domingo, 11 de agosto de 2019

landscape/inscape * Andrea Larrieu

El sendero

En el medio del paseo costero se encuentra este camino. Es angosto y largo, no se llega a ver dónde termina. El piso está construido con piedras de tamaño irregular. Hay partes que se ven algo levantadas. A los costados hay unas hileras de troncos angostos que dividen el piso de piedras de la  tierra con pasto no muy crecido y muchos árboles, uno al lado del otro con un espacio prudencial entre ellos. Son altos, ya formados, típico de árboles de varios años de antigüedad. La corteza es oscura y rugosa, los troncos no son muy anchos Sus ramificaciones son sólidas y extensas, cubiertas de hojas verdes que se unen con las de enfrente generando sombra en el camino. Es un día soleado y luminoso, por eso los que van a pasear o hacer ejercicio, pueden usarlo para protegerse del calor. A la izquierda se alcanza ver el corredor ancho y un parque. La mayoría de la gente está haciendo su caminata en ese sector donde le da el sol de lleno, no debe ser un día de altas temperaturas, da toda la impresión de ser un día primaveral.
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Un camino angosto, el piso es de piedras unidas, irregulares. No te lleva a ningún lado.
Esperaba hallarlo
tras la curva del ancho paseo costero
atestado de cuerpos sudorosos
bicicletas incitando al viento
patines, niños corriendo, perros atados o sueltos
un sol en su esplendor que agobia
y el río tan ancho como un mar de aguas color tierra
sin arena en sus orillas
llego a la torcedura 
el paisaje
me encuentra.

El sendero tiene un aire nostálgico y mágico. Recto y extenso, parece afinarse al fondo, aunque es por efecto de la visión. 
Es largo
silencioso
casi solitario 
no llego a ver 
el destino
se achica
angosto
el final.

Habría más sol de no ser por los árboles que lo acompañan a los costados. Como un espejo, se reflejan en el camino. Se ven los troncos y las ramas en sombras reparadoras. 
Me alivian la luz
acalorada
formas de vida sin colores dibujadas en el suelo
piedras unidas
las piso
sin tropiezos que me frenen
atravieso las partes reflejadas
soy árbol.

Los troncos rugosos de madera oscura, sus copas color verde primavera, ese que tienen cuando las hojas están en su esplendor. Se unen con las de enfrente formando un techo con agujeros donde se cuela la luz. 
Los pies marchan
la respiración jadea
troncos altos de corteza viva
en un camino paralelo al mío 
penetran la tierra
raíces invisibles
intentan asomar entre las piedras
las copas se funden
un cielo verde con manchas celestes
me cobija.

A los costados, sosteniendo las raíces, hay tierra salpicada con pasto que intenta crecer. Es una incógnita imaginar si habrá un final. Solo se descubre con la marcha.
Como un triángulo
se ensancha en mi avance
siempre recto
se multiplica
¿qué habrá donde termina?
una carretera que lleve a un destino 
un banco para descansar las pisadas
un prado de pastos crecidos cubiertos de sol
o simplemente 
el placer de haberlo transitado
para luego
regresar.




Andrea Larrieu, 2019.



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