En busca del Quiwwi
Capítulo 1
“Esto es aburrido”, pensaba mientras el maestro explicaba temas
avanzados sobre Literatura. El timbre sonó ─por fin─ los alumnos
se atropellaron para salir al recreo. Yo tardé un poco más porque
estaba guardando mis apuntes. Salí al patio. Mi amiga, Herty, me
sorprendió: me saltó por la espalda amistosamente, lo que era un
tanto irónico porque le sobresalía el mango de un cuchillo de su
bolso.
─Por dios ─dije─ no me asustes de esa manera. Herty sonrió.
Fuimos en busca de Ethan. Caminamos y subimos las escaleras. Llegamos
al segundo piso. Estábamos a punto de entrar al patio cuando nos
detuvo una voz levemente aguda. Era Alex. Con su habitual cara de
bobo, corría hacia nosotras por el pasillo. Nos adentramos por el
enorme patio-balcón del recreo. El calor y la
humedad me daban ganas de volver a adentro. Una baranda lo
separaba del colegio de enfrente. Las baldosas estaban algo rotas
dejando ver el piso de cemento. Pero, no, Ethan no estaba allí.
De repente, el sonido de los altavoces nos ensordeció a todos. Decía
algo como: “BIPPPP-ALEEEEX… HERTYYYY… BIP-CRASH… EEETHANNN Y
TANAAAMI-BRUP-BIP- VAYAN-A-LA-SALAAAA-DE-DE-DEL-TRING-DIRECCCT-BIP”.
Los tres nos miramos con cara de ¿qué rayos hicimos? Salimos
del patio, en donde el mensaje se hacía rumor como ráfagas de
viento. Al llegar al cuarto piso, Ethan nos esperaba impaciente.
Fuimos al cuarto suicida. Ahora que lo pienso, ni le dijimos
"hola". Cuando llegamos, el director estaba con cuatro
personas más. Sólo reconocí a Lita, una chica muy tímida a la que
había conocido en la primaria:
-Hola, Tanami -me susurró, aparentemente aliviada de encontrarse con
alguien conocido.
Pero el chico que estaba al lado de ella no me sonaba. Y también, la
doctora con el médico, esos dos...
Ya había pasado un año. Yo ya había cumplido 16, estaba en la
prueba del Quiwwi. Ethan ya había entrado. Una chica con la etiqueta
identificadora “NADIX” agarraba una carta. Me enchufaron unos
cables en la cabeza como parte de la prueba final. Una onda eléctrica
de baja frecuencia pasó por mi cerebro. Cuando el Quiwwi hizo el
sonido de finalización, salí de la habitación. Minutos después
una doctora ─la misma que ahora se encontraba en la oficina del
director─ dijo que mis resultados eran muy buenos. Ví a Nadix a
través de una vitrina de cristal. Súbitamente el Quiwwi rugió, la
habitación empezó a temblar, además de llenarse de humo y de
repente ¡BBRRRUUUMM! El Quiwwi había explotado llevándose a Nadix.
Volví a la Dirección.
-¿Esto se debe a lo del Quiwwi?- pregunté.
El director asintió.
"Este va a ser un largo, largo día", pensé.
***
El director dijo:
─Ustedes ocho fueron los únicos testigos de la explosión del
Quiwwi 01. Como sabrán, ustedes seis fueron los últimos evaluados y
tienen muy altas notas. Nadix tuvo uno de los mejores promedios según
el doctor aquí presente, Wally Kenson –el doctor hizo un ademán
con la mano saludando─ así que, uno de los dirigentes de la
misastía nos envió información para que ustedes ocho buscaran los
planos del Quiwwi.
Todos nos quedamos mirando al director. Este añadió:
─Ustedes tienen acceso al nuevo avión 05143. Por cierto, al sólo
tener 17 años, Wally Kenson y Emma Rings los acompañarán. Después
el director prosiguió informando que partiríamos al día siguiente
y más cosas aburridas.
Me quedé mirando al chico ¿cuál era su nombre? Sé que era muy
probable que lo hubiera visto cuando entré en la sala del Quiwwi,
"Zack", pensé, su nombre es "Zack". Cuando logré
volver de esa duda, el director decía que empacáramos nuestras
cosas, y así lo hicimos. Al salir del edificio me sentí un poco
melancólica. Especialmente por mi compañera de habitación.
En Oceanía la estructura de la vivienda era diferente a la que
existía a comienzos del siglo XXI. Aunque se mantenía en la mayoría
de los continentes, acá se había cambiado por razones de comodidad.
Los ciudadanos desde temprana edad se convierten en alumnos. Los
alumnos a partir de los 3 años viven con sus padres o en algún
orfanato. Todos los chicos de un año de edad viven obligatoriamente
con sus padres. Después los padres tienen la opción de trabajar
desde su casa, concurriendo a sus oficinas una vez al mes. Por lo
menos uno de los padres tiene que trabajar de esta manera para poder
cuidar a sus hijos. Si no pueden cuidarlos, tienen que enviarlos a
vivir a un campus cercano al centro escolar. Los alumnos de 12 a 14
años viven con alguien de entre 15 y 18 años. Ese es el sistema
educativo obligatorio. Después de esa edad, continuar estudiando es
optativo y se puede elegir con quién vivir.
Caminé por las calles desoladas, casi sin un alma presente. Tal vez
alguna mascota con su dueño. Busqué la calle de mi casa. Llegué a
"Purar 637 Piso 5° Departamento A". Abrí la puerta con
dos vueltas de llave en las tres cerraduras, todo estaba silencioso.
Entré por el hall entrada, observándome en los espejos que estaban
a cada lado de la pared. Mi pelo negro rojizo, mi
piel levemente tostada junto con mis ojos color jade. Llevaba
puesta una chaqueta de jean sin mangas sobre una remera azul, calzas
negras debajo de una falda verde y unas zapatillas y un bolso rojos.
Una campana sonó y ví un tren pasar. Había pasado demasiado tiempo
mirándome.
─Mierda ─dije. Subí rápidamente las escaleras caracol. El
primer piso pasó rápido. En el segundo y en el tercero perdí algo
de adrenalina. En el cuarto ya me había cansado. En el quinto ya
estaba hecha polvo.
Entré en mi departamento, la luz del sol me dió en los ojos. El
reloj indicaba las cuatro de la tarde. Había pasado prácticamente
una hora desde que había salido de la clase de literatura. Agarré
mi primera y única valija. Me la había dado mi papá en mi
cumpleaños número 13, "aaah, lindos recuerdos". Mi padre
había sido quien me había cuidado mis doce primeros años. Fueron
buenos tiempos. Cada vez que volvía de la jornada laboral mensual me
traía algún regalo. En cambio a mi madre la había visto muy pocas
veces, lo que no había ayudado para que nos conociéramos realmente.
Saqué casi todo mi placard. Ordené ropa interior, por un lado, ropa
para todos los días, por el otro y, finalmente, el calzado. Lo que
ocupó tres cuartos de mi valija. También metí un bolso, una
linterna, varios accesorios como aritos y collares, todo mi dinero,
dos libretas, una cartuchera y una pequeña colección de libros
que llenaron hasta el tope mi valija.
Ya eran las seis de la tarde, cuando mi compañera de habitación
llegó. Tenía unos 13 años. Sus padres recién la habían dejado.
Ella estudiaba enfrente de mi escuela.
─Tengo algo que decirte ─dije.
─Ya lo sé ─respondió.
─¿En serio?
─No, pero creo que lo sé.
─Mañana me voy a ir de Oceanía.
─Emm, ya lo había escuchado, Tani.
─¿Los chicos de la escuela?
─Sí.
Nos miramos por un largo rato.
─¿Cocino yo? ─pregunté.
Ella asintió.
Me fui a bañar por última vez en ese departamento. El resto de la
noche pasó rápido. Comimos unos fideos con manteca que cociné casi
sin hablarnos. Apagué las luces y nos fuimos a dormir. Tuve un
sueño. Soñé que caminaba sobre un prado de trigo, el cielo era
gris, de repente se oía una voz, pero entonces me desperté.
Débora R. (13 años), producido en los talleres de Siempre de Viaje.