jueves, 30 de julio de 2015

El lenguaje de los enamorados * Sebastián Arredondo


El lenguaje de los enamorados

No tuve oportunidad de hablar, tampoco quise despedirme cuando te fuiste. Un dialogo de gestos y silencios cómplices nos acompañó durante años. Las cosas pasaban pero no se llamaban por su nombre, le teníamos miedo a la trampa que nos tejen las palabras, la mejor manera de comunicarnos era no mencionar lo que suponíamos. Ese acuerdo no explicitado le daba una intensa presencia a nuestro encuentro, a tu compañía. Yo transitaba cómodamente por ese mundo de palabras poco pretenciosas.
Los años venideros serían siempre años del presente, el tiempo se recortaba en el recuerdo de unas croquetas calientes en la noche fría del Trastevere, una tarde gris en la estación central de trenes en Budapest, la corrida ridícula en Gatwick para no perder el avión o en Barcelona el último metro, la reacción alérgica que transformó tu rostro una tarde en Venecia y nuestra desesperación por sus calles laberinto. La entrañable Aguas Dulces, cuando caía la tarde sentíamos el olor de los primeros leños quemándose y yo tomaba ese whisky lleno de verdades mirando el mar.
Nunca nos llevamos bien con el futuro, sus coordenadas no estaban dentro de nuestras posibilidades. Esa referencia ausente nos dejó eternos, jóvenes y expectantes en un presente que lentamente se convirtió en pasado. Las palabras no dichas, nuestro juego cómplice, empezaron a perseguirnos en un silencio cada vez más incomprensible.
Cuando te fuiste, yo también me fui. Las palabras se quedaron en casa, impacientes, solas para siempre.

Sebastián Arredondo, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir del Club de Lectura de Henri Michaux.


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