domingo, 30 de octubre de 2016

Cuánto valgo * Mariana Avendaño


Cuánto valgo. Esos anteojos de sol que perdiste. Una mañana en silencio. El anillo con piedras que nadie usa. Jazmines en un momento inesperado. La lluvia apagando el fuego desarmándose en mi cara. Que el corazón sane.
Cuánto valgo. Vender una, dos, tres tortas.  
Sacar plata del cajero. Comprar lo que me gusta. Tomar una tarde para elegir ropa. Un billete nuevo de quinientos pesos. Pintar los muebles color turquesa. Estar en mi patio. Que cocines y me esperes con la cena.
Cuánto valgo. Tu silencio. Gritarte. Romper huevos contra la pared del baño. La indiferencia. Mi insomnio. Despertarme a la noche con pesadillas. Que esa vez sí estés. Tu abrazo. Mis enojos. Que me escondas.
Cuánto valgo. Tomar mates sola. Escribir antes de acostarme. La mirada de mi gata blanca. Tu registro. Que apagues el celular y te quedes a dormir.
Cuánto valgo. Esa pregunta. 
Esa incertidumbre. 
Cuánto valgo.



Mariana  Avendaño, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes.



viernes, 28 de octubre de 2016

Minuto Escena * Andrea Larrieu



Siempre me decía:
Sí cariño, al increparle porque dejaba sus calzoncillos tirados en el baño.
Bueno amor, cuando me quejaba porque su taza dormía sucia en la pileta. 
Entendido bichito, ante mi reacción porque no me acompañaba a ver a mamá.
Querida, tenés razón, si pretendía salir en lugar de limpiar la casa que era un desastre.
Es verdad vida, cuando enfurecía porque no le había pedido aumento al jefe.

Jamás me dijo que le molestaba mi forma de ser, mis ataques cuando hacía las cosas mal, (que era la mayor parte del tiempo). 
Bichito, amor, cariño, mi vida, solo se pronuncian si se ama.

Entonces, 
¿por qué llego a casa y encuentro el placar abierto, vacío, gritándome su abandono?
No te aguanto más, me voy. ¿Te parece que es un argumento? ¿y esta forma tan cobarde de decírmelo?
Le faltó ponerme “histérica”. Ni a eso se animó, por algo le decía que era un gallina.  
Mirá, no la firmó. Ni en la nota pudo esforzarse por hacer las cosas bien.
Hasta para dejarme es un inútil. 
¿Te das cuenta? Se fue, no lo puedo creer. 




Andrea Larrieu, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Roland Barthes.



jueves, 27 de octubre de 2016

Minuto Escena * Belén Coluccio


Me quedo acá en el medio del páramo,
viéndote alejar en tu caballo.
Alrededor pastizal.
Seco, amarillo.
Las únicas flores
son las de mi falda.
Entiendo que tu tiempo está hecho de arena, como los relojes. El mío, en cambio, del vaivén del
pasto.
La tranquera está cerrada pero, a través de ella,
el viento mete tu desierto en mi campo abierto.
No, no lloro.
Sólo estoy dejando que se me forme un médano en cada ojo.
Mientras, recuerdo que anteanoche te quitaste la ropa y no eras negro, sino azul.
Yo era blanca, me confundía con las sabanas y también fui roja por dentro, carmín.
No, no lloro.
Esta lágrima que ves es el agua de un oasis que estamos alucinando.


Belén Coluccio, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje para Minuto Escena.




Minuto Escena * Axel Levin



–Che, me clavaste el visto…
–¿Cómo?
–Sabés que no está bueno, dale.
–No te clavé el visto. Siempre con lo mismo.
–¿Qué no me clavaste el visto?
–De verdad es increíble esto…
–Fijate, 16:32 te escribí, tilde tilde azul, y son las 20:00.
–Tu planteíto. Tu planteíto no se puede creer.
–Vos no se puede creer. Es cualquiera. Imaginate si yo también empiezo.
–¡Hacé lo que quieras! Simplemente terminé una conversación, sino es infinito. ¿Todo el día querés que estemos hablando?
–Pará, pará un poco. Solo te estoy diciendo una cosa. Basta de exagerar.
–¿Basta de exagerar? Bue, chau, hablamos en otro momento.
–¿Qué, me vas a clavar el visto de vuelta, eh?




Axel Levin, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje para Minuto escena, discursos de amor. 






martes, 25 de octubre de 2016

Querido Juan * Juanpi Ortigosa



Querido Juan,
                         ¿Un pefume? ¿En serio? Estamos en el siglo XXI, podrías haber sido un poco más original. La semana pasada me mandaste flores y bombones, ¿Qué pasó? ¿Te viste una maratón de Anne Hathaway y quedaste hecha una nenita? Ya no puedo soportarlo.
Igual aprecio mucho el gesto, es sólo que, no es suficiente. No te confundas, me gustan las cartas que me mandás. Tus poemas son tiernos, pero algo le falta a esto, no hay esa chispa que estuve buscando. 
Y si, estuve, porque ya la encontré. El otro día conocí a un chico muy lindo, se llama Tomás. Estábamos en el boliche y empezó a hablarme de la vida, de cómo va ser el primer hombre en Marte, ¡y me pidió que lo acompañe! Era tan interesante que nos volvimos juntos (en su auto por cierto) y pasamos la mejor noche. 
Gracias, sin vos no me habría dado cuenta de lo que en realidad estaba buscando. Quiero que sepas que te quiero mucho, como amigo. ¡Así que esto no significa que tengamos que dejar de vernos! Voy a seguir esperando tus cartas y regalos.
Con cariño, Mica.
PD: ¡Ah! El martes que viene nos vemos para que me expliques química, ¿dale?





Juanpi Ortigosa, 2016.
Texto producido en Siempre de Viaje para Minuto Escena, basado en la lectura de Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes.




domingo, 23 de octubre de 2016

Maradona * Ricardo Czikk




argentino, argentino
vea, pase, vea, barato
¿y cómo sabe de dónde vengo? ¿cómo se dan
cuenta? políglotas de la mercancía
pasillos bajan desde Shjem y se pierden en Iafo
del desierto al mediterráneo
se agazapan y vocean
mil lenguas en bandejas
doradas, alhajas pulseras especias almendras alfombras
remeras tés canela, vea baratito, argentino
arshentina, Maradona, fútbol, gol, vea
ellos me quieren comprar
a mí y no saben cuánto
odio ser argentino por su fútbol ídolos
pies (de barro)
me apena ser identificado
un dólar, vea, pase, muy barato,
y sin mediar gesto pasan al aló
alo cheap america speak English
olha bonito muito baratinho
me escurro entre los pasadizos
paso de largo mientras
escucho un eco:
Videla, un dólar, Videla
no giro mi cabeza
dos por un dólar.


Jerusalén, 1977

Ricardo Czikk.


viernes, 21 de octubre de 2016

Colores * María del Carmen Sarquis



Colores
Escucho la música
los relámpagos
la lluvia
el titilar de las estrellas
la lejanía del sol
el movimiento de los peces
en mi río interior

Recuerdo
la juventud vivida
cuando el tiempo pasaba
entre danzas, poesía
El amor que iba naciendo
entre susurros y besos
el despertar de mi cuerpo
con abrazos que surgían
el sexo que reclamaba
su erotismo con urgencia
y mi adolescencia asomando
con una nueva energía

¿Dónde están hoy los rojos, amarillos?
¿Las hojas del árbol de la vida, los verdes?
Los busco
Los percibo
Los veo sumergidos
en el negro, violeta de mí
en ese lago quieto, transparente
habitado con recuerdos de otros días

Sueño aún con esa lejanía
con esos colores de mis juegos
con las miradas pícaras
las rondas
con esa niñez ya transcurrida

¿Volverán los tiempos musicales?

¿Lo habitarán las mismas alegrías?




María del Carmen Sarquis, 2016.
Producido en los Talleres de Siempre de Viaje.






Mañana haré de Dios * Mariel Fini



Mañana haré de Dios y las soltaré. Revolotearán, dulces, cálidas en el sol del mediodía. Caerán una tras otra y detrás yo. Las veré irradiar como estrellas en la noche, brillarán sus cuerpos, antenas, aguijones.

Esas agujas enhebran hilos, como palabras, historias. Esas que teje un vándalo antes de cometer un crimen, aquellas recordadas en una hoguera y las que los presidiarios cuentan encerrados en su celda. Tejen, las abejas son grandes tejedoras. 

Fuimos amigas de niñas, una, para movernos, para correr, para vivir. Fuimos eso fulgor acrecentado, el mismo que reproduce el polen en el pasto, la aleación de metales. Fundidas.

Lunas y soles, solsticios, eclipses, ellas aglutinadas. Yo, bella y dorada. 

Radiante, al ser reflejada por la luna, me torné madre.

Al soltarlas me inundará la desdicha, mezclada de amor y odio.

Mañana haré de Dios. 

Soltaré. 









Mariel Fini, 2016.
Producido en los Talleres de SIempre de Viaje, a partir de la lectura de poemas de Sylvia Plath. Actividad realizada en el viaje al Festival Internacional de Poesía de Rosario.



jueves, 20 de octubre de 2016

25/10: Minuto escena * discursos de amor

Este martes 25 de octubre a las 21 nos encontramos en El Quetzal, Guatemala 4516 para leer 

minuto escena / discursos de amor.

Nos inspiramos en los fragmentos de Roland Barthes y te hacemos una escena en un minuto.



Históricamente, la escena
Cuando dos sujetos disputan de acuerdo con un intercambio regulado de réplicas y con vistas a tener la "última palabra", estos dos sujetos están ya casados: La escena es para ellos el ejercicio de un derecho[...] Cada uno a su turno dice en la escena lo que quiere decir:jamás tú sin mí, y recíprocamente. Tal es el sentido de lo que se llama eufemísticamente el diálogo: no escucharse el uno al otro sino servirse en común de un principio igualitario de repartición de los bienes de la palabra.

Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Tomaste mi cuerpo * Belén Coluccio

Tomaste mi cuerpo como un instrumento.
Afinaste
para que se escuche un sonido íntimo.
La música y el placer tienen eso,
se tocan
Yo fui delicada como un piano,
la yema de tus dedos entró a buscar, pianista,
la música suave
que me habita.



¡Suena la música!



                                             el pianista por un momento deja de tocar y se detiene a escuchar



¿Por qué hay tanto silencio en tu casa,  pianista?
En tu casa cuando callan la guitarra, el saxo, el acordeón, la flauta, las maracas, los violines, los toctoc, el violonchelo, los platillos y la melódica…
entonces cesa el baile y los invitados se retiran, agitando aún la respiración.
Y ahí sucede



se oye! se oye!



suena el piano
suena el piano
suena el piano



El pianista toca, pero él no suena. Cabalga la música de otro cuerpo.
Es un jinete ciego que reconoce el camino por el sentido del oído.



Belén Coluccio




martes, 18 de octubre de 2016

Lorena Suez * No hay miedo

No hay miedo
hace tiempo ya no hay ni siquiera frío
ya imaginé         
     los colores traslúcidos
     mi vuelo circular
     la copa de los árboles
no hay dolor
ya no duele casi nada aunque persista
una línea difusa
cierta inquietud que aún
sigue latiendo
una pregunta
¿me olvidarán?
¿vendrán a mi encuentro luego de odiarme
por soltar la última cuerda que me tenía temblando?
es en el vuelo
que puedo
la cama blanca está lista y mi siesta será buena
no sentiré nada
excepto
dolerme el amor 
amarme
en el fin.

Lorena Suez, producido en el Taller sobre Sylvia Plath en el viaje al Festival Internacional de Poesía de Rosario 2016.



domingo, 16 de octubre de 2016

Tus ojos * Mariel Fini

“ABISMARSE: ataque de anonadamiento 
que se apodera del sujeto amoroso
 por desesperación o plenitud.”
                                                                                                                                                                     Roland Barthes                                         




Tus ojos
                 la duda  
                         la desesperación
cubierta de rojos
                       naranjas
                                amarillos
no reconocí 
en negro y blanco
                     tu intensidad
me ví
bañada en colores
                     sensaciones
                            atardeceres
frente al reflejo 
                 oscuro
                     con el dolor
que producen las mariposas
tomadas  de tu pelo
                             bosque
                                         boca    

intenté encontrarme 
                               en tus pupilas                     
pero no
eso mío 
            en vos 
se opacó

las ventanas de tus ojos se cierran

y yo 
    aún
       busco 
             ese brillo.
                     


                    
Mariel Fini, 2016.
Producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir del Club de Lectura de Roland Barthes.






viernes, 14 de octubre de 2016

Decir todo * Belén Coluccio


Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible 
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo 
Decir 
Decir 
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible 
Decir todo 
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo 
Decir todo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible 
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir  todo lo invisible
Decir 
Decir 
Decir
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo lo invisible de mi cuerpo
Decir todo 
Decir todo 
Decir todo 
Decir todo 
Debajo de mi ropa hay un páramo hay un desierto una ciudad asiática mil versiones de La Biblia una curtiembre hay un galope de caballo hay mil mártires de Cristo hay un idioma antiguo hay un día festivo un martirio de San Esteban una Magdalena llorosa un estribillo un mensaje en la botella un circo de animales una pared recién pintada un cajón lleno de remedios una aguja encontrada en un pajar una jaula de oro hay un pez muriendo por la boca una tormenta de Santa Rosa un segundo nombre un niño cayendo a un pozo el atentado una baldosa floja un día como hoy

hay alguien que cuenta una historia de cuerpos invisibilizados

¿por la sociedad?
¿por la arquitectura?
¿por la ceguera?

Si digo, 
¿vemos?
¿Funciona así, la sinestesia?

No puedo hablar de otro cuerpo que no sea el mio
Pero puedo encarnarlo
teatro bendición teatro

Partes de mi cuerpo invisibilizadas
Marginal de mí

Salirse de la piel 
para salirse de toda forma posible
salirse de todo cuerpo posible
desdibujar toda forma
geometría desandada desbandada
inventar otra vez lo que mide
estar
antes del lenguaje
o mucho mucho después
aparecer entre  lo espeso
del espacio
indiscernida
indisociada

Salirse de todo cuerpo posible
dictado
permitido
salir de la piel
para salirse de toda forma
ser lo que transpira
lo que secreta

Abrir la boca
o cerrar los ojos
o no tenerlos más

Ser periferia de mi
ser todos los otros

¿Qué tan cerca estoy del placer 
de hablar
del silencio 
de que duela
de la duplicación 
de la diferencia 
de la parte
de adentro 
de la que cubre 

cortar por accidente
por inconsciencia
el cuerpo en un lugar donde no pueda volver a coserse 
y sólo quede seguir rompiéndolo y desarmándolo
hasta ver
morir
la simetría.




Belén Coluccio.





La incertidumbre de los signos * Roland Barthes


SIGNOS. Ya sea que quiera probar su amor o que se esfuerce por descifrar si el otro lo ama, el sujeto amoroso no tiene a su disposición ningún sistema de signos seguros.


1. Busco signos, pero ¿de qué? ¿cuál es el objeto de mi lectura? ¿Es: soy amado (no lo soy ya, lo soy todavía)? ¿Es mi futuro lo que intento leer, descifrando en lo que está inscrito el anuncio de lo que me va a ocurrir, según un procedimiento que tendería a la vez a la paleografía y a la adivinación? ¿No es más bien, en resumidas cuentas, que quedo suspendido en esa pregunta, de la que pido al rostro del otro, incansablemente, la respuesta:cuánto valgo?

2. La potencia de lo imaginario es inmediata: no busco la Imagen, me llega bruscamente. De inmediato la examino en forma retrospectiva y me pongo a hacer alternar, interminablemente, el bueno y el mal signo: "¿Qué quieren decir esas palabras tan breves: tienes toda mi estima? ¿Es posible algo más frío? ¿Es un retorno perfecto a la vieja intimidad? ¿Es una manera cortés de salir al paso de una explicación desagradable?" Como el Octavio de Stendhal, no sé nunca lo que es normal; privado (lo sé) de toda razón, quiero refugiarme, para decidir acerca de una interpretación, en el sentido común; pero el sentido común no me suministra más que evidencias contradictorias: "¡Qué quieres, no es normal a pesar de todo salir en plena noche y regresar cuatro horas después!", "Es sin embargo muy normal dar una vuelta cuando se tiene insomnio", etc. A quien quiere la verdad no se le responde nunca más que por imágenes fuertes y vivas, pero que se hacen ambiguas, flotantes, en el momento en que se intenta transformarlas en signos: como en toda adivinación el consultante amoroso debe hacer él mismo su verdad.

3. Freud a su prometida: "Lo único que me hace sufrir es estar imposibilitado de probarte mi amor." Y Gide: "Todo en su comportamiento parecía decir: puesto que no me ama nada me importa. Ahora bien, yo la amaba todavía, e incluso nunca la había amado tanto; pero probárselo me era imposible, ahí estaba, sin duda, lo más terrible."
Los signos no son pruebas porque cualquiera puede producirlos falsos o ambiguos. De ahí es volverse, paradójicamente, sobre la omnipotencia del lenguaje: puesto que nada asegura el lenguaje, tendré al lenguaje por la única y última seguridad: no creeré ya en la interpretación. De mi otro recibiré toda palabra como signo de verdad: y cuando sea yo el que hable, no pondré en duda que recibe como verdadero lo que diga. De donde se deduce la importancia de las declaraciones; quiero permanentemente arrancar al otro la fórmula de su sentimiento y le digo incesantemente por mi parte que lo amo: nada es dejado a la sugestión, a la adivinación:para que una cosas sea sabida es necesario que sea dicha; pero también, desde que es dicha, muy provisionalmente, es verdad.


Extraído de "Fragmentos de un discurso amoroso", Roland Barthes.




miércoles, 12 de octubre de 2016

Frankestein * Julia Mariotti

FRANKENSTEIN
Dying
is an art, like everything else.
I do it exceptionally well.
Lady Lazarus” Sylvia Plath
Renacer es mi especialidad
lo hago bien
aprendí
tengo una vocación para renacer
como un Frankenstein ¿aterricé?
me duele el cuerpo de tanto renacer
esta vez me inyectaron un líquido frío en la cabeza
se durmió por unos instantes
para relajar
la mano izquierda sigue dormida
no tiene fuerza
para doblar el barrote
salir
sonreír
labios rojos

cicatrices blancas


Julia Mariotti, de Driada.


Vivo de casualidad * Juanpi Ortigosa


―Hoy sólo quiero una cosa, y sólo tú puedes dármela ―me miraba fijamente a los ojos, mientras me apuntaba a la cabeza. 
―¿De qué hablás? Tranquilizate y baja el arma, no hagas algo de lo que te vayas a arrepentir ―no sabía qué decirle. Nunca me había pasado algo así con mis experimentos.
―Me escapé anoche, mientras dormías. Vi todo, vi a mis hermanos y hermanas muertos, mutilados. ¿Por qué hiciste eso?― Su mano comenzaba a temblar, si no lo calmaba iba a terminar muerto.
―Yo no hice nada, no tenés hermanos, lo que viste no es lo que crees. Es todo un producto de tu imaginación, pasás demasiado tiempo solo. 
―¿Jamás dejás que nada se te escape y siga su curso normal? Mis hermanos querían vivir como yo, no merecían ser despreciados así.
―Está bien, perdoname, te ofrezco cualquier cosa, es lo que viniste a buscar, ¿no? Elegí, todo es tuyo. ―esperaba que la distracción funcionara. 
―Me da igual lo que sea, ¿no te das cuenta? Nos abandonaste, nos trataste como si fuéramos nada. Vas a pagar por eso ―esta era mi oportunidad. Salté encima de él, lo agarré de las piernas y lo tiré al piso, la pistola salió volando. Quedó inmovilizado.
―Tus hermanos, como los llamás, son simples cadáveres, restos que usé para fabricarte. Sólo tuviste suerte, deberías estar como ellos ―ya tenía todo controlado, iba a encerrarlo de nuevo y, con su ADN, crear uno mejor.
―La suerte no existe, vos me enseñaste eso ―sacó su brazo de debajo de mi pierna y me pegó en la cara, derribándome. Cuando abrí los ojos estaba delante de mí, apuntándome directo a la frente. 
―¿Qué vas a hacer ahora? sos una simple rata de laboratorio. No tenés futuro en este mundo ―era demasiado cobarde para disparar. 
―Puede ser, pero ahora soy libre, voy a poder hacer lo que quiera. Después de todo, estoy vivo de casualidad ―y, mientras sonreía más feliz que nunca, apretó el gatillo.




Juanpi Ortigosa, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir de la intervención del poema "Un regalo de cumpleaños" de Sylvia Plath.



lunes, 10 de octubre de 2016

Me tapé los ojos * Eugenia Coiro


Me tapé los ojos
apenas velados
para que la luz azul no entrara.
Tus palabras, en cambio, perforaban 
como cuchillos de nostalgia nueva.
La voz sedosa
con arrullo quebrado
decía un poema que me sumergía 
llenaba mis ojos por dentro 
desde el estómago. 
Agua
pero no era límpida
transparente 
con algunas partículas lentas
flotantes
subiendo 
brillos
tal vez pelusas. 
Diminutos mundos imperfectos.
Hablabas de algo 
parecía algo simple 
no sé, creo que era un termotanque. 
El agua caliente sobre un cuerpo desnudo. 
Un cuerpo real, 
imperfecto como un mundo.
Después nombraste 
la ausencia
la pérdida
la huella de algún dedo rosando un objeto.
El olor de una mano sobre un libro.
Mis ojos los dejé tapados 
oscurecidos.
El corazón
irremediable 
tocado.


Eugenia Coiro, 2016. 
Durante el viaje al Festival Internacional de Poesía de Rosario.



Espera * Roland Barthes

ESPERA. Tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado, sometida a la posibilidad de pequeños retrasos (citas, llamadas telefónicas, cartas, atenciones recíprocas).

Espero una llegada, una reciprocidad, un signo prometido. Puede ser fútil o enormemente patético: en Erwartung (Espera), una mujer espera a su amante, por la noche, en el bosque; yo no espero más que una llamada telefónica, pero es la misma angustia. Todo es solemne: no tengo sentido de las proporciones.

Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los efectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza de teatro.


El decorado representa el interior de un café; tenemos cita y espero. En el prólogo, único actor de la pieza (como debe ser), compruebo, registro el retraso del otro; esa demora no es todavía más que una entidad matemática, computable (miro mi reloj muchas veces); el Prólogo concluye con una acción súbita: decido “preocuparme”, desencadeno la angustia de la espera. Comienza entonces el primer acto; está ocupado por suposiciones: ¿y si hubiera un malentendido sobre la hora, sobre el lugar? Intento recordar el momento en que se concretó la cita, las precisiones que fueron dadas. ¿Qué hacer (angustia de conducta)? ¿Cambiar de café? ¿Hablar por teléfono? ¿Y si el otro llega durante esas ausencias? Si no me ve lo más probable es que se vaya, etc. El segundo acto es el de la cólera; dirijo violentos reproches al ausente: “Siempre igual, él (ella) habría podido perfectamente…”, “Él (ella) sabe muy bien que…” ¡Ah, si ella (él) pudiera estar allí, para que le pudiera reprochar no estar allí! En el tercer acto, espero (¿obtengo?) la angustia absolutamente pura: la del abandono; acabo de pasar de un instante de la ausencia a la muerte; el otro está como muerto explosión de duelo: estoy interiormente lívido. Así es la pieza; puede ser acortada por la llegada del otro; si llega en el primero, la acogida es apacible; si llega en el segundo, hay “escena”; si llega en el tercero, es el reconocimiento, la acción de gracias: respiro largamente, como Pelléas saliendo del túnel y reencontrando la vida, el olor de las rosas.

(La angustia de la espera no es continuamente violenta; tiene sus momentos apagados; espero y todo el entorno de mi espera está aquejado de irrealidad: en el café miro a los demás que entran, charlan, bromean, leen tranquilamente: ellos no esperan.)

La espera es un encantamiento: recibí la orden de no moverme. La espera de una llamada telefónica se teje así de interdicciones minúsculas, al infinito, hasta lo inconfesable: me privo de salir de la pieza, de ir al lavabo, de hablar por teléfono incluso (para no ocupar el aparato); sufro si me telefonean (por la misma razón); me enloquece pensar que a tal hora cercana será necesario que yo salga, arriesgándome así a perder el llamado bienhechor, el regreso de la Madre. Todas estas diversiones que me solicitan serían momentos perdidos para la espera, impurezas de la angustia. Puesto que la angustia de la espera en su pureza, quiere que yo me quede sentado en un sillón al alcance del teléfono, sin hacer nada.
El ser que espero no es real. Como el seno de la madre para el niño de pecho, “lo creé y lo recreé sin cesar a partir de mi capacidad de amor, a partir de la necesidad que tengo de él”: el otro viene allí donde yo lo espero, allí donde yo lo he creado ya. Y si no viene lo alucino: la espera es un delirio.

Todavía el teléfono: a cada repiqueteo descuelgo rápido, creo que es el ser amado quien me llama (puesto que debe llamarme); un esfuerzo más y “reconozco” su voz, entablo el diálogo, a riesgo de volverme con ira contra el importuno que me despierta de mi delirio. En el café, toda persona que entra, si posee la menor semejanza de silueta, es de este modo, en un primer movimiento, reconocida.

Y mucho tiempo después que la relación amorosa se ha apaciguado conservo el hábito de alucinar al ser que he amado: a veces me angustio todavía por un llamado telefónico que tarda y, ante cada importuno, creo reconocer la voz que amaba: soy un mutilado al que continúa doliendo la pierna amputada.

“¿Estoy enamorado? –Sí, porque espero.” El otro, él, no espera nunca. A veces. Quiero jugar al que no espera; intento ocuparme de otras cosas, de llegar con retraso; pero siempre pierdo a este juego: cualquier cosa que haga, me encuentro ocioso, exacto, es decir,  adelantado. La identidad fatal del enamorado no es otra más que ésta: yo soy el que espera.

(En la transferencia, se espera siempre –en lo del médico, el profesor, el analista. Más aún: si espero frente a la ventanilla de un banco, en la partida de un avión, establezco enseguida un vínculo agresivo con el empleado, con la azafata, cuya indiferencia descubre e irrita mi sujeción; de modo que se puede decir que, en donde quiera que haya espera, hay transferencia: dependo de una presencia que se divide y pone tiempo a su darse; como si se tratase de hacer decaer mi deseo, de agotar mi necesidad. Hacer esperar: prerrogativa constante de todo poder, “pasatiempo milenario de la humanidad”.)

Un mandarín estaba enamorado de una cortesana. “Seré tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco, en mi jardín, bajo mi ventana.” Pero, en la nonagesimonovena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.

Roland Barthes, “La Espera”, en: Fragmentos de un discurso amoroso.



Coordinación: Virginia Janza, Eugenia Coiro y Karina Macció.
Dirección General: Karina Macció
Lugar: Guarida Literaria de Siempre de Viaje
fbk: siempredeviajeliteratura
@siempre_deviaje
Tel.: 4867-5964