jueves, 11 de agosto de 2016

El Dios Abeja * Ted hughes



Cuando quisiste abejas nunca pude imaginar
que eso significaba que tu Papá surgía del pozo.

Fregué la vieja colmena y tú la pintaste,
blanca, con flores y corazones carmesí y azules pájaros de dicha.

Así te convertiste en la abadesa
del convento de las abejas.

Pero cuando te pusiste tus distintivos blancos,
el velo, los guantes, no pude adivinar que se trataba de boda.

Aquel tiempo de mayo, en el huerto, aquel verano,
los castaños cálidos, temblorosos, se inclinaron hacia nosotros,

sus grandes y enguantadas manos haciendo de nuevo su ofrenda
que nunca supe cómo aceptar.

Pero tú te inclinaste sobre tus abejas
como te inclinabas sobre tu Papá.

Tu página un oscuro enjambre
agarrado por una flor iluminada.

Tu Papá y tú en el corazón del enjambre
pesabais cobre tu cuello delgado.

Vi que te había dado algo
que te raptó en una nube de guturales-

La tormentosa nube de tus yoes
inclinándose en tu melena dorada.

No querías que me marchara pero tus abejas
tenían sus ideas propias.

Querías la miel, querías aquellas grandes flores
cuajadas como la leche primera, y también la fruta como los bebés.

Pero el orden de las abejas era geométrico-
Los planes de tu Papá prusianos.

Cuando la primera abeja tocó mi pelo
tú ya mirabas la gruta del trueno.

Aquella exploradora se enmarañó, luchó y picó-
Marcaba un objetivo.

Y fui alcanzado como una liebre, con un tiro en la cabeza,
por silbantes balas planas iluminadas por el sol,

mientras las abejas implantaban sus voltios, sus electrodos de choque,

en el logrado objetivo.

Tu rostro quería salvarme
de lo que estaba decidido ya.

Te precipitaste a mí, apartando el velo de la edad del sueño,
quitándote los guantes a prueba de fantasmas.

Pero mientras estuve ahí, donde creía estar a salvo,
quitándome del pelo a zarpazos

pegajosas abejas destripadas,
otra abeja solitaria, como una flecha ciega,

planeó por lo alto de la casa y lanzándose en picado
se encerró en mi frente reclamando que viniera

más ayuda, que vino-
Fanáticas de su Dios el Dios de las Abejas,

tan sordas a tus súplicas como las estrellas inmóviles
en el fondo del pozo.




Ted Hughes, Cartas de cumpleaños.






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