Abrió el juego nuestra directora Karina Macció con estas palabras:
Charles
Baudelaire, un viajero y poeta de esos gigantes para llevar siempre en el
bolsillo, presentaba el libro Spleen de
París de esta forma:
“Mi querido
amigo, le envío un pequeño trabajo del que podría decirse, sin ser injusto, que
no tiene pies ni cabeza, ya que por el contrario todo en él es, alternativa y
recíprocamente, pies y cabeza. Le suplico considere la admirable conveniencia
que tal combinación nos ofrece a todos:
a usted, a mí y al lector. Podemos interrumpir, yo mis cavilaciones, usted el
texto, y el lector su lectura, ya que no pretendo mantener interminablemente la
fatigosa voluntad de ninguno de ellos unida a una trama superflua. Retire unos
de los anillos, y otras dos piezas de esta tortuosa fantasía volverán a encajar
sin dificultad. Recorte varios fragmentos y advertirá que cada uno de ellos se
sostiene por sí mismo. Me atrevo a
dedicarle a usted la serpiente entera con la esperanza de que algunos de sus
tramos le gusten y lo diviertan.”
Bajo la
apariencia de una carta, Baudelaire realiza uno de los mejores prólogos que he
leído. Por eso, y porque realmente habla de manera extraña y atemporal –como lo
hace la literatura- de lo que vamos a ver hoy en este lugar, por eso, me lo voy
a apropiar. Baudelaire habla de su libro (el Spleen de París cambió la poesía para siempre) como un “pequeño
trabajo”. Sabemos que no es así, que se trata de una captatio benevolentia, una
forma de caerle bien al amigo, y en realidad, al lector.
Bueno, quiero
decirles que lo que van a ver hoy tiene tanto trabajo detrás que espero que se
note, que les guste, que lo disfruten.
Lo nuestro
tampoco, en un sentido, tiene pies o cabeza. A ver si me explico, como dice
Baudelaire, lo que veamos también puede representarse como una serpiente que
puede ser cortada y repartida. La unión que buscamos tiene la ficción de esa
trama superflua, y en ese sentido, es mucho más pie que cabeza. De cabeza hay
lo que salió a pesar de los pies y de los zapatos, porque la idea fue crear un
personaje desde abajo, desde su soporte, desde su apoyo en el mundo.
Con qué y cómo
caminamos es tan definitorio que muchas veces en el taller discutimos sobre los
exactos zapatos que aquel personaje, de seguro, llevaba. Podíamos verlo. A
partir de su calzado, veíamos claramente una entidad. Pero por supuesto, como
sucede siempre en los trabajos de taller, partimos de algo (una idea, un
concepto, una propuesta) y esto se desdibuja en cada grupo y con cada
participante. Cada cual, como yo con Baudelaire, se apropia y hace algo que es
indiscutiblemente suyo.
Eso sucede desde
la coordinación también. Este año Cecilia logró crear un espacio virtual de
taller a través de Skype y eso generó un nuevo tipo de vínculo. Ceci trabajó en
todos sus grupos la noción de interpretar al otro, de ponerse en sus zapatos y
desde ahí, presentarlo, que significa también darle la bienvenida al mundo a
esos seres imaginarios, y por qué no, animarse a combinarlos como hicieron en
el taller para chicos.
Virginia estuvo
reflexionando en sus grupos qué significaba, justamente, eso de ponerse en los
zapatos de otros. Es tan radical cuando decimos: Si estuvieras en mis zapatos... O
si estuvieras en mi lugar... ¿Es acaso posible? ¿Cómo me hago otro? ¿Cómo
tomo (en un sentido profundo) ese lugar, ese zapato? También existe la frase de
tener una piedra en los zapatos, o en otro orden de sentires, el zapato o el
mismo pie, como fetiche. Acá se abre la puerta o el túnel de lo sexual, por
donde muchas veces, unos buenos zapatos nos hacen caer.
En los grupos
que coordino, partimos específicamente de imágenes de zapatos. Con ese zapato,
¿qué se construye arriba? En muchos casos, como Cenicienta, empezamos a irnos
tan rápido, que los zapatos se perdieron o fueron sólo una excusa para llegar a
la fiesta de la escritura. Entonces nada importa. No importa qué usamos para
llegar, el punto es que lo hicimos: escribimos y estamos acá para leer, para
mostrar, para sentir con las letras.
Entonces,
volviendo a Baudelaire, y para coincidir una vez más con él, van a escuchar y
ver fragmentos, instantáneas, retazos del viaje que seguimos haciendo dentro y
fuera del taller. Baudelaire no es ingenuo al comparar su libro con una
serpiente: es un animal poderoso, sagrado en muchas religiones, y que se ha
visto como símbolo de la sabiduría y de la vida eterna. En este caso, espero
que el encuentro funcione como una serpiente voladora, un dragón quizás: ojalá
que sea un espectáculo extraño y maravilloso. Déjense sorprender, aunque
resulte indescifrable. Y en ningún caso, espero, que se vayan como vinieron. Ojalá
se sienta distinto el caminar.
Karina
Macció
Luego disfrutamos del video que armó el grupo por Skype (Evelyn, Paola y Patricia), con su juego de presentación de personajes:
Y siguiendo con el cambio de zapatos, las chicas de los martes (Milagros, Deborah, Carolina y Florencia) prepararon este librito con su trabajo para compartir con ustedes:
Gabriel Kirchuk compartió con nosotros un adelanto
de su primer libro que saldrá próximamente por Viajera Editorial
Gabriela, Diego, Eugenia, Gustavo, Lara y Nicolás
mostraron sus personajes con textos e imágenes
mostraron sus personajes con textos e imágenes
Virginia armó con sus poemas y el aporte de Sabrina una performance que en el evento funcionó como "obra viva", parte de la muestra de arte de Sabri
Y cerró la velada el grupo de Lorena, Nicolás, Jésica y Mana,
con mucha más literatura:
con mucha más literatura:
¡Muchas gracias a todos por acompañarnos en este viaje!
¡Hasta la próxima!
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