domingo, 17 de abril de 2016

Adrienn Báthory * Juanpi Ortigosa


El linaje de los Báthory es algo confuso para la gente de hoy en día. La más conocida es Erzebeth, la “condesa sangrienta”, pero no por eso la más importante. Toda su familia estaba consumida por la locura debido a la tendencia a emparejarse y tener relaciones con sus propios familiares. Aunque hubo alguien que todos pensaron se había salvado de esta maldición. El hermano de la condesa, el conde Adrienn Báthory.
Era veinte años menor que su hermana y no compartían padre. La madre de la condesa tuvo una aventura con su sobrino, Gábor, y de ahí nació el joven. Despreciado por el esposo de la mujer que lo dio a luz fue enviado lejos del castillo, a criarse en Eslovaquia.
Durante estos años este joven vivió en soledad en su pueblo. Educado por gente de bajo nivel y con el único objetivo de ser un consejero para su hermana. Pero, a pesar de esto, nunca se quejó. Vivió como alguien normal, aceptando lo que su familia quería para él.
Para su cumpleaños número dieciséis la condesa decidió visitarlo. Era la primera vez que un familiar suyo iba a verlo. Emocionado por conocerla, se vistió con su mejor atuendo y la esperó con un banquete de bienvenida, como si la del cumpleaños fuera ella y no él.
Cuando llegó Erzebeth a la casa, el conde se llevó una sorpresa al ver que ella no era la mujer extravagante y hermosa. Tenía un largo vestido blanco y su piel era pálida, casi del mismo color que su ropa. A Adrienn no pareció importarle mucho de todas formas.

Luego de la extravagante cena, la condesa llamó a su sirvienta y, con el cuchillo que había usado para cenar, le atravesó el pecho, dejándola desangrarse hasta no poder respirar más y ahí, retirando el cuchillo y volviéndoselo a clavar, la terminó de asesinar. El joven no podía creer lo que había visto, todas las leyendas sobre su familia eran verdad.
Entonces, ¿Sólo matás a las sirvientas cuando se te da la gana? ―Le preguntó.
No las mato porque yo quiera, ellas lo desean, ellas me piden que las mate. Como esta joven señorita, luego de clavarle el cuchillo siguió viva, pero con un sufrimiento que sólo la muerte quitaría, por eso la maté recién, ella me lo pidió. ―Le respondió, sonriendo como si no hubiera hecho nada malo.
Al principio fue demasiado raro, pero a medida que la conversación siguió y la condesa le fue explicando torturas que le resultaron fascinantes. La virgen de hierro, la jaula mortal, entre otros, eran métodos que nunca había escuchado mencionar y le parecían algo que tenía que utilizar.
Enojado por lo que le habían ocultado durante toda su vida decidió invitar a sus padres a cenar, que por primera vez en quince años verían a su hijo.
Cuando llegaron, en la puerta de la casa estaban esperándolos unas sirvientas de la condesa, que apenas los vieron corrieron hacia ellos y los encerraron en jaulas. Al rato llegó Adrienn y, al verlos cautivos, se dio cuenta de que ni eran capaces de reconocerlo, esa gente no era su familia.
Entonces los llevó por parejas, a su padre y su esposa y a su madre y su esposo a una tortura distinta. A su lado paterno los encerraron en una virgen de hierro, y al materno lo colgaron y quemaron vivos hasta que no quedó piel en su cuerpo.

Cuenta la historia que, después de esto, enterraron a los cuatro cuerpos en el jardín del conde. Y luego él y la condesa se fueron para el castillo de Erzebeth. Encantado por su gusto en mujeres ambos disfrutaban con placer de las jóvenes que ella torturaba, para luego juntos verlas morir de maneras distintas cada día y, al terminar la noche, dormir juntos. Viviendo felices, durante muchos años.


Juanpi Ortigosa, 2016.
Texto producido a partir de la lectura de La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik.

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