tomar mi plátano violeta.


Analía Daporta, 2017.





lunes, 11 de septiembre de 2017

Le temo a la oscuridad * Mercedes Marcer



Le temo a la oscuridad, mejor dicho, a la noche. Siempre que puedo, trato de dormir con mis padres pero me dicen que ya soy grande. Entonces duermo en el piso o en la silla. Cuando mamá me despierta para ir al colegio, se enoja. Me reta, dice que tengo la suerte de tener un lugar cómodo donde dormir, que soy una afortunada y no sé cuántas cosas más. A veces papá viene en medio de la noche, me levanta del suelo y me acuesta entre las sábanas. Yo finjo que duermo y apenas se va, salto directo a la alfombra.
En lo de la abuela, la cama no mastica ni envuelve mi cuerpo con saliva espesa. No lastima. Esas camas están muertas. La mía vive, despierta hambrienta a eso de las once. Ya mató a mi oso Pedro y a Eduarda la conejita. Escuché sus gritos desesperados. Mutilados, los vi perderse en las vísceras verdefrazada.
Conmigo no pudo, todavía.




Mercedes Marcer, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje para Viaje Fantástico.




domingo, 10 de septiembre de 2017

Maricel Witomski * Minuto Fantástico


La loba camina agazapada, calma, deseosa
en la noche tosca que enciende su bramido
busca su luz, el aura caliente del cuerpo
no reniega de la suerte
reclama ser acariciada, saber de su piel bajo la lluvia
erguir su espalda 
serpentear las caderas 
que ellos aúllen 
sonríe
la loba aún saborea la carne del hombre 
amarga, soberbia
aún disfruta bocado a bocado sus gritos 
recuerda 
su tez cubriéndose de pelos 
el olfato, la intuición filosa
la saliva,un aliento ácido
la dama en hembra 

la loba sueña 
la bala de plata
sueña
el cazador inesperado
desangra
olvida
sueña
su muerte.
                            


Maricel Witomski, 2017
Para Minuto Fantástico.







viernes, 8 de septiembre de 2017

Una luz oscura * Juanpi Ortigosa




Ya casi no tenía fuerzas, las sombras lo seguían a donde fuera. Se dio media vuelta y, con un cuchillo, intentó defenderse. Apenas su arma tocó la oscuridad, se volvió ceniza. Pero no se frenó ahí, su cuerpo comenzó a teñirse de negro, desde los dedos hasta el hombro. Su brazo derecho estaba muerto. 
Sabía que le iba a ser imposible seguir corriendo. Entró en una de las casas en ruinas, en la que tenía una pistola escondida. 
Se escuchaba un grito muy agudo, como un chirrido, un zumbido, que se hacía más fuerte a cada segundo. Intentaba mantenerse en silencio, hasta que no pudo soportar el dolor. Gritó, su lugar había sido revelado. El ruido paró, lo vio entrar.
Sin piernas ni brazos, solamente se veía de su cuerpo la túnica negra y rota que lo cubría. Flotaba. Su cara parecía un cráneo con una frágil y fina piel gris. 
De sus ojos enormes salió una luz oscura que envolvió el lugar, acercándose al joven. La oscuridad había llegado hasta él. Levantó el brazo que todavía podía usar y apuntó directo a la cabeza de su enemigo. Mientras las sombras se apoderaban de su cuerpo, apretó el gatillo.



Juanpi Ortigosa, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje para Minuto Fantástico.




jueves, 7 de septiembre de 2017

No hay metáfora * Eugenia Coiro


No hay metáfora
las hojas caen en el silencio
un resplandor ciega los ojos
la tierra bajo mis pies
se abre 
caigo
en el fondo negro
de la nada
No hay metáfora
intentaba escribir
los dedos se volvieron cristal
fragmentos
agua sobre el papel
lupas líquidas letras ilegibles
No hay metáfora
sigo cayendo
los oídos zumban gravemente
un eco
una voz masculina
tal vez un coro
la fuga en re menor
enmarca este paisaje lento
sin vértigo
No hay metáfora


Eugenia Coiro, 2017.








miércoles, 6 de septiembre de 2017

El cuento de la buena pipa * Alejandra Malvotti



Una tarde, veo a mi abuelo que sale apurado con una lata de barniz. Y su pipa, que nunca olvida. Va con ella a todos lados. Le pregunto si puedo acompañarlo, me dice que sí, pero que debo guardar su secreto. Intrigada, lo sigo.
Me gusta ir con él y escuchar sus historias fantásticas de viajes, como cuando llegó al final del arco iris y conoció a unos niños de colores. Siempre me parece muy ocurrente. 
Llegamos al final del muelle. Mira a ambos lados. Nadie. Se saca la pipa de la boca y la tira al mar. 
Mi abuelo me toma de la mano y  juntos damos un gran salto. Caemos en un gran tobogán multicolor, que nos lleva directo al interior de la pipa.
Mi sorpresa es infinita, cuando empiezo a caminar por dentro y veo un sillón cerca de la única ventana, una estufa a leña y en las paredes  de madera, fotos de toda nuestra familia. Mi abuelo deja la lata de barniz en un rincón y sonriente me dice: primero damos una vuelta y después, mientras barnizo la mesa que tanto le gustaba a tu abuela te cuento el cuento de la buena pipa.


Alejandra Malvotti, 2017.
Para Minuto Fantástico.  




martes, 5 de septiembre de 2017

Los anteojos que lloran * Lucía Imperatore




La taza está desteñida
Color naranja ahora
El suelo resbala
Por Scalabrini Ortiz hay onda verde
Los anteojos lloran


¿La taza era roja?
¿Qué pasó? 
Cuando me pongo el anillo azul
Mi cielo es azul marino
La alacena donde está el azúcar llora
Es la casa, se ha vuelto amarga
Son los anteojos, lloran


Volví, todo era silencioso 
Con baja tensión
La gente en mi casa ya no ríe, no respira
Todo se mueve alrededor
Yo no me muevo
Tengo dieciocho años
No hay espejos, solo veo pies y manos
Y los anteojos que lloran


Todos los días pregunto
¿Está nublado?
No, son los anteojos que lloran
¿A quién? ¿Por qué?
No hay respuesta
A veces son gotitas de lluvia
De llanto 
De agua corriente  


¿Nos quedamos ciegos?
En casa todos estamos ciegos
Me voy un día, me iré
Y dejaré mis anteojos
Sobre la mesa sin velador 


¿Quién encenderá la luz? 
No sé
Pero ya no estaré ciega



Lucía Imperatore, 2017.



domingo, 3 de septiembre de 2017

Taller: lectura de escritoras * Sábados


Fernanda Restivo * Minuto Fantástico

Torcianti, anunciaba su documento de identidad. Masculino, decía el Sexo inscripto bajo el plastificado. Blanco, su cabello impecablemente peinado cada vez que un espejo salía al cruce y lo llamaba a lucir su seducción. Una sonrisa en su cara, daba señales de estar siendo correspondido por algún cuerpo amado. De terciopelo azul, su saco cocido a mano por un sastre de aquellos años. Marrón, su pantalón Oxford. A rayas rojas y plateadas, su hermosa corbata anudada impecablemente al cuello. –“¡Tiene que hacerme un documento que diga que yo vengo a ésta clínica de día porque estoy por desaparecer recién me di cuenta cuando doblé  en la esquina desapareció ella!!” La pavura atravesó sus ojos que ahora se incrustan en los de (otra ella). Ella, era la sombra que al torcer en la esquina se hacía humo sin dejar alguna clave que arroje una explicación. –“¡¡pierdo el ti!! y sólo me queda torcián!!! cuánto más me alejo de aquí sólo retengo el tor!!!tiene que hacerme el documento que diga que soy de éste lugar porque así tal vez pierda el ti pero me quede el torcián y entonces no pierda a ella que me acompaña a todas partes.” Algunos decían que había perdido a su mujer, que se habría ido a los cielos. En verdad no sabemos si ella habrá tenido alguna vez un nombre propio o sólo se trata de ese pronombre personal: Ella, su sombra, su pena, su lastre, su desastre, el peso de la sombra, eso que te sigue y de lo que no te podes desprender. Esa que queda tras de ti, ese pasado que no ha sido pisado. Las ataduras, la pena de amor. La gravedad. La fuerza de gravedad. Esa, que te deja en pie en ésta tierra. Lo cierto era que éste hombre habitaba una tristeza que era la antesala del abandono de esa fuerza. La materia amenazaba con abandonar su estado sólido para alcanzar el gas hasta desaparecer. Un cuerpo al que se le retiró la química ahí donde ella forma enlaces. Es necesaria(al menos) una reacción. Se confeccionó una credencial que lo acreditaba a la clínica de día donde  su prestador le daba una cobertura. Plastificada como su DNI lucía en su billetera con aire de identidad. Otra vez al menos dos. Ella volvió y no amenaza abandonarlo (al menos por el momento).



Una de esas mañanas de invierno en las que el aliento arma señales de humo que salen por las bocas, le cuenta cual es el nombre propio de Ella. Y una historia de amor, inolvidable. – “viene conmigo vaya donde vaya, nunca me ha abandonado y ese día me asusté mucho porque sentí que la podía perder. Se desprendía de mí y entonces andaba ligero ligero sin ella como si me fuera a evaporar”. Cuando puede perderse hasta el aliento, ese soplo de vida que inocula de aire nuestros pulmones en el primer grito de hurra al asomarnos a éste mundo…Cuando lo que se suele llamar alma, abandona nuestro cuerpo y ya no tiene lugar de reposo donde depositarse…Cuando las palabras ya no están ligadas a una historia, a lo falso, a la posibilidad de una ficción que ofrezca una escena donde hospedarnos…



El capitalismo impone una ligereza (una velocidad también) de la que ya hablaba Heidegger, en esa conferencia citada por Lacan en su seminario sobre la Ética. En ella plantea que en la cercanía está eso que solemos llamar cosas. La cosidad de la cosa, lo incognoscible, lo inasible del vacío, la cosidad del amor (diría hoy), eso del amor que no tiene nombre. Las cosas del amor. No ha lugar a la cosidad del amor porque usted podrá adquirir sólo moviendo el cursor de su computadora y a la distancia de un clic en el Enter todo el saber  que quiera tener.

La globalización no podría ser posible sin dejar fuera lo que quedará opaco para siempre. No hay resto para el amor, o tal vez mejor decir que se ofrece un amor que es pura suma. En éste sistema los divisores y los dividendos se encuentran fuera del territorio del amor. La bolsa cotiza muy lejos de un vientre y por su rotura no se expande un líquido que anuncia vida, al contrario, más bien en cada amenaza de muerte en el mundo, la bolsa cae (misterio que no es el del amor).

¿Qué da a luz la extracción del texto propuesta para esta ocasión?  Vino a mí, una posible enunciación de la regla fundamental que se le formula a aquel que se disponga a la aventura de un análisis: tome lo que venga que aquí será bienvenido, le daremos un lugar digno, le daremos tiempo hasta que diga su nombre. Aquí haremos como hace un isleño cuando cada marea del río promete en su bajante la llegada de cosas a su orilla. No tienen dueño, ni propiedad, no se pueden devolver porque está perdido el lugar de origen. Tampoco es una sustracción (robo). Al que le toca le toca y entonces tal vez así, al hospedarlo, se engendre un quién. Un preciado depósito que no es bursátil, una donación que el río nos deja a los pies del terreno, ese río, esas cosas que el río guarda en su misterioso transporte.

Tal vez haga falta que no rechacemos, con ligereza, lo que viene. Tal vez sea, fundamental.




Fernanda Restivo, 2017.