domingo, 6 de noviembre de 2016

Mercedes Marcer * Minuto escena


Fines de Julio. Sábado. 
El cielo era un presagio: gris en su totalidad, estático. Te había esperado por media hora. El frío adormecía mi nariz, la única parte de mi cuerpo expuesta. Prestaba atención a las pocas personas que estaban allí. Algunos con sus perros, otros viviendo lo que ahora era nuestro pasado. Abrazándose, combatiendo el viento helado con su afecto. El río calmo como mi alma. La entrega había sido máxima. No estaba en mí el conflicto.
Llegaste. 
Ni una disculpa. Tu postura más encorvada que nunca. Tenías un plan. Esos ojos no eran los mismos: una mirada vacía intentaba fugarse. La sonrisa que tanto había amado, desapareció por completo. Comenzabas a hacer esa mueca con la boca, esa que hacías previo a usar balas como palabras. Tus manos temblaban mientras armabas un cigarrillo. Te dirigiste a mí sólo para pedirme fuego. Estabas perdido en el agua. 
Una hora en silencio.
No iba a facilitarte las cosas. 
Balbuceaste unas palabras, enmudeciste otra vez, comenzaste a caminar en dirección al río. 
Regresaste. Dijiste todo eso que ya sabía.
No merezco esto, pensé. Me levanté para irme. Ya no eras mi prioridad. Congelabas todo el lugar. Ni un beso, ni una lágrima, ni un abrazo. Sentado, perdido en tu propia miseria.




Mercedes Marcer, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje para Minuto escena.




No hay comentarios: