miércoles, 29 de noviembre de 2017

Me desperté * Juanpi Ortigosa



Me desperté a las siete de la mañana, anunciaban 27º con 0% de probabilidad de lluvia. “Ya estaaaa, perfecto para ir en remera al laburo”. Agarré la billetera, las llaves y me fui.
Ocho horas en la oficina, encerrado. Me llega un mensaje de mi novia diciendo que estaba esperándome afuera. Salí a las seis de la tarde, confiado en lo que había escuchado en el noticiero, pisé afuera del edificio y el viento me pegó una piña en la cara. Un par de kilos menos y salía volando. Mica se acercó corriendo, me tomó la mano y nos fuimos caminando hasta mi casa.
Al principio fue tranquilo, de a poco avanzábamos y caían gotas, cada vez más y más, hasta que llegamos a la quinta cuadra y el cielo se nos venía encima. Corrimos desesperados hacia el veintiuno que estaba viniendo, nos subimos. Despreocupados hablábamos de nuestro día, cuando el colectivo empezó a sonar como si se destruyera. Estaba granizando.
Me asomé por la ventana, una piedra entró y casi me saca un ojo. La cerré lo más rápido que pude, mientras observaba la calle. Ya no era gris, estaba cubierta por un manto de rocas blancas, como si hubiera nevado. Mi novia me agarró del brazo, preocupada, estaba tan concentrado que casi no me había dado cuenta que el colectivo se había frenado.
Las luces se habían apagado y estábamos quietos, en medio de la calle. Tuve que hacerme el valiente. La gente estaba inmóvil, muda, contemplando el afuera con tranquilidad, pero con los ojos llenos de miedo. Solo podía escuchar las piedras golpeando el techo, tratando de entrar a la fuerza. Parecía una película de terror antigua.
Nos sentamos en el piso, haciéndonos espacio entre las piernas que nos rodeaban, y nos abrazamos. No sé cuánto tiempo estuvimos así, se sintió como si hubieran pasado horas. De golpe, el ruido cesó y las luces se prendieron. Las personas a nuestro alrededor nos miraban raro.
―¿Están bien? ―Nos preguntó un hombre, con preocupación.
―Sí sí, solo nos asustó la tormenta, gracias.
―¿Qué tormenta? 
Me di media vuelta, no había ni una nube en el cielo.



Juanpi Ortigosa, 2017
Desde los talleres de Siempre de Viaje.


domingo, 26 de noviembre de 2017

Intenso mar * Andrea Larrieu



Donde hubo cenizas
queda el fuego
esperando lo enciendas
en la orilla
noche de estrellas
arena cálida
espero tu espuma
trepando en la ola
envolviéndome 
con tu ímpetu
lamiéndome 
la sal impregnada.

Sé fuego encendido
yo leña que arde
sé mar embravecido
yo luna reflejada
en tus aguas
sé la noche que me hace perder
para encontrarme en el horizonte
asomada.



Andrea Larrieu, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje.


viernes, 24 de noviembre de 2017

Marco de arena * Federico Castro Walker



Volvemos a las tres, papá.
Los espero leyendo el diariome contestó.
Dejamos ese balneario, caminamos de la mano con ella, disfrutándonos. Tomábamos playa, olas y personas como nuestro marco. El tiempo a nuestra disposición. No importaba la hora.
De repente, con el sol más fuerte y un viento que lanzaba dardos de arena, otro marco se impuso.
Vamos a casa dijo ella poniéndole palabras al movimiento de la gente que abandonaba las sombrillas y se refugiaba en el pueblo costero.
No, papá espera recordé.
Desandamos el camino, el viento empujándonos, malhumorado. El sol espeso frenaba la vuelta.
Solitario combatiente contra el clima, la arena hasta los tobillos y la mirada puesta en el diario abierto e ingobernable; ahí estaba mi viejo, que había cumplido.


Federico Castro Walker, 2017.

Joaquin Sorolla y Bastida

jueves, 23 de noviembre de 2017

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Los ojos de los pobres * Charles Baudelaire


¿De modo que quieres saber por qué te odio hoy? Te será, sin duda, más difícil entenderlo que a mí explicártelo, pues creo que eres el más bello ejemplo de impermeabilidad femenina que cabe encontrar.
Habíamos pasado juntos una larga jornada que me resultó corta. Nos habíamos prometido que nos comunicaríamos todos nuestros pensamientos el uno al otro y que en adelante nuestras almas serían una sola; claro que este sueño no tiene nada de original, como no sea que ningún hombre lo ha visto realizado, aunque todos lo hayan concebido.
Al anochecer, como estabas algo cansada, quisiste sentarte en la terraza de un café nuevo que hacía esquina con un bulevar también nuevo y todavía lleno de escombros, que ya mostraba su esplendor inacabado. El café estaba resplandeciente. Hasta el gas del alumbrado desplegaba todo el fulgor de un estreno e iluminaba con toda su fuerza las paredes de una blancura cegadora, las superficies deslumbrantes de los espejos, los dorados de las molduras y cornisas, los mofletudos pajes arrastrados por perros con correas, las damas sonriendo al halcón posado en el puño, las Hebes y los Ganímedes ofreciendo con los brazos extendidos un ánfora con jaleas o un obelisco bicolor de helados con copete; toda la historia y toda la mitología puestas al servicio de la glotonería.
En la calzada, justo delante de nosotros, se había plantado un buen hombre de unos cuarenta años, con cara de cansancio y barba entrecana, que llevaba de una mano a un niño, mientras sostenía en el otro brazo a una criaturita demasiado pequeña para andar. Estaba haciendo de niñera y llevaba a sus hijos a tomar el fresco de la noche. Todos iban andrajosos. Los tres rostros estaban extraordinariamente serios y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con igual admiración, aunque diversamente matizada por la edad.
Los ojos del padre decían: “¡Qué precioso, qué precioso! Se diría que todo el oro de este pobre mundo se ha concentrado en esas paredes”. Los ojos del niño exclamaban: “¡Qué precioso, qué precioso!, pero ése es un sitio donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros”. En cuanto a los ojos del más pequeño, estaban demasiado fascinados para no expresar más que una alegría estúpida y profunda.
Dice la letra de una canción que el placer hace a las almas buenas y ablanda los corazones. Por lo que a mí se refería, la canción tenía razón esa noche. No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me sentía un tanto avergonzado de nuestros vasos y de nuestras jarras, mayores que nuestra sed. Había dirigido mis ojos a los tuyos, amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me había sumergido en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habituados por el capricho e inspirados por la luna, cuando me dijiste: “¡No soporto a esa gente con los ojos abiertos como  platos! ¿No puedes decirle al encargado del café que los eche de ahí?”
¡Hasta qué extremo es difícil entenderse, ángel mío! ¡Hasta qué extremo es incomunicable el pensamiento, incluso entre aquellos que se aman!


Charles Baudelaire, El spleen de París.


Manet. Coin de café concert. 1880

martes, 21 de noviembre de 2017

A la una de la madrugada * Charles Baudelaire

¡Al fin solo! No se oye más que el rodar de algunos rezagados y desvencijados carruajes. Durante unas horas poseeremos el silencio, ya que no el reposo. ¡Por fin!; ha desaparecido la tiranía del rostro humano y sólo sufriré por mí mismo.

¡Al fin me está, pues, permitido relajarme en un baño de tinieblas! Ante todo, doble vuelta a la cerradura. Pienso que esa vuelta de la llave aumentará mi soledad y hará más fuertes las barricadas que ahora mismo me separan del mundo.

¡Horrible vida! ¡Horrible ciudad! Recapitulemos la jornada: haber visto a varios hombres de letras. uno de los cuales me preguntó si se podía ir a Rusia por tierra (sin duda tomaba Rusia por una isla); haber discutido generosamente con el director de una revista, el cual, a cada objeción, respondía: "Este es el partido de la gente honesta", lo que implica que los demás periódicos están hechos por tunantes; haber saludado a una veintena de personas, quince de las cuales me eran desconocidas; haber estrechado manos en la misma proporción, y ello sin hber tomado la precaución de comprar unos guantes, haber subido, para matar el tiempo, durante un aguacero, a la casa de una mujer casquivana que me rogó le diseñara un vestido de venustez; dar la coba a un director de teatro, el cual, al despedirme, me decía: "Tal vez hiciera mejor en dirigirse a Z...; es el más plúmbeo, el más tonto y el más celebre de todos mis autores; quizás con él pudiera usted llegar a algo. Véale y después nos veremos"; haberme vanagloriado (¿por qué?) de algunas viles acciones que nunca he cometido y haber negado otras fechorías que hice con gusto, delito de fanfarronería, crimen de respeto humano; haber negado a un amigo un fácil servicio y dado una recomendación por escrito a un perfecto sinvergüenza. ¡Uf! ¿Eso es todo?

Descontento de todos y descontento de mí, bien quisiera rescatarme y recobrar algo de orgullo en el silencio y la soledad de la noche. Almas de aquellos a quienes he amado, almas de aquellos a quienes he cantado, reconfortadme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los corruptos vapores del mundo. ¡Y Vos, Dios mío, concededme la gracia de hacer algunos versos bellos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio!



Charles Baudelaire, El spleen de París.

Edouard Manet


domingo, 19 de noviembre de 2017

secreto * Sabri Rayo Canción




secreto 

a la hora de la siesta
el aire gira en el jardín
una flor rompe el cemento
un segundo suspende el tiempo
nos miramos a los soles 
y las estatuas
bailan.











Texto y collage de Sabri Rayo Canción, 2017.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Soy un protón-electrón recargado * Maricel Witomski


Soy un protón-electrón recargado
reboto entre magnetos
soy energía macerada
un punto único
átomos de furia excitándose
acumulándose en moléculas ovilladas
una antipartícula
un cuerpo de campanazos rajando vidrios
no hay freno
tambalea el equilibrio de la materia
inclinando el universo
el cielo vuelca su inmensidad dentro de mí
salto entre elipses girando
con el spin desatado
viajo por órbitas internas
disparando contra corpúsculos de historia
no hay antídoto para el fin
mis piernas caminan en círculos
neuronas despeinadas
se aferran a la lógica perdida
no conectan
no coordinan


pequeñas explosiones espaciales
detonan las manos
amnesia de mis formas primitivas
aturdida de excesos,
de luz
el aura cósmica me penetra
estrellas, cometas, agujeros negros


Estallo


con mi anarquía liberada
me acoplo al caos de las cosas que pasan.



Maricel Witomski, 2017.
Para Minuto Caos.



Loui Jover












jueves, 16 de noviembre de 2017

Minuto Caos * Federico Castro Walker


Me desorganiza. 
Me hace lento el progreso. 
Tiene una especie de simpatía. Del amigo denso que nos tira para atrás. 
No es capaz de remover las más profundas estructuras. Para nada. Igual, es muy eficaz complicando, diría invencible. Como en una práctica de lucha contra alguien resbaloso. 
Él cuenta con aliados letales: mi falta de atención, mi memoria inmediata renga y el dejar para después. Con eso solo me derrota. Casi siempre. 
No es que me impida hacer. Sí, en cambio, se ríe de mis proyectos ordenados y los va deshilachando. 
No llega a caos, ni de cabotaje. Le tengo más cariño del que quisiera.



Federico Castro Walker, 2017.
Para Minuto Caos.



miércoles, 15 de noviembre de 2017

Caos * Guille Manuel



Una señora estaciona el auto mientras grita: ¡Marina no te comas los mocos!. Marina salta en el asiento de atrás, se come los mocos y grita: ¡Marina no te comas los mocos con estofado!, entonces la madre choca contra el auto de atrás y el de adelante haciendo sonar las alarmas de ambos mientras las dos gritan al unísono. Justo cae un meteorito aplastando el auto y a ellas que quedaron cual figuras de libro de anatomía. Del meteorito, que se parte en el impacto, sale un nene vestido de rojo y azul que exclama: tengo que salvar al mundo de los malos... y sale volando. Entonces a la señora del puesto de flores, que vio todo, le da un sincope y se caga encima haciendo que el ciclista que pasaba se resbale y vaya a dar contra el acueducto que estaban arreglando y un gran chorro de agua ascienda generando una lluvia falsa. Entonces la chica china que esta sentada en el café de enfrente piensa: chuan chin chun chen chin chong, que en subtítulos se lee: que tiempo loco, ya no se puede confiar ni en los meteorólogos.


Guille Manuel, 2017




martes, 14 de noviembre de 2017

Caos * Beto Chiariotti


  Les recuerdo a todos que yo fui alga. Durante doscientos años acampé en el fondo soleado del mar. Me mecí en el suave corriente de la profundidad. Me empapé de soledad y aburrimiento. La luna alguna vez cantó su canción. En ese tiempo sólo vi pasar tres peces por mi zona. El primero fue un pez espada brillante y señorial que seguía su destino. Un túnel de agua en el agua era su vida lineal. Su tiempo. Los ojos mudos hacia adelante con perfecto andar. Compartimos el mundo por unos segundos y siempre tengo la duda de si me vió.  
  Algunas décadas después fui despertada de mi letargo por el paso lento del pez dios. Tan despacio avanzaba que tuvimos una charla de un año, hasta que no nos oímos más. Obtuve en ese encuentro divino, las respuestas a las cuestiones que más aquejan nuestro ser. El gran problema fué la complejidad de las respuestas. Es muy difícil para nosotros, seres intermedios, entender la lengua de la deidad. Guardé todos  sus verbos en nuestra memoria inmaterial y dediqué cada instante de mi último siglo a descifrar el haz de sabiduría con que fuí iluminado. 
  La vida casi inmóvil que transitaba y el aislamiento fueron un buen ambiente para la reflexión. Sin esa ocupación mi destino era la locura, la degradación por no soportar ser alga. Después de mucho esfuerzo había comenzado a descifrar las claves del universo. Los límites comenzaban a expandirse. Cuando las formas perdían su sentido ante el orden cósmico, cuando vislumbraba la disolución en la deidad, sucedió algo desquiciante.
  El pez japonés, cuya existencia era negada por todos; y cuando digo todos los incluyo a ustedes que ahora deciden mi destino, se materializó delante mío clavándome una mirada desesperada. Una frase tremenda e inexplicable rompió el silencio de la profundidad. "El agua es la sal y el caos". Dicho esto explotó en pedazos. La arena y el mar se fundieron en una masa descontrolada. Fui arrancada de raíz al igual que todos los seres vivos de allí abajo. Rodábamos, chocábamos y nos desarmábamos con violencia. Fuimos arrasados y reducidos a partículas. 
  Nada tuve que ver con la destrucción del tercer planeta, como acusan cobardemente los cófrades. Ni siquiera pensé en el apocalipsis fuera del mar. Mi único error fue escuchar al pez japonés y quizás a la deidad. Decidan como quieran. La apertura del agujero negro donde el caos es la nada ya es irreversible. Me llevo el consuelo de no volver a ser una maldita alga.


Beto Chiariotti, 2017.
Para Minuto Caos.







lunes, 13 de noviembre de 2017

Que sepa abrir la puerta * Mariana Cambaberi




Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte,
ese acto por el cual todo podría transformarse,
se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano.
Julio Cortázar




Me niego a
chequear
si no me olvido las llaves
si me olvido las llaves
dos veces
chequear
si tengo todo
si no tengo todo
y entonces sí
agarrar con toda la mano el picaporte
empujarlo 
hacia 

                                               abajo
(jamás hacia arriba)
en piloto automático
Me niego a 
abrir
sin abrir 
de verdad 
la puerta
ver siempre 
la misma calle
el mismo árbol
la misma casa de enfrente
Todo está en su sitio
                                                               ni más allá
                                        ni más acá
en su sitio

Me niego a
tanta ubicuidad
tanta sed de permanencia

Otra vez
chequear
si tengo todo
si no tengo todo
y entonces sí
agarrar con toda la mano el picaporte
sentir
sin sentir
el frío del metal entre los dedos
Me niego a
abrir
la puerta
y ver siempre
calle
árbol
casa de enfrente
Todo tan igual
tan repetido
tan cementerio
Me niego a 
la rutina de abrir
sin abrir 
la puerta 
a la certeza de la misma calle
la seguridad del mismo árbol
la satisfacción de la misma casa de enfrente
la tranquilidad de que todo esté resuelto de antemano

Me niego a 
mí misma
y entonces sí
agarrar con toda la mano el picaporte
abrir-me
por completo
hacerme reversible
cerrar 
sin cerrar
los ojos
para por fin poder ver
que hay
del otro lado.



Mariana Cambaberi, 2017.



viernes, 10 de noviembre de 2017

el ritmo versa * Eugenia Coiro



el ritmo versa se mece besa
el ritmo verso el ritmo sueño
yo verso el verbo el poema el vuelo
ahueco el gesto
hasta el hueso verbo 
el verso se apoya 
sin suelo sin cielo
en el ritmo en el tiempo 
comienza el juego 
:

el verbo creo la voz
a imagen y semejanza
igualita 
qué pequeña 
vocecita 
nació
entre grititos y llanto
un murmullo de lenguas
acunada en una torre muy muy alta 
que se desmoronó
un lío como ahora 
que
el ritmo se rompe
                        y hay agujeros 
           y caras con agujeros
el ritmo roto
rompe
mi voz 
quiebra
mi voz
rota
rota
gira tómbola hasta que 
el amor hace el poema 
de nuevo el verso 
desde cuerpo 
el ritmo verso el verso sueño
el verso verbo
hasta el amor



Eugenia Coiro, 2017.





jueves, 9 de noviembre de 2017

Afuera * Federico Castro Walker


Me rodean paredes de piedra, rojas a la luz de un fuego de lava que sale por las grietas en el piso. De un rojo fosforescente. Miro hacia todas partes. Quiero huir como sea. El aire es denso y asfixiante. La cueva es parte de un túnel. Hacia la izquierda el fondo es más rojo y suben volutas de humo. Voy hacia el lado opuesto. Con la débil esperanza de una salida. A los costados, tallas tamaño natural de monstruos sostienen el techo bajo. El reflejo oscilante de los fuegos sobre las superficies les da aspecto viviente. Trato de no darle lugar al terror que me invade. Los autores de las estatuas pueden estar muy cerca. Cuido el paso, para no ser oído o atascarme en las heridas rojas. No entiendo por qué estoy acá. Lloro sin lágrimas. El tiempo se me hace interminable. 
Las grietas se van espaciando. El aire, aún caliente, es más respirable. Las hendiduras desaparecen. Las siluetas de las figuras me siguen amenazando. Sus rostros, máscaras de sonrisas torcidas y colmillos filosos. El espanto se me agolpa en el cuello, preferiría enfrentarme a cualquier criatura antes que este miedo. 
Veo menos. Siento una corriente de aire fresco, sale de una cavidad y me meto en ella arrastrándome en la oscuridad. Mis ojos se adaptan, emanan un destello de luz. El aire me orienta cuando se abren bifurcaciones. La cavidad se va haciendo aún más estrecha. Casi no me puedo mover. El corazón se me acelera al infinito. Un animal me puede encontrar así indefenso. Me rebelo, agitándome hacia adelante. Ahora el agujero se vuelve apenas más amplio y describe una curva. No me quiero ilusionar, la frescura es intensa y hay algo de luz, difusa. El espacio se agranda. Ya puedo caminar inclinado. Ahora normal. Me siento libre. Por fin veo una salida abierta y de fondo el cielo. 
El aire y la hendidura abierta me recuerdan quien soy. Ahora temo seguir adelante. Miro mis pies y mis manos con ojos incandescentes. Me toco el pecho agrietado, los dientes como cuchillos. Soy de ceniza, roca y lava. Ya no importa. Salgo a ver el día y respirar a pleno por primera vez, antes de que el sol me convierta en piedra.



Federico Castro Walker, 2016.
Desde los talleres de Siempre de Viaje para Minuto Fuego.


miércoles, 8 de noviembre de 2017

Karina Macció en Caos

ojos pegados
media
pie frío
quiero un mate ya
no hagas ruido
silla que chilla
celular
face y más face
ELIPSIS ELIPSIS ELIPSIS
mate
agenda
te saludo
te amo
la puerta se abre
piecitos que se arrastran
pis
canilla
¿Es temprano mamá?
piecitos que se arrastran
¿Cómo es tu día?
No sé
agenda
BLANCO BLANCO
¡Mirá!
pájaro posado en la baranda
piar tras el vidrio
aleteo
desaparición
mate mate mate
ELIPSIS
mensaje
whatsapp
audio no!
escribo
mate mate mate
este poema no va
ELIPSIS
leo
qué genial
dale
escribir así
mate
apuntes
notas
BLANCO
Tengo hambre
Sí, mi amor
ELIPSIS ELIPSIS ELIPSIS
no voy a terminar esto no voy a contestar no voy a arreglar
nada
INTERRUPCIÓN
más hambre
tos tos tos
leoncito!
upa
a ella le hacés upa
tos más tos
moco
Sonate la nariz
servilleta
ELIPSIS
la ropa!
Hay que lavarla de nuevo
Buen día, te amo
timbre
portero
CORTE
aspiradora
no hay bolsa
por favor, igual te pido, la alfombra limpiala
por favor!
jarabe
el termómetro
niñera confundida
se apagó el calefón
desnuda
ELIPSIS CORTE
toallón
frío rajante
viento que azota
BLANCO
sarpullido
crema
es mío!
no no no
Dejame
Ella me pegó primero
Basta!
no no no
No tomaste la leche
gritos
desconcierto niñera
qué me pongo
18 grados
sol
nubes
inestabilidad
rayitos de trueno dibujados
INTERRUPCIÓN
no me quiere prestar su tijera
dásela
no no no
CORTE
estornudo estruendo
agarrá un pañuelo
no hay más
servilleta
no hay más
rollitos
no hay más
mucho moco
lista de farmacia, de súper, tareas
caos
120 minutos
ELIPSIS ELIPSIS ELIPSIS ELIPSIS
voy a llegar tarde
mamá no
Dame un beso
no
Dame un abrazo
Ufaaaa!
No quiero que te vayas
Vení
llego tarde
¿Te lavaste los dientes?
casi no hay pasta
Te ayudo
INTERRUPCIÓN ELIPSIS
bajo corriendo
tengo calor
caos
ELIPSIS
tengo frío
me olvidé de agarrar plata
CORTE ELIPSIS
reorganización general
solo llegar
reinicio
llegar
estar ahí
prestar atención
acá
estate entera
un rato


Karina Macció, 2017.



martes, 7 de noviembre de 2017

caos * Nicolás Alonso



mirar al frente 
siempre al frente 
de no ser posible 
buscar el piso 
la vereda 
no dejar nunca de caminar 
circular 
evitar el contacto 
las personas 
en lo posible 
caminar 
circular 
escuchar música 
evitar el contacto visual 
los tachos de basura 
evitar los contenedores 
circular 
escuchar música 
subir el volumen 
bajarlo solo de ser inevitable 
oír 
responder: 
͞no
 te agradezco͟
responder: 
͞no
 gracias͟ 
relentizar el ritmo 
nunca detenerse 
quitar la vista 
caminar 
no dejar que nada 
perturbe 
moleste 
circular 
mirada inaccesible 
que nada incomode 
de sentirse perturbado 
conservar la calma 
hacer como que 
no se oye 
de ser posible anticiparse 
evitar la trayectoria 
no interferir 
hacer como que 
no se percibe 
nada fuera del cuerpo 
del límite externo de la piel
conservar la calma 
conservar la piel 
conservar los bienes 
circular



Nicolás Alonso.
De la serie Palacio de Justicia, 2017.