jueves, 31 de marzo de 2016

Queen * Eduardo Adrogué

1
Corría el año 1980. Yo estaba haciendo la colimba. Me pareció que podía servirme como una buena manera de conseguir mi objetivo: utilizaría mi estampa de “pobrecito soldado” para que me dejaran entrar en el recital de … Queen.
¡Queeeeeeeen! FREDDYYYYYY. ¡Rapsodia bohemia! ¡En vivo! Ahíiiiii. Ellos. Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
No me preparé mucho. No creía que hiciera falta. La pinta de los soldaditos era tan característica. No es que uno pasara hambre en el ejército, por lo menos ahí en ese momento. Pero se comía tan mal. Era verdaderamente una comida de mierda.
Y lo más importante era: la irremediable conciencia de que lo hacía ese año no me servía para nada. Ni para mí, ni para nadie.
2
No me puse ninguna ropa especial. Ni pensé en llevar el lamentable uniforme: con mi cara y mi corte de pelo ya era suficiente.
Esa tarde fui a Vélez e hice la larga fila. Por supuesto que no llevaba entrada. No sé si llegué a contarle a alguien lo que iba a hacer. Ya cerca de la entrada calculé el lugar donde -si me decían que no podía entrar- incomodara a la mayor cantidad de gente. Allí fui con cara de “pobre pibe”. Lo único que quería en ese instante era dar lástima. Ese fin justificaba el uso de tales medios. Cuando estuve ya a la puerta del molinete, elegí el del medio, fiel a la regla por mi pensada.
Ya delante del control, el que allí estaba, me pidió la entrada.
-No tengo, le dije. Soy soldado, agregué.
Me miró con cara de: ¿Y, qué tiene que ver?
Puse cara de “gatito de Shrek” avant la lettre.
La gente del control se miró y me dijeron: ¡Pasá pibe! Así cumplían la buena obra del día.
Y YO ENTRÉ EN LA GLORIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
3
¡INOLVIDABLE!
No es que solo hubiera ido para eso. Pero esperaba ese momento.
De pronto, ellos se fueron. La omnipresencia de Freddie acabó (¡Perdón Dios!)
Is this the real life? Ese falsete digno de los mejores castrati. Is this just fantasy? Y ellos sin aparecer. ¿Dónde están? Eyyyyyy. ¿Dónde están? ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡No pueden irse ahora!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Y no estaban los muy guachos.
Los coros seguían y las imágenes en las pantallas que mostraban a Freddie ya solo haciendo los graves (muy graves) y a los otros tres genios, respondiendo incoherentemente: ¡Galileo! ¡Bismilah!
Y todos juntos, solo desde la imagen en la pantalla: sin ellos, los muy hijos de puta. ¡mama mia, mama miia! Beelzebu has put a devil aside for me, for me, for MEEEEEEEEE.
TREMENDA BATERÍA. HUMO HUMO HUMO.
GUITARRA A PLENO
Y POR FIN, ALLI EN PRIMERA PLANA FREDDY Y LOS OTROS HACIENDO MAGIA…………………………………………….Y NOSOTROS DELIRANDO.


SIIIIII Y LA REINA. (esta vez no me molestó tener que saludar a esa desagradable anciana)




Anyway the wind blows……… anyway de wind blows….. (y la guitarra) anyway the wind blows….




Eduardo Adrogué, 2016.






domingo, 27 de marzo de 2016

Torre * Ricardo Czikk


El sol atraviesa los espesos cortinados
del lujo imponente, la torre en que me siento
mi vista se perturba en la pantalla cegada
y no puedo sino ver lo que se va descorriendo
en el camino del horizonte
añosas perforaciones en el sitio dedicado
enroscados peñascos sin verdín.

Algunos pueden (yo le temo al mar)
bordear costas sin fin                        dosificar sus esfuerzos                       paladear la llegada
brujulean hacia un remanso 
las estrellas marcan a fuego el sino.

Sentado trato de ver si veo
floto en una mecedora sin apoyo fijo
un contoneo me humedece.

El sol deja su lugar a la luz.

Y en la recta al faro
hallo por fin
un punto de sustentación
un punto, apenas.


(en Costa Galana en 2008)
Ricardo Czikk.


viernes, 25 de marzo de 2016

Luces * María Victoria González


Luces
no sé por qué cuando escucho a Madona
además de mover los pies
el cielo se vuelve noche

Luces
solo luces
que en forma intermitente acompañan el movimiento

Luces
mezcladas con humo de mentira
con olor a talco
partículas que se ven a trasluz

Luces
esas que acompañan las primeras salidas
con amigas 
conocidos
noche única

Luces tenues
se van apagando
volumen bajo que anuncia el final 
la vuelta a casa con la primera claridad

Los brillos ya no brillan
 se escucha el sonido de los tacos en la vereda


María Victoria Gozález, 2016.
Producido en Siempre de Viaje para Fiesta Glitter.




jueves, 24 de marzo de 2016

La palabra del deseo * Pizarnik


    Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos, este soplo de silencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura, oscura, este hundirse sin hundirse.

    ¿Qué estoy diciendo? Está oscuro y quiero entrar. No sé qué más decir. (Yo no quiero decir, yo quiero entrar.) El dolor en los huesos, el lenguaje roto a paladas, poco a poco reconstituir el diagrama de la irrealidad.

    Posesiones no tengo (esto es seguro; al fin algo seguro). Luego una melodía. Es una melodía plañidera, una luz lila, una inminencia sin destinatario. Veo la melodía. Presencia de una luz anaranjada. Sin tu mirada no voy a saber vivir, también esto es seguro. Te suscito, te resucito. Y me dijo que saliera al viento y fuera de casa en casa preguntando si estaba.

    Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de las delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla por no poder darle un rostro por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melodía rota de mis frases.


Alejandra Pizarnik



Club de Lectura
Coordinación: Virginia Janza, Eugenia Coiro y Karina Macció.
Dirección General: Karina Macció
Lugar: Guarida Literaria de Siempre de Viaje
www.siempredeviaje.com.ar
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@siempre_deviaje

Tel.: 4867-5964 

miércoles, 23 de marzo de 2016

Es en este río * Marcelo Trumper



Es en este río
plateado
            brumoso
que baña las costas
arenosas y ríspidas
de donde nos asimos
en nuestro dulce naufragio
con sus aguas marrontibia
lame mis asperezas
acompaña mis dudas
reflota mis sueños
                      y pesadillas
me los muestra
                en su superficie 
reflejo de sol y estrellas
       sensibilidad de juncos
donde ahogo mis lágrimas
         después de tu partida.



Marcelo Trumper, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.


jueves, 17 de marzo de 2016

Sur * Axel Levin



Tengo al lago en los ojos y los cierro 
espera entre los párpados
líquidoazul
aguarda el olvido
la memoria de la piel
luz violetatibia
calienta la cara como un polvo
arenamate           verde           se adelgaza y acumula
sorbo ido de los recuerdos en fila
galeríanaranja           imágenes nítidas que no se ven
ya no hay saber           solo agua que filtra
tengoelagoenlosojos
de verdad           siento la fuerzalila 
quiero todo el viento de las olas
el impactotiempo de abrirlos
encontrarme chiquito           inmenso
un río en el pecho que abreinfla
para estar
permanecer
afirmar la miradaceleste en punto
redondo lagorojo de superficie
donde volver
pupila al día
haciadelante.


Axel Levin, 2016.


miércoles, 16 de marzo de 2016

lunes, 14 de marzo de 2016

Casamientos * Cristina Eseiza


Casamientos


La noche del casamiento de la Bebota con el muchacho del perro gigante, de mirada loca como la de su dueño, llovía a cántaros y llegamos al final de la fiesta. Me puse vestido y zapatos Chanel blancos, aunque ya se sabe que no se va de blanco a las bodas. Ni bien Rossini y yo entramos, el muchacho del perro desmesurado, a quien sólo había visto un par de veces, me invitó a seguirlo a la trastienda. Supuse que para servirme algo de tomar, en las mesas quedaba muy poco. Me llevó hasta los baños, me metió en uno, dijo que siempre lo había excitado mi cara de muñequita y quería despedirse de su soltería. Trabó la puerta de chapa acanalada por dentro. Hacía un calor humeante, sulfúrico. Miré mi zapato de punta cuadrada, inmaculado en un charquito ambarino. Con parsimonia, clavándome su pupila lunática, comenzó a maniobrar con el cierre del pantalón. La oblicua paradoja. No un  invitado, no el padrino, el novio se emboscaba conmigo en las letrinas. Con la mano impedí que siguiera, diligente y sorpresiva había llegado la revancha. Los lunes a la tardecita, Rossini y la Bebota podían seguir revolcándose juntos.
Volvimos a la fiesta donde nadie parecía habernos extrañado. Como una reina, desde el Chanel, brindé con la novia por su felicidad eterna mientras dejaba que mi marido me mordiera, goloso, la oreja.


Cristina Eseiza.



sábado, 12 de marzo de 2016

El caballo, el piano y su jinete * Federico Castro Walker


Se miró en la tapa del piano como en un negro pozo, sintiéndose reflejado en el sonido de las teclas, a paso tranquilo. El fondo de las notas que pulsaba su jinete le nombraba el alma. Sacudió la cabeza poderosa tratando de alejar ese brote de algo desconocido dentro suyo. Eligió calmarse. Sus orejas tiradas hacia atrás le insistían en lo raro de este nuevo territorio. Comenzó a beber la música de a largos sorbos y arroyitos de agua le corrían por los ojos. Su amigo, sin mirarlo, lo guiaba con los compases mejor que las riendas. Se dejó llevar.
A través de escalas oscuras, descendían circularmente, en lento vuelo. Las alas lustrosas del piano tocaron el tono más bajo, no podían descender más. Mundo de armonía calma. Sentía ser potrillo por salir a la luz del sol.
De repente, las notas cambiaron, se hicieron ágiles, juguetonas, luminosas. Entre ellas percibía sus cascos repiqueteando sobre el pasto, como la primera vez. El recuerdo de su madre irrumpió en la melodía, relincho de aguda gravedad. La siguió a campo traviesa. También por pentagramas de alambre y camino.
A un movimiento súbito del piano se hizo un silencio. Finalizó la canción de su crianza. Creyó que permanecería para siempre en el instante de la separación, pero las teclas reemprendieron el camino. Describían la isla, el cuadro central que resonaba a su carrera y todo lo familiar del último tiempo. La imagen, que lo envolvía, comenzó a alejarse, se hacía pequeña como un mapa.
El corazón no le daba tregua, parecía uno con las notas graves del instrumento, dando un ritmo sordo a la sinfonía de su existencia. El cuerpo en tensión le hacía presentir una tormenta más allá.
Una brisa imprevista de acordes le hizo conocer la melodía que había originado a los caballos. Se escuchaba galopando entre los padres de su raza. Presenció, a través de la música, el primer encuentro con el hombre y cómo habían trabado amistad por primera vez. La imagen del mundo entero, rueda movida por multitud de galopes.
Las oleadas de música que lo invadían desbordaban al piano. Oía cantar a la aurora, las oberturas de los mares.
Trenzada de armonías y disonancias, la línea del horizonte se acercaba más y más, entre el miedo y el deseo.
Sentía resquebrajar las articulaciones, al corazón dar golpes hondos y desconocidos. El horizonte refulgía. Ya no era sólo sonidos, lo podía ver naranja furioso, recortado contra un suelo de sombras.
La seguridad de su amigo se había esfumado. El piano alcanzaba a mantener la apasionada melodía a duras penas. Finalmente él, su jinete y el torrente de sonidos que brotaba de manos y teclas se hicieron uno con el amanecer.
La mañana siguiente, en reposo pacífico, extendidos a lo largo de la sala, los cuerpos sin vida del caballo y su muchacho, abrazados. Tocaban el pozo oscuro del piano, partido en dos.



Federico Castro Walker, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Trío de Arnaldo Calveyra.


jueves, 10 de marzo de 2016

Y parece * Marcela Manuel

Y parece que todo es posible todavía

un solo punto
el tiempo sumergido
aguas negras subterráneas
un solo punto de tiempo
fijo de fijeza feroz
restos de vida
antes que el viento se los lleve
aroma viejo y niño
falda de lino

y parece que todo todavía es posible

greda
húmeda
tiempo
greda
cielo barrido
luz
vos
luz
vos
antes que el viento se lo lleve

de pronto

todo

es posible

todavía

¿qué
         no podría
                           jamás ser?


Marcela Manuel.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.





domingo, 6 de marzo de 2016

Como las ovejitas * Eva Lafranchini



Como las ovejitas de un buen pastor
andan prolijamente
hablan de todo y nada al mismo tiempo.
Desconocen otra cosa
más allá del temor.
Arman casitas
compran adornitos
viven chiquititamente
repitiendo rutinas, costumbres, diálogos,
colores, comidas, paseos.

El lobo aúlla
ellas lo escuchan y tiemblan
se amontonan, se apretujan
mientras miran películas por TV satelital
y llenan sus redondas pancitas.

El lobo aúlla fuerte
pero el bosque está lejos para ellas.
El bosque está
tan lejos
que apenas se dibuja
a través de sus ventanitas adornadas.

Pasan los días
los años y las vidas.
Pasan las ovejitas lanudas y lentas
por el camino vallado.
No miran a los costados
¡Ni se atrevan!

Desde aquí puedo verlas llegar
apuradas por irse a dormir.
Despreocupadas, calentitas
habitan en sus casitas pequeñas.

Afuera hace frío
llueve
el camino es peligroso
porque afuera
¡está el lobo!
que hace años me comió.
Y miren lo que me pasó:
Me volví planta de espinas
Me volví mariposa
Me volví caballo
perro y pez de mar.
Me volví mujer
Me volví huesos
Me volví tierra…Germiné.
Me crecieron otros ojos
piernas
manos fuertes.
Aprendí otro idioma
otra manera de caminar.
Todo ésto sucedió
por asomar mi nariz al bosque
Y encontrar al lobo.


Eva Lafranchini





jueves, 3 de marzo de 2016

Muerte por agua * Alejandra Pizarnik

Muerte por agua

Está parado. Y está parado de
modo tan absoluto y definitivo
como si estuviese sentado.
W. Gombrowicz


El camino está nevado, y la sombría dama arrebujada en sus pieles dentro de la carroza se hastía. De repente formula el nombre de alguna muchacha de su séquito. Traen a la nombrada: la condesa la muerde frenética y le clava agujas. Poco después el cortejo abandona en la nieve a una joven herida y continúa viaje. Pero como vuelve a detenerse, la niña herida huye, es perseguida, apresada y e introducida en la carroza, que prosigue andando aun cuando vuelve a detenerse pues la condesa acaba de pedir agua helada. Ahora la muchacha está desnuda y parada en la nieve. Es de noche. La rodea un círculo de antorchas sostenidas por lacayos impasibles. Vierten el agua sobre su cuerpo y el agua se vuelve hielo. (La condesa contempla desde el interior de la carroza). Hay un leve gesto final de la muchacha por acercarse más a las antorchas, de donde emana el único calor. Le arrojan más agua y ya se queda, para siempre de pie, erguida, muerta. 


Alejandra Pizarnik, La condesa sangrienta.



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Coordinación: Virginia Janza, Eugenia Coiro y Karina Macció.
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miércoles, 2 de marzo de 2016

Hora * Mariel Fini



El momento en el que desaparecen las corridas y se vislumbra la tranquilidad; las dos mil trescientas horas se reducen a un instante en el que siento la cercanía del pijama. La casa está en calma, es mi instante. Caliento la comida, mientras mi panza presiente algo. Me siento, el trasero se acomoda a sus anchas, pongo un tenedor en el plato y mis pies se aflojan en la ojota. Los dedos bailan olvidándose del trajín del día.
Son las once de la noche, hora en que sonrío con cada bocado, también ese momento en el que el brazo se rebela y atrapa la última porción de comida. Me regodeo, mis manos van a la panza y atrapan los pliegues de piel, los rollos me dice: “basta por hoy, eh”. Miro el plato, mi mente recupera recuerdos: ¡Es lo único en lo que pensás!¿Y yo y los chicos?. Agacho la cabeza no, no es lo único, pienso más de lo que creés. La mano se cierra y golpea la mesa “puta madre”. Levanto el plato y lo lavo, lo dejo escurriendo. Es blanco, veo: ¿No te das cuenta que esto no da para más? Suspiro, me rasco la cabeza “si”, puto “si”, cuando era “no”. Respiro, Los chicos se van a quedar conmigo y ni sueñes que los vas a ver .
En esos momentos busco mi whisky y me recuesto en el sillón. Pongo el vinilo de Chopin, entro en éxtasis. Los minutos pasan, mis párpados se cierran, pero algo me alarma: mi cuello se tensiona, basura, los brazos se ponen rígidos, idiota, mis manos quieren estrangular.
Me paro, a tientas avanzo agarrando objetos que se me van cayendo y busco. En el cajón encuentro la Glock, la tomo, la miro, suspiro y es el día. A la mierda, digo todo se va la mierda.


Mariel Fini, 2016.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.