viernes, 6 de abril de 2018

La voz más hermosa * Juanpi Ortigosa





Todas las mañanas Lucas hacía el mismo recorrido hacia el trabajo. Salía de su casa a las ocho en punto y caminaba cuatro cuadras por Villate. Cruzaba la Avenida Maipú, doblaba a la derecha, bordeando la Quinta de Olivos, hasta llegar al metrobús, donde se tomaba el doscientos tres.
El municipio llevaba varios meses construyendo el Paseo de la República. Una parte de la residencia presidencial, que no se utilizaba, convertida en un pequeño paseo verde. Pasto y árboles por todos lados, senderos rodeados de flores y bancos de mármol.
El día siguiente a la inauguración Lucas decidió salir cinco minutos antes de su casa. Lo había visto en fotos, quería saber si era tan lindo como parecía. La primera mitad la transitó lento. Leyó los carteles, contaban historias de los símbolos nacionales, tenían frases de escritores y políticos famosos. Además, en un cuadro gigante, una explicación sobre cada provincia del país. 
Cuando llegó a la mitad vio algo que lo dejó perplejo. Totalmente grises, dos brazos de hierro salían de la tierra. Se entrelazaban, haciéndose uno, luego se alejaban y volvían a unirse a dos metros del piso. La gente apenas observaba a la escultura. Le pasaban por al lado, ignorándola o poniendo una mirada de asco. Lucas no, él estaba fascinado. 
Despacio se acercó, como si fuera una criatura salvaje, a tocarla. Estaba hecha de metal, pero se sentía suave como la seda. La saludo con respeto. Con ayuda del viento chocando contra su piel, la escultura comenzó a hacer sonidos. Le pareció la voz más hermosa. Le quiso hablar. Su timidez no le permitió decir ninguna palabra. Así que se sentó, en silencio, a escucharla cantar.
No notó cuánto tiempo había pasado hasta que su celular sonó, lo estaban llamando del trabajo. Dijo que se había quedado dormido. Se paró, se despidió, y le prometió volver a visitarla. 
A la mañana siguiente salió de su casa una hora antes. Mientras caminaba le compró un enorme ramo de rosas. Cuando llegó las colocó en la base y se sentó al lado de ella, presentándose formalmente. Hablaron de sus vidas hasta que tuvo que irse a trabajar.
De a poco se volvió una rutina. Empezó a salir de su casa cada vez más temprano para desayunar juntos. Algunos días medialunas, otros tostadas y a veces hasta torta. Leen libros (en dos semanas se terminaron la saga entera de Crepúsculo), juegan juegos de mesa o se quedan abrazados, viendo a la gente pasar.
Algunos los miran raro, les tiran papeles o le gritan cosas, burlándose. A ellos no les importa. ¿Quién no mira mal al amor ajeno? 


Juanpi Ortigosa, 2018.



Giacometti

1 comentario:

patricia dijo...

Eso del viento...La voz...Un deleite juanpi!! Todo pura armonía. Gracias