jueves, 22 de agosto de 2013

CLUB DE CUENTOS - "Un problema muy grave", de Ona Hirsch


Alexander Demidov


Un problema muy grave
El mío era un problema muy grave, gravísimo: lo que pasa es que soy sonámbulo. Si fuera un sonámbulo cualquiera no me importaría, pero yo dormido deshago lo que hice en el día y eso es MUY GRAVE. Es un desperdicio de mi tiempo, lo que hago cuando despierto ya no está. El otro día, por ejemplo, le enseñé a mi gato Tito a maullar. Le salió perfecto. Al día siguiente, hablaba. No maullaba más. ¿Se dan cuenta de lo grave que es?
Al principio no sabía qué pasaba y pensaba que me hacían una broma. Hasta que un día, mi gato Tito me contó que en todo caso la broma me la hacía yo. El muy buchón también le dijo a todos en el barrio y éstos a sus amigos, hasta que se enteró de mi sonambulismo el pueblo entero.  
Para los del pueblo esto se consideraba una enfermedad. Todos se burlaban: los ángeles, duendes, elfos, hadas, sirenas, todos. Yo era un raro, un anormal. Eran muy malos conmigo, y yo estaba muy enojado con ellos.
Pero lo iba a solucionar. Iba a usar mi defecto a mi favor. Pretendía hacer cosas malas en el día, sin que la gente supiera que era yo, y por la noche lo arreglaría y ahí se darían cuenta de que yo había sido su “héroe”. Habría fuegos artificiales, me levantarían entre todos mientras gritaban mi nombre enloquecidos y aplaudían. Después me haría rico y ganaría un premio Novel y sería famosísimo. Una sonrisa se me dibujó en la cara.
-¡Soy un genio! –dije muy feliz.
Apenas desperté a la mañana siguiente, habiendo deshecho mi tejido, devuelto la cama de auto-tendido que había comprado y sacado las semillas que planté, puse en marcha mi plan. Me dirigí a la plaza con una máscara y vestido completamente de negro. Todo en esa noche era puro silencio, paz y tranquilidad. Cuando nadie me veía, saqué la gran estatua que había en el centro de la plaza y que significaba todo para el pueblo, y la escondí en un estrecho y oscuro pasadizo lleno de enredaderas y con mucho musgo verde y pegajoso. Un asco. 
Por supuesto a la noche volví a ponerla en su lugar. Un hada vieja que pasaba me vio y me convertí en el héroe del pueblo. Se olvidaron de mi defecto.
El problema fue que un tiempo después también olvidaron mi gran hazaña. Tuve que volver a hacer uno de mis “paseítos”. No salió como esperaba. La misma hada que dijo que yo había devuelto la estatua, esta vez me vio secuestrando a ese pez que adivina el futuro, que siempre está en su grande y bonita casa, al cual yo siempre le tuve celos porque lo querían mucho y todo eso. Obviemos que esa hada metida le fue a decir a todos, y me fueron a buscar furiosos, enojados, furibundos. Tenía mucho miedo, algo me querían hacer. Tal vez convertirme en chancho. 
Entonces ocurrió que simplemente desaparecí. Me fui sólo porque lo deseé e instantáneamente aparecí en otro lado. Bueno, así es la magia: im-pre-de-ci-ble. En el pueblo al que llegué soy mucho más feliz y nadie sabe de mi problema. Al único que extraño es a mi gato Tito.

Ona Hirsch






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