jueves, 29 de marzo de 2018

Miniapuntes de taller * Karina Macció









Nos detenemos sobre la palabra grifo, ¿agua del grifo? Pero no decimos así. En algunas partes, acotan, como en Santiago del Estero (y de pronto un lugar dentro del mismo país parece la China) llaman al “agua de la canilla”, del grifo. Parece un animal mitológico, y lo es, alguien más agrega, de Harry Potter. El grifo, ser mestizo cuya parte superior se ve águila, pero el tronco y cola pertenecen al león. Las patas vienen del pájaro o del mamífero, quién sabe. El grifo parece hecho a collage. ¿Y entonces? Alguien agrega, buscamos decir “agua corriente”, ¿no? Reconfirmamos. Lo cierto es que el agua nunca es corriente, el grifo es una canilla o un animal hecho de animales, una invención. Lo cierto es que cada vez que elegimos una palabra inventamos en esa línea un nuevo sentido, porque el rodeo y el rodearse es lo que importa. Las interferencias, escucharlas, importan. Cada voz es muchas. Traen regiones enteras, y a veces, ni siquiera de este mundo. Detener la corriente de las palabras es también percibirlas en el esplendor de fluidez.






Karina Macció, 2018.



miércoles, 28 de marzo de 2018

Aliento léxico * Lorena Di Scala



Tengo palabras en el cuerpo
me salen por los poros
afloran a cada momento
casi siempre en los peores
a veces cuando no las necesito
y cuando sí, se esconden.


Tengo palabras en el cuerpo
las siento al vomitar
en cada paso que doy
hacia lo que quiero ser
las siento en tu aliento y en mi respiración
se interponen en cada bocanada de aire puro
y producen las oraciones más incoherentes
los poemas peor construidos.


Tengo palabras en el cuerpo
revoloteando en cada sensación
con cada aleteo suyo
se desata un tornado
frío que cala los huesos.


Tengo palabras en el cuerpo
no dejan huellas ni rastros de vida
ellas sólo pasan
y sobrepasan
los límites de la conversación
reclaman su autonomía lingüística
cada vez que me ahogan sin aviso
y me dejan sin vocales
para respirar.


Lorena Di Scala, 2018.
Selección para lectura en Mardelfip.

Imogen Cunningham


martes, 27 de marzo de 2018

Salí a buscarte * Javier Pizarro


Salí a buscarte
en esta última semana de julio
salí a buscarte
en invierno
hacia el atlántico
y me fui lo más al este que pude
viajé novecientos veintisiete kilómetros
y fue justo esta semana
en este invierno
porque asomaban cinco días con lluvias
cinco días fríos
de vientos
olas enojosas golpeando contra las piedras.
Te busqué en la violencia del temporal
te imaginé ancha
amplia
explotando con cientos de brazos
como rayos que no saben si suben o bajan.
Te busqué en la estridencia del trueno
te busqué con esa energía violenta
te pensé subiendo estrepitosa e invasiva
desde el suelo mismo
con ese aliento que huele a humus mentolado
el mismo que te sorprende
en medio del bosque de eucaliptos.
Te busqué
para que me encuentres
y te pegues a mí como cálida humedad.
Quise perderme en tu costa
para que la llovizna salada nublara mi vista
para que una vez ciego cayeras en mí
como baño que inunda
en lluvia torrencial
ahogando cada poro con tu humedad.
Quise caer rendido
agotado en la lucha
en esa que siempre me dejabas ganar

Quise volar de fiebre
infesto en tu delirio
en tu tormenta
en tu agitar
quise
quise
quise…
y me quedé en el deseo

llegué al punto
en el momento
en el instante calculado para el temporal

novecientos veintisiete kilómetros al este.

No vi una sola nube
la brisa apenas me arremolinó algunos pensamientos
no hubo olas acariciando la costa
el atlántico: un gran lago de fronteras invisibles
el sol arrasaba las playas como si fuera carnaval.

“¡Qué suerte tuvo!”
me arengaban los locales

Un verano en pleno julio no es fácil de encontrar”.

Y yo
corrí seguro a buscarte en la tormenta
tan seguro como seguro estoy de que en medio de esta calma
no te voy a encontrar.

Salí a buscarte
desconsolado vuelvo
porque perdí el tino
preciso
exacto
para volver a verte.

Salí a buscarte
vacío vuelvo
lastimosamente entero
indemne
limpio
seguro de no haber sido atropellado por vos.

Vacío y desconsolado vuelvo
no sé a dónde
vuelvo
no sé cuándo
vuelvo
a ser yo
vuelvo
sin límites ni bordes
a ser este borroso que queda de mí.
¿Dónde estás para fijar mis límites?
¿Dónde estás para saber dónde estoy?
¿Cómo hago para encontrarte?
Si ya nada quiere hablarme de vos.



Javier Pizarro, 2018.




jueves, 22 de marzo de 2018

buena ropa interior * Sabri Rayo Canción



buena ropa interior                    por si algo te pasa
buenas medias buen carisma buen sostén una sonrisa
así
brasier coqueto
corpiño maqueta nada nada de teta
más dos melones
buena ropa interior                    por si algo te pasa
buenas bragas
relajada buen carácter mucho zen
así
más dócil
fajada entrepierna una cola de ahorque
anti transpiración anti respiración
anti shock
elástica aspirante formante auspiciante
algodón no
formol plástico sí bien plástico elástico ahorcante sí
si algo me pasa, estándar la tanga
me forma la forma la norma la talla
                       única
buena ropa interior                       por si algo te pasa
elegante sport chic
que no se note
cheap
si algo te pasa, buen broderie
si algo me pasa, cool lingerie
si algo te pasa, vos sonreí
buena ropa interior                      por si algo te pasa
                                                       por si algo te pasa
                                                       por si algo te pasa
¿qué nos pasa?




Sabri Rayo Canción, 2018.
A partir de un poema de Ferlinghetti.
Selección de lectura para MardelFIP.



Guy Bourdin

miércoles, 21 de marzo de 2018

Lámpara mágica * Nicolás Segi


Un día encontré una lámpara, fue hace aproximadamente unos veinte o veinticinco años. No me acuerdo si iba de mi casa a la escuela o de la escuela a mi casa pero de alguno de los dos me estaba escapando. Sea yendo o volviendo, el caminar era lento, no quería llegar. Arrastraba los pies distraído cuando la vi. Estaba apoyada, tranquila, en el borde de un cantero, casi parecía estar esperando a alguien.
Creo que apenas la vi nunca pensé que podía llegar a ser mágica, no tenía el aspecto, era más bien una especie de tetera pero no de porcelana, era algo así como de lata o tal vez bronce y un poco más chata. Por ese entonces yo tenía un libro de cuentos de Aladín, por lo que habría reconocido una lámpara mágica sin la menor duda y a un kilómetro de distancia, por eso no la froté, sólo la miré dubitativo un rato, pispié que no hubiera nadie cerca, la metí en mi mochila y me fui.
Al llegar a casa no saludé a nadie. Corrí a mi habitación, saqué el extraño objeto similar a una tetera de la mochila y trepando por las repisas, lo dejé en el estante más alto y oculto (deseaba que nadie lo encontrara). Y así fue, nadie lo encontró; mi familia evidentemente no era tan curiosa y yo, después de una panzada de Nesquik y dibujitos, me olvidé por muchos, muchos años.
Lo que quedaba de mi niñez pasó, mi adolescencia pasó y también empezó a pasar mi adultez, todo esto sin pena ni gloria o, para ser más exactos, sin gloria.
Hubo muchos momentos donde tener un genio que me conceda deseos hubiera resuelto no todos pero sí la mayoría de mis problemas, sin embargo, ¿quién pudiera tener semejante suerte?
Todo esto lo pensaba mientras observaba las cajas de mi última mudanza. La casa era un caos: la heladera en el cuarto, la cama en el living, el cepillo de dientes en la cocina... Nada estaba donde debía. Debía, debía, debía... ¿Qué debía? ¡Debía ordenar! pero, ¿por dónde empezar? Me invadió una sensación de desesperación, un aburrimiento cansado, un miedo indecible. Pateé la primer caja que vi y abrí la segunda, estaba llena de ropa vieja y recuerditos, todo para tirar.

Busqué una bolsa de residuos y empecé a tirar todo pero debajo de la última muda de ropa el tiempo se detuvo, o tal vez sólo mi corazón. Ahí estaba, olvidada por segunda vez ¿Cómo llegó ahí? ¿En qué momento? ¿Seguía esperando? No, no esperaba ser encontrada, esperaba encontrar, estaba buscando y me volvió a encontrar, a mí, esta vez con más pinta de lámpara mágica que nunca. ¿Cómo no lo vi antes? ¿Cómo pude haber perdido tanto tiempo? ¡Siempre tuve la posibilidad al alcance de la mano y nunca la tomé por haber confundido una lámpara mágica con un objeto ordinariamente desconocido! Otra vez no me iba a pasar, ¡no señor! Agarré la lámpara con las dos manos, mi corazón decidió recuperar todos los latidos perdidos palpitando frenéticamente. Con el puño de mi buzo cubrí la palma de mi mano y froté fuerte y rápido. Fuerte y despacio. Despacio y débil, hasta que por fin, al ver que nada pasaba, dejé de frotar.
No podía salir de mi asombro. No lo podía creer, estaba convencido de que esas cosas existen; las lámparas, los genios... Pero nada había sucedido.
Me quedé un rato pensando en los porqués y en los cómos y no encontraba respuesta, no podía ni escuchar mis pensamientos.
Después de un rato de nada, me di cuenta de que algo había que hacer, así que decidí volver a colocar la lámpara en una repisa. Esta vez no iba a estar oculta, esta vez no iba a ser ignorada ni olvidada. Esta vez iba a formar parte de mí y de mi hogar.


Nicolás Sergi, 2018.
Selección para la lectura en MardelFIP.

martes, 20 de marzo de 2018

Hay luces * Franco Vignatti



Hay luces de neón reflejadas en las ventanas del balcón, el cartel dice: 24/7. Son rojas y titilan exactamente cada tres segundos. Hay unas cortinas negras, teñidas de rojo cada tres segundos, algo rasgadas, de una tela fina y porosa, desgarrada en los extremos. Hay un reloj que marca las doce y treinta, y mueve sus manecillas cada un segundo. Hay un termo esperando el grito de la pava, que violentamente da aviso que su cuerpo no aguanta más llamas, y su panza escupe vapor y agua caliente en lapsos de dos segundos. Hay un par de flores, sin nombre y sin vida y sin agua, de un blanco opaco cuando no son rojas cada tres segundos. Si, también hay gente en la sala que entran y salen, manchados de rojo cada tres segundos. Antes y después no tienen color.

Hay un cuerpo contra la ventana. Hay tiempo sobre ese cuerpo, sin pisadas a su espalda, solo hay polvo sobre sus pies y contorno. Ese cuerpo mira el asfaltado, rojo cada tres segundos, y espera, espera y sigue esperando. Hay un cuerpo que ya no ríe, que respira por respirar. Pasa un colectivo, uno que es rojo siempre, cada tres segundos, cada cuatro, cada siempre. Hay un segundo que espera, un segundo de ser rojo por siempre, de mirarlo por siempre y escapar. Si, hay un chófer, esperando que alguien suba o baje. Nadie sube ni baja, nadie viaja, y nadie el cuerpo lo espera, del otro lado de la calle en ese departamento oscuro. Solo él, que lo mira irse una vez más. Hay un silencio. Hay una exhalación, una pitada, y luego el humo, igual que el del colectivo al alejarse, rojo cada tres segundos. Hay un cuerpo que sueña ser rojo por siempre.



Franco Vignatti, 2018.
A partir de un fragmento de Big Sur de Kerouac.
Selección para lectura en MardelFIP




domingo, 18 de marzo de 2018

Taller de escritura Club de la serpiente * Para jóvenes de 13 a 18 años

Taller de escritura Club de la serpiente: 
cómo hallar lo literario en lo cotidiano y escuchar la voz propia entre tanto ruido.

Este taller, pensado para jóvenes de 13 a 18 años, tiene como objetivo que los participantes indaguen distintas formas de hacer literatura con sus experiencias, deseos, sensaciones, ideas, conflictos y entusiasmos, para empezar a descubrir una manera personal de ver al mundo en su multiplicidad artística. A través de diferentes géneros, autores, y recursos, nos sumergiremos en universos literarios para desembocar en la elección de las palabras propias con la potencia poética del que puede transformar la mirada y escribir.
  Con muchas ganas de que nos acompañes en este camino, ¡te esperamos!


Coordina: Axel Levin
DIrección General: Karina Macció



sábado, 17 de marzo de 2018

No soy yo * Lorena Di Scala


No soy yo
quien refleja el espejo
esa imagen que proyecta no es la mía
no soy yo
quien retumba en el eco
de la ducha al cantar
el sonido del agua contra la piel
no es el de mi piel contra el agua
no soy yo
quien me rasca la espalda
con la esponja nueva que tampoco compré
no soy yo
quien peina mi pelo
esa cabellera larga que tampoco es mía
no soy yo
quien se duerme en el vapor del aire fundido con el agua
tampoco
quien se deja llevar por la corriente de los patitos flotadores

no soy yo
quien resbala con el jabón
y se quiebra el cráneo contra la pared
no soy yo
quien chorrea de rojo
y mancha los azulejos
que luego
tendré que limpiar.



Lorena Di Scala, 2017.
Selección de lectura para Mardelfip 2018.


Imogen Cunningham

jueves, 15 de marzo de 2018

Descubrir mundos * Taller de cuentos para chicos y chicas de 6 a 12 años



Taller de cuentos Descubrir mundos
experimentos literarios para grandes imaginadores



Este taller, pensado para chicos y chicas de 6 a 12 años, tiene como objetivo que los participantes se descubran desde la potencia única de la imaginación. De manera colectiva y lúdica, la idea es explorar la creatividad personal a través de la palabra como un mapa de tesoros esperando. El ambiente que buscarán los encuentros es el de la exploración del inventor que encuentra la llave y junto a sus compañeros se anima a abrir la puerta, ver qué mundos hay detrás.

Este es un desafío para valientes con ganas de aventuras. 
¿Te animás?¡Te esperamos! 



Coordina: Axel Levin
Dirección general: Karina Macció


miércoles, 14 de marzo de 2018

Gianera sobre Viajero solitario


“Viajero solitario es una recopilación de artículos unidos por un mismo tema: el viaje. Empleo en el ferrocarril y como marinero, montañas, misticismo, lascivia, solipsismo, desenfreno, corridas de toros, drogas, iglesias, museos, calles, una aleación de vida como fue vivida por un libertino orgulloso, educado e indigente que va a ninguna parte.” Jack Kerouac

Las relaciones entre vida y literatura alcanzan en Kerouac un colmo: parece interesarle la aventura, pero le importa solo en la medida en que puede ser escrita. El único acontecimiento genuino de sus libros es la lengua, y pocas veces alcanzó esa lengua una realización más radiante que en Viajero solitario, condensación veloz de la experiencia de sus novelas, versión cruda de la autobiografía que leemos, enmascarada, en sus ficciones. También aquí se despliegan las rutas insondable de En el camino, la California de Big Sur antes de Big Sur, San Francisco, la iluminación en la montaña de Los vagabundos del Dharma, el México de los poemas de Mexico City Blues, el Tánger de William Burroughs, la insidia urbana del Nueva York de Los subterráneos, el descubrimiento de París y, al final del camino, el desencanto. Cada uno de esos viajes constituyen además estaciones de una peregrinación interior en la que está implicada la doble espiritualidad de Kerouac: el catolicismo y la práctica budista. Extranjero en todas partes, el vagabundo Kerouac observa, y su prosa espontánea, intensamente poética, se mantiene siempre sensible a las menores oscilaciones de la percepción. 

Gilles Deleuze comparaba la escritura de Kerouac con la línea de un dibujo japonés, una línea pura que tendía a la sobriedad y no admitía corrección. Para Kerouac, la frase no era una simple unidad de sentido; era una respiración. Su escritura tiende al descubrimiento de una forma, no a la imitación de una ya existente. Viajero solitario crea una escena para la ilusión de Deleuze: la invención de una lengua extranjera en el interior de la lengua propia, auténtica meta del viaje.



Pablo Gianera



Contratapa para la edición de Caja Negra, traducción de Pablo Gianera.



martes, 13 de marzo de 2018

Por escrito gallina una * Julio Cortázar


Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente  del posesionado mundo hemos nos, hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la ¡paf!, y mutación en la golpe entramos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de será gallinas cosmos el, carajo qué... 



Julio Cortázar, La vuelta al día en ochenta mundos.



lunes, 12 de marzo de 2018

Intenso mar * Andrea Larrieu



Donde hubo cenizas
queda el fuego
esperando lo enciendas
en la orilla
noche de estrellas
arena cálida
espero tu espuma
trepando en la ola
envolviéndome
con tu ímpetu
lamiéndome
la sal impregnada.

Sé fuego encendido
yo leña que arde
sé mar embravecido
yo luna reflejada
en tus aguas
sé la noche que me hace perder
para encontrarme en el horizonte
asomada.




Andrea Larrieu, 2018.


Dana Fritz


viernes, 2 de marzo de 2018

Recuerdo conversaciones * Adolfo Bioy Casares


Recuerdo conversaciones con Drago, de épocas más lejanas. Eramos tan chicos que traté de convencerlo de que mi padre era el hombre más fuerte del mundo. Me parece que Drago se mostraba un poco escéptico, tendía a creer que el más fuerte era el suyo.

Recuerdo otra conversación, de años después, en que me jacté de escribir palabras difíciles. Ese día yo había aprendido la palabra ojo que me parecía larga y complicada (con zonas oscuras).

Marta, el nombre de mi madre, era para mí una palabra de una blancura sólo comparable a las tranqueras de la entrada de nuestra estancia en Pardo. La A era blanca; la O, negra; Adolfo combinaba el blanco y negro; Esteban era bayo; Ester, marrón; Emilio  verde azulado; Luis, plateado; Irene gris y marrón; Ricardo y Eduardo, dorados. El color de Emilio me gustaba mucho.


Adolfo Bioy Casares, Diarios.



jueves, 1 de marzo de 2018

Meditaciones * Beto Chiariotti


  No sé que es el confeti. No sé si se dice así. El calor atormenta a la gente y mañana será peor. Deliro bañado en gotas saladas y se abre en mi cerebro esa palabra, como una flor. No quiero saberlo. Es un juego donde se apuesta el honor. Jamás lo preguntaré y si es necesario, asentiré como un conocedor del tema. No lo pienso googlear. Solo sé que me remite a papel picado. Espero que no sea algo comestible, como el praliné. Otra huella de las pisadas de la ignorancia en mi vida. 

  Son palabras con un peso extraño, molesto. Un ser humano serio busca las palabras. En mi caso debo soportar sus apariciones espontáneas. No piden permiso. Son pocas y a veces me divierte el juego que proponen. Praliné es una de ellas. Una palabra muy rolopuente. 
  Chiquizuela, buseca, son fuertes, reas. Caen ante mi conciencia adormecida y despiertan apetitos seguramente errados. Asado, milanesa, ensalada, son algunos ejemplos de las que no molestan porque están acopladas a las formas del universo. 
 Del orden del cuerpo y la medicina brillan la próstata, el implante coclear, el trocanter y la vescícula. Tienen personalidad, vida propia. No así términos mediocres como apéndice, amígdala u otitis.
También irrumpen descaradamente personas de nombres picantes. Famosas y famosos. Barbra Straisend, Chuck Palahniuk, Gore Vidal, Nick Barandos. 
  Hay un caso que sin dudas ha marcado a fuego mi vida. Dos palabras, un personaje, que se ha infiltrado a lo largo los años en ocasiones de todo tipo.  Recuerdo con más fuerza mi época de pintor de casas. La eterna soledad de las paredes enfrentadas al rodillo. Momentos de pensamiento ausente ideales para estos descaros del inconsciente. Allí se adueñaba de mi cerebro el concepto Maestra Krabappel. Se apoderaba de mi lengua y de pronto me encontraba a mí mismo repitiéndolo en voz baja. No busco explicaciones y temo que esto sea una confesión de locura. Solo debo estar atento. Mirarlas actuar escondido en la nada. A media rienda, dejarme llevar.



Beto Chiariotti, 2018.