“...mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno
de lo aparente o lo supuesto...”
Destino, Oliverio Girondo
Subo
con una sensación extraña.
La veo venir. En serio, se acerca. A un paso, se queda quieta. Pensé
un poco qué
significa el espacio colectivo y la
pregunta se hizo mucho más profunda de lo
que creía. Ahí estaba yo, a dos anillos
olímpicos de distancia. Cada uno colgado
de su mano izquierda. Apuntándonos con los
hombros. Sin saber que éramos
filosos. Miradas rápidas, milimétricas.
Construyendo a minúsculas formas un ser.
Algo se formó en nuestras cabezas. Desprolijo, demasiado idóneo.
Estoy
en un colectivo. El tiempo no se corresponde. Mil ojeadas, eran tres
cuadras. Las palabras se hilaban cada cincuenta metros dejando que la
idea fuera más relevante que la realidad.
“Yo
no estaba para volver a casa”.
“ Yo
tampoco”.
Estoy
sonriendo de una manera muy extraña. Se me cayó un pensamiento en
el bondi y alguien lo vió. Le dio forma. Lo reconoció. Con esa
misma figura en la boca me quedé enfocado
en la ventana y derrapé en
mi ebriedad.
“Estamos
en la misma”. Seguido de un bufido vacuno
intentando hacer una e. Quedé en
la misma posición desentendiéndome
de la situación. Contaba árboles. Había
varios por cuadra, es palermo.
“jaja
sí”.
Miré
un segundo de reojo con mucha seriedad. La
seriedad de que había alguien que
respondía a los pensamientos que se me
caían. Estaba ofendido por la respuesta,
pero agradecido. Me invitaron a pasar y ya habían
prendido las luces.
“Me
sobra medio porro”.
Este
era el último pensamiento que se podía
tropezar en mil encuentros diarios que tengo en el bondi. Cayó
pesado en el ambiente. Había presión
en el enunciado pero también
seguridad. Igual esto no pasa. Casi siempre hay una canastita o un
buen disco de jazz que hacen de enfermeros del loquero. La soltura.
El desapego circunstancial. ¿Ella?
“Uuuh
bien ahí”.
Algo
se rompió en el colectivo. El techo no porque fue lo primero que vi
después de ese
sonido. Bajé la
cabeza perpendicularmente sobre mi hombro izquierdo de forma
relajada.
“¿Nos
bajamos en la misma?”.
Yo
lo había visto como una pregunta para ver
si daba la casualidad de que viviéramos
cerca y fuese todo increíble.
“Bueno
dale”.
Justo
ahí pensé:
“Qué
bien”.
Se
cayó otro.
Bajamos
en parque Las Heras. Mucho frío. Era el
peor plan del mundo. Nos saludamos de una forma muy extraña. No
sabíamos quiénes
éramos. Dijimos re pocas palabras y
estábamos ahí,
con frío, por fumar un porro que nos iba a
dejar sin poder controlar el temblor.
“¿Vamos
para allá?”.
No
sabía qué
responder a eso sin mentirle. No me parecía
un buen plan y me hizo dudar mucho la rapidez con que todo ocurrió.
Se me cruzó por la cabeza que era mejor…
“Caminemos
mientras fumamos que está re fresco”.
Tenía
que dejar que se caigan, eran honestos. La canastita y el buen disco
de jazz a veces se tienen que quedar en la covacha.
“Dale,
¿Para dónde
vamos?”.
No
pensé ninguna
respuesta y caminé.
Caminé para el
lado de mi casa. Si me decía para donde
quedaba la suya íbamos para ese lado. Me
daba igual. Pero no quería preguntar. Es
raro hablarle así a alguien que no
conocés. Muy
policial.
“Yo
viví toda mi vida por acá”.
“Yo
también”.
“Iba
a decir qué raro
que no nos cruzamos pero me da paja esa conversación”.
“Gracias”.
Relajé
cada uno de mis músculos
después de eso.
Probablemente nos conociéramos
de vista o por ir al mismo colegio. No lo sé,
no me importaba. Eso estaba bueno.
“¿Qué
hiciste hoy?”.
Podría
resumir todo mi día en dos actividades.
Decidí hacerla fácil.
“Leí
un rato y estuve trabajando un poco en un cuento”.
Eso
en la vida real fueron dos horas. El resto se fue en cosas que ni se
nombran. Por lo menos no en este relato.
“Uy,
¿De qué se
trata?”.
“Qué
pregunta… Se
trata de un tipo que escribe una carta de suicidio. Intenta ser breve
y conciso. De a poco capaz encontrás cosas
o razonamientos que llegan desde la tristeza e intenta envolverte en
el desdén de las
últimas horas de vida. Pero no se ve
desesperación sino más
determinación y frialdad”.
“Uh,
pasamelo”.
“Dale
de una”.
No
pensé que le tenía
que pedir nada y no se gastó en decirme ningún
dato. Los dos sabíamos usar internet y con
un nombre ya todo se facilita.
“¿Vos?”.
“No,
yo tuve un día re largo. Fui a la
facultad, estudio quimica. Después
me quedé repasando
lo que vimos. Fui a clases de guitarra. Volví a
casa. Me miré una
película re flashera de uno de flying
lotus. Ese que también
toca. Me re gusta lo que hace. Eeee y me junté
con un amigo a tomar una birra y jugar al
pool. Ahora estoy acá. Dia largo pero
lindo”.
“Uh
si re largo posta. Buenisimo que estudies química”.
Tuvimos
que dejar que nuestros tacos rellenaran el espacio entre ambos. En un
barullo cerebral los interrumpí.
“¿Che,
te puedo hacer una pregunta? Bueno en realidad sería
la segunda después
de esta, qué chiste
pelotudo. ¿Por qué
te pintó bajarte del bondi conmigo y
caminar? Me alejo porque puede sonar raro, pero la verdad que hoy
cada cosa que pienso se me resbala por la boca. Como esa de recién”.
“No
tengo una respuesta porque yo misma lo pensé.
La verdad que justo vivía cerca y bueno
una seca no me venía mal tampoco. Estoy
bastante agotada y mañana puedo descansar. No curso. Y nada, me
pintó. Capaz conocía a alguien piola”.
“Jajaja
sí puedo ser piola. Aveces”.
Estos
pensamientos estaban para canasta. Igual estaban jugando bien su rol.
“Bueno
mirá. Yo vivo aca sola. Tengo guitarras.
No sé si tocás
pero podemos enchufar eléctricas
y tocar con auris. Nada, eso.”
Se
frenó de golpe. Yo tardé un
par de baldosas en caer. Seguía sin
entender la propuesta. Mi mirada se fue del piso hacia ella
lentamente. Muy exagerado. Fue hermoso lo que escuché.
Podía ser sexo pero.
“Qué
lindo estar calentito con unas violas. Dale
subamos. No querés
que compremos un chocolate o algo. Me siento mal si no llevo nada”.
“No,
ya fue. Yo tengo algo arriba. Si no lo hacemos otro día”.
“No”.
Fue
muy rápido ese no. ¿Quería
frenar su indecisión siendo cortante?
“Bueno
subamos entonces me estoy cagando de frío
la verdad. Era un plan de mierda caminar por el parque”.
“Gracias,
pensé lo mismo”.
Pasé
a estado de adoración hacia este ser que
me daba techo y guitarras a esta hora. Subimos en silencio. Alguna
pregunta absurda con respuestas guturales similares a las risas.
Piso
17.
Seis
puertas.
Abrimos
la puerta. No fue juntos, claramente. Todo era muy rápido.
Apenas abrió un destello de luz me penetró
los ojos y caí en una cama. Me di cuenta
de que me había desmayado. No sé
si la mezcla de frío,
ebriedad, locura y ahora calor me habían
hecho esto o si había sido un sueño.
No
lo quiero terminar acá entonces me
desperté en un
sillón. Un vaso de agua al lado mio. Y ella abanicando
parsimoniosamente.
“Sé
lo que es desmayarse así.
Decí que pegaste un poco con la pared y no
caíste con la cara de lleno”.
“Mi
cuerpo estuvo rápido”.
Hablaba
como si estuviese padeciendo una enfermedad terminal. Nunca creí
tener semejantes dotes actorales.
“Ya
estoy mejor. A mí es la primera vez que me
pasa. Pensá que ya tenía
que terminar el cuento”.
“¿Qué
cuento?”.
“¿Qué
dije? ¿Cuento?”.
“Descansá
ahí un ratito ponete
esto en la cabeza”.
Obedecí
cada palabra con mucha lentitud y pensando en lo
que acababa de decir. Realmente tenía en
la cabeza “que todo es mentira. Que en
realidad estamos siendo inventados por algún
boludo que está en su casa rascándose
cada tres renglones la pija”.
“Uy
no te escuché estaba
justo sirviendo birra. ¿Querés?”.
“La
verdad que… un poco… no
te puedo negar una birra”.
Fue
a buscar una cerveza y me transformé en
un enfermo con la mejor enfermedad del mundo. “Tomando
cerveza y siendo agasajado increíblemente”.
Por
qué estoy
haciendo esa cara que hacen las personas cuando se encuentran en una
situación ventajosa. Miran a un punto fijo y procuran no mover ni un
músculo. Las comisuras de los labios
amagan una sonrisa y juegan con sus manos uniendo las palmas
fregándoselas como si tuviesen frío.
Es una actitud de mierda.
“¿Qué
te pensas flaco?¿Me
tomás por pelotuda? Levantate. Te vas. Te
vas ya”.
Se
quedó en la cocina y abrió un cajón. Yo me levanté
de golpe y con las dos manos para adelante
me fui moviendo despacito para la puerta.
“No,
boluda, perdón estaba pensando eso y se me cayó. Sé
que es bizarro. Pero no te estoy tomando el
pelo. Jamás haría
eso. Se me caen. Me pasó hoy desde que te vi. Por eso estoy como
preocupado y me desmayo y no puedo evitar decir cosas aunque no
quiera. Y llego a estas situaciones que me divierten porque son cosas
que pasan. Igual yo no tendría que estar
acá. Fue todo muy rápido.
Ni sé cómo
llegué. Así que
tranqui. Me voy. Ni vengas, bajo y espero a que abra alguien. No te
preocupes.”
No
dejé que hablara
ni nada. No podía seguir ahí.
Ya era mucho todo lo que sucedía. El
ascensor seguía en su piso así que
bajé rápido. Me
acomodé en el
palier. No parecía un edificio que tenga
mucho movimiento. Me quedé pensando
o hablando. Ya no diferenciaba cuál era
cuál dejé que
sea. “El ascensor subió, bueno me
abrigo”. 17. Bajó ella.
Sí, tenía que
ser ella.
“Yo
te abro boludo este es un edificio de viejos. Perdón que reaccione
así. A veces me siento medio usada.
Siempre me dijeron que era muy buena. Yo no suelo juntarme así
como hoy. Creo que somos vírgenes
en bajarnos del bondi con alguien a fumar. De ese lado te re entiendo
que estés raro.
Lo de los pensamientos me dejó confundida. Como que lo sentí
a eso. Un poco nada más,
en el bondi. Despues nose si lo naturalicé.
Te quería decir eso nada más.
Te abro”.
“Gracias.
Pará..”.
“Me
llamo @soysatank en instagram. Ya sé,
es un delirio, pero hablamos por ahí”.
En
la caminata a casa seguía pensando si eso
había sido real o no pero igual ahora ya
lo era. Aun en un mundo paralelo. ¿Eso le quita veracidad o realidad
a un relato? ¿El mundo paralelo?
Germán Mayanobe, 2019.
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