martes, 6 de agosto de 2013

CLUB DE CUENTOS - "El grito de Martín" de Ona Hisrch


Peter Wyse


El grito de Martín

Los chicos de quinto grado estaban en gimnasia, era la última hora del viernes  y, por supuesto, gritaban como locos.
Quince minutos después sonó el timbre, era hora de que los chicos volvieran a sus respectivas casas. Luego de eso, la escuela se vacío casi por completo. Sólo había algo en el patio, ese algo era un grito. Algún chico dejó su grito olvidado. En el gran silencio de la escuela el grito solo, triste y asustado, se escondió en un oscuro rincón.
Peter Wyse
Mientras tanto, en una casa del barrio, Martín jugaba a la pelota con su perro Chispita. Emocionadísimo, Martín dió un patadón y la pelota salió del jardín. Chispita corrió detrás, como buen perro que es. Entonces Martín intentó gritar: “¡Chispita, vení!”. Pero el grito no salió de su boca. Al no poder gritar, Martín salió disparado persiguiendo a Chispita. Al llegar a la siguiente cuadra, apenas vio su colita con esa mancha marrón y bonita doblando la esquina, corrió sin poder alcanzarlo hasta que Chispita desapareció dentro de la inmensa escuela.
Martín entró al patio de la escuela y vio a Chispita corriendo por una verja muyyy finita ¡se estaba por caer! Aterrado, Martín corrió, corrió y corrió, pero Chispita ya se estaba cayendo  y él no iba llegar a atajarlo. Si a Chispita la pasaba algo, Martín se MORÍA. Lo tenía desde que era cachorrito, y la manchita de su cola era apenas un puntito. En realidad, Chispita mismo era, casi, un puntito.
Martín intentó correr más rápido, sólo logró apurar un poco su corrida. Chispita estaba por tocar el suelo y, probablemente, con su frágil cuerpo de perro, quebrarse varios huesos. Martín estaba por llegar. Ya lo iba a agarrar… ¡PUF! De repente se tropezó y cayó al piso. Por suerte Chispita le cayó encima y no se lastimó, por lo tanto enseguida se paró y empezó a corretear con su pelota en la boca. Martín también se paró y se fue a ver con qué se había tropezado y ahí fue cuando lo vio. Su grito se aferraba a su pierna. Martín lo agarró y lo subió hasta su boca: él entró rápidamente.
Como ya era hora de merendar, Chispita, el gritó. La pelota y Martín, con un chichón y unos cuantos moretones, volvieron a su casa felices de haberse encontrado, el uno al otro.


Ona Hirsch



Carlos C. Laínez


CLUB DE CUENTOS
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