martes, 31 de diciembre de 2013

Feliz 2014




Año Nuevo - Rubén Darío



A las doce de la noche por las puertas de la gloria 
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre, 
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria, 
San Silvestre. 

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara, 
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión; 
y el anillo de su diestra, hecho cual si fuese para 
Salomón. 

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, 
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur; 
y colgada sobre el pecho resplandece la divina 
Cruz del Sur. 

Va el pontífice hacia Oriente ¿va a encontrar el áureo barco 
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero? 
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco 
del Arquero. 

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno 
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar; 
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno, 
y le cubre los riñones el vellón azul del mar. 
Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora; 
doce aljibas, cada año, para él trae el rey Enero; 
en la sombra se destaca la figura vencedora 
del Arquero. 

Alredor de la figura del gigante se oye el vuelo 
misterioso y fugitivo de las almas que se van, 
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo 
con sus alas membranosas el murciélago Satán. 
San Silvestre bajo el palio de un zodiaco de virtudes, 
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales 
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes 
Inmortales. 

Reza el santo y pontifica; y al mirar que viene el barco 
donde en triunfo llega Enero, 
ante Dios bendice al mundo; y su brazo abarca el arco 
y el Arquero.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Siempre de Viaje en el diario Clarín

Siempre de Viaje entre los sitios para abrirse a la escritura en Buenos Aires

La oferta es amplia y variada. Buenos Aires es una ciudad donde muchos de sus habitantes sueñan con desarrollar una veta artística, como puede ser la escritura, y los talleres literarios aparecen como un lugar desde el cual poder desenvolverse mejor en el mundo de las Letras. Sin embargo, no todos llegan a esos encuentros atrás de un mismo objetivo. 

“La principal motivación por la que se acercan es que quieren desplegar su escritura: son personas que escriben o han escrito en su vida, pero no tienen con quién compartirlo desde un punto de vista crítico. Buscan un lugar donde puedan leer lo que escriben y tener una devolución que les permita desarrollar con más seguridad lo que quieren decir, o incluso descubrir qué quieren decir y cómo”, sostiene Karina Macció, Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, y creadora de “Siempre en viaje”, un taller de lectura y escritura de poesía y narrativa, que funciona en el Abasto, pero que también vence a la distancia y se dicta por Skype.

Para Juan Morris, secretario de redacción de Rolling Stone Argentina, en cambio “casi todos empiezan como una forma de terapia: el 0,1 por ciento quiere dedicarse a escribir, el resto sólo quiere vivir mejor, tratar de sentirse menos alienado, desarrollar un costado creativo. La escritura para ellos es la forma de abrir un canal expresivo hacia sí mismos, una forma de autoconocimiento”, sostiene, quien coordina un taller de escritura creativa y crónicas periodísticas.

Paz Azcárate vino a Buenos Aires desde su Lobos natal para estudiar Ciencias de la Comunicación en la UBA, y paralelamente a su carrera, aprovecha la oferta de cursos y talleres. “El último que hice duró un trimestre, una vez por semana. Lo que más me gustaba es que producíamos todo en la clase, lo compartíamos en el momento, y lo que salía era un poco más ‘espontáneo’. Eso de alguna manera te permite superar algunas trabas del proceso, como darle muchas vueltas a un asunto y quizás terminar abandonando el texto. Por otro lado, antes me costaba un poco mostrar lo que escribía, y la dinámica del taller te obligaba a hacerlo, entonces en ese sentido puedo afirmar que conseguí lo que buscaba cuando lo comencé”, se sincera.

A pesar de que nunca sobran los cupos en los grupos, existe de parte de ciertas personas algún recelo sobre los cursos. “Tal vez no un prejuicio, pero si existe la idea de que los talleres no sirven. Hay algo cierto: no todos nacen para jugar al fútbol, no todos nacen para ser abogados, y la literatura no es una excepción”, sentencia Hernán Isnardi, director de “La máquina del tiempo”, una revista de literatura que tiene más de quince años de vida, y además coordinador de talleres de lectura y escritura de poesía y narrativa. “Hay gente que nunca va a aprender a escribir literariamente. Pero creo que el taller es el lugar para saber que no, o para despegar y proyectarse”, asegura.

En ese sentido, Maccio cree que existe algún recelo para con los talleres dentro del ámbito literario. “Hay muchos escritores que no creen en hacer taller, hay muchas personas que piensan que cambiará su escritura de una manera que ellos no quieren, que impondrá un estilo ajeno, probablemente el del coordinador. Pero en mi caso, creo que el taller cambia tu escritura en tanto la experiencia de realizarlo te cambia a vos mismo. El grupo hace que la escritura sea menos solitaria, más abierta, más lúdica, más arriesgada, porque nos permitimos probar cosas que solos no nos habríamos animado o ni siquiera se nos habría ocurrido”, agrega.

“El mundo de la literatura acá es tan chiquito, que asumo que está lleno de recelos”, sostiene Morris, “pero lo más importante, lo nuclear del taller, es encontrar que tiene para escribir cada persona, qué tiene para contar que nadie más pueda contar, lo que vienen a sacarse de adentro. Y a partir de ahí, el trabajo es profundizar desde dónde sacar la escritura. Es como encontrar un pozo de petróleo: empieza a salir un chorro con mucha fuerza, que estaba ahí guardado. Después, obviamente se calma, pero es impresionante al comienzo”.



Mirá la nota completa en Clarín del 26/12/2013:

domingo, 29 de diciembre de 2013

jueves, 26 de diciembre de 2013

Andrés Boselli: MINUTO HOT

.


Busqué en el reloj que detiene el tiempo
donde se oculta el deseo
allí moraban pequeños ángeles azules
lozanos, alegres y perversos
aunque bailaban y reían
parecían sedientos
Loretta Lux
“¿Por qué aun retozando y brillando
no parecen satisfechos?”
les pregunté
“Porque vivimos al pulso del amor”
contestaron
cavilaba sobre esta respuesta
cuando una figura oscura me distrajo
estaba oculta, espiando 
anhelante
Mis ojos la buscaron
pero las bocas áureas me reclamaron
 “míranos reír siempre”
escuché decir a los ángeles

Noté en sus voces un tono de advertencia
comprendí que sonreían
de espaldas a la muerte


Andrés Boselli

Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje

martes, 24 de diciembre de 2013

Ray Bradbury - Cuento de Navidad


El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocas onzas, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué...? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
-Oh -dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero... -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.
El padre le prestó su reloj. El niño lo sostuvo entre los dedos mientras el resto de la hora se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Juan Ramón Jiménez - Navidad



¡La candela en el campo!... Es tarde de Nochebuena, y un sol opaco y débil clarea apenas en el cielo crudo, sin nubes, todo gris en vez de todo azul, con un indefinible amarillor en el horizonte de Poniente... De pronto, salta un estridente crujido de ramas verdes que empiezan a arder; luego, el humo apretado, blanco como armiño, y la llama, al fin, que limpia el humo y puebla el aire de puras lenguas momentáneas, que parecen lamerlo.

¡Oh la llama en el viento! Espíritus rosados, amarillos, malvas, azules, se pierden no sé donde, taladrando un secreto cielo bajo; ¡y dejan un olor de ascua en el frío! ¡Campo, tibio ahora, de diciembre! ¡Invierno con cariño! ¡Nochebuena de los felices!

Las jaras vecinas se derriten. El paisaje, a través del aire caliente, tiembla y se purifica como si fuese de cristal errante. Y los niños del casero, que no tienen Nacimiento, se vienen alrededor de la candela, pobres y tristes, a calentarse las manos arrecidas, y echan en las brasas bellotas y castañas, que revientan, en un tiro.

Y se alegran luego, y saltan sobre el fuego que ya la noche va enrojeciendo, y cantan:

...Camina, María,
camina José...

Yo les traigo a Platero, y se lo doy, para que jueguen con él.


Juan Ramón Jiménez, fragmento de Platero y Yo.


sábado, 21 de diciembre de 2013

Ruin campana: traducción libre de Ricardo Czikk



RUIN CAMPANA


En el comienzo ellas anuncian
que venimos a ser mejores
tañen al viento
hacen sonar de felicidad
suponen utopías de hombre
que darán de sí lo mejor
pero el sonido es también grave
Saint Giles, Charles Altmont Doyle
presiente lo peor que está dormido
la bestia yace en su interior
egoísta brutal masivo
será capaz de asesinar

Pero
¿no hay nada que podamos hacer?
No, nada

Los campanarios enmudecen
evitan que inunden el mundo
inmundicias abundantes
haciéndolo más inmundo.

Protegidos por leyes
es eso que colma
hace que vayas a vomitar
nadie nunca ha escapado
el silencio que han provocado

Creo que ellas volverán
a columpiar su badajo
cuando noten mi humanidad
dejar lo ruin, que cruja
que se estruje
que se pudra
férreas sonarán
cuando mi yo muera
cuando deje nacer
mi verdadera bondad



Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje, por Ricardo Czikk a partir de la traducción libre del texto original de Poe, buscando la musicalidad y la emoción más allá del sentido. 

viernes, 20 de diciembre de 2013

EL Y-O-TRO - Andrés Boselli


Helen Sear


EL Y-O-TRO

Serpenteo los caminos angostos de la ruta barilochense. Las copas de los árboles transcurren veloces por mis pupilas, mientras siento el sudor en mis manos que parecen resbalar sobre el volante del auto. Cada curva descubre el paisaje majestuoso de montañas de finos techos blancos, pero mi concentración solo persigue el acechante margen de la ruta. El auto bordea el acantilado, que se derrumba en abrupta pendiente hasta la orilla del lago. Siempre sentí vértigo por la posibilidad de desbarrancar, volar por el precipicio y estrellarme contra las rocas.
Pestañeo y el paisaje se diluye, se ausenta. Siento a mi conciencia desaparecer del espacio, como prisionera de una dimensión distinta. Yo manejo el auto pero yo, ya no soy yo. Es mi cuerpo el que se dirige sin destino; quien dobla cada curva sinuosa. Es él quien está ahí pero yo solo sé que habito en ese momento pero mi mente... quizás... ¿mi alma? No está allí. Me ahogo en un zumbido fantasmal como presagio de próxima muerte. No tengo el control de ese cuerpo que navega solo y oscila en el asfalto, que puede caerse y desaparecer en un instante. Hago un esfuerzo por estar en la situación pero no puedo, solo me hundo en ruego amargo: que esta pesadilla termine. Y a medida que el auto avanza por la ondulada forma del camino, yo me siento cada vez más lejano. Me apresa una fiebre de temor, de angustia fatal. Preso sin cuerpo. El juego de un timador que maneja mis hilos como titiritero cínico, invisible, mofándose de mi ansiedad. Soy un espectador divino de la efímera suerte de un mortal, pero sé que este Dios está atado a su destino. Quiero llorar, gritar pero soy mudo y aquello es sordo.
Ya la pequeña sensación de control se disipó del todo. Solo imploro porque el cuerpo conserve el dominio, que se maneje automático hasta destino; que sortee cada curva impulsado por el ciego anhelo vital. Querría presenciar cada pliego de la ruta, afirmado al volante como guardián inquilino. Pero veo al jinete ausente con indiferencia pisar el recodo irregular del asfalto. El auto se desborda, no se amolda a las sutilezas del camino. Lo veo flotar en el aire, dirigiéndose de frente a las rocas afiladas. Todavía navego en el pensamiento, sobrevivo. Suplico el milagro, el fin de la pesadilla. No ser ese. El otro, el que vuela buscando el ocaso. Que sea totalmente ajeno, solo una mala película de acción con un doble en mi papel. ¡No soy él! No puede adueñarse de mi destino sin dejarme jugar una carta. Me niego en el instante fatal, bronca, miedo, compasión por mí, impotencia, solo sin fuerzas ya. No siento nada mientras veo a mi cuerpo dirigirse hacia su fin. Nada.
Solo una luz que se apaga. 

Andrés Boselli


Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de los argumentos para cuentos de Nathaniel Hawthorne compilados por Borges y Bioy en Historias Breves y Extraordinarias.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Campanas, una traducción libre de Ricardo Czikk: Bells




BELLS 
I
Ahora las campanitas
Bells, Brenda Ferguson
plateadas y chiquitas
tintinean y algo anuncian
cómo hacen tin tilín tilín
en el aire helado nocturno
mientras las estrellas alumbran
un trineo abandonado
los cielos repiquetean
con delicioso bienestar
en una suerte de rima rúnica
una inagotable fuente musical
del tin tilín tilín
un incesante tintineo 
de campanas que se agitan

II
Ahora las melosas campanas nupciales
son doradas
qué mundo tan bello desean amables
en el balsámico aire de la noche
su placer traen como derroche
con notas bien marcadas
como en tonadas
flotan en un líquido muy espeso
donde se esconde una tortuga oscura
sobre la luna
viene de pequeñas celdas sonoras
una sinfónica armonía de colores
¡cómo se derraman!
¡cómo se evaporan!
al futuro se dirigen
al rapto que maldicen
son sonoras son sonantes
campanas que vibran
son sones que repican
con su tan tan tan
son sonidos que asaltan
son sones que asaltan

III
Escuchen el alto sonido
el bronce campanea
una historia terrorífica trae su tañido
en el oído de la noche
chirrían y crujen
hacen que las almas se estrujen
demasiado para hablar
mientras comienzan a temblar
del son que los asona
desde el clamor del atractivo fuego
desde el frenético grito que azota
ascendiendo nota a nota
con un exasperado deseo
y un revuelto meneo
mirando la pálida cara de la luna
¡qué desesperante!
las campanas traen su talante
cómo se muestran y empujan
una a otra se impugnan
cuando tañe una
lo hace la otra
cómo el peligro se destila
en la furia de las campanas
su badajo pega desde lo bajo
en un son que resuena
un resonar que es consonante
son los tom tom tom
del campanario que mira al levante

IV
Ahora las campanas cobran su peaje
son de hierro
solemne su monótono son
en la quietud de la noche
cómo temblamos de frío
ante el amenazante sonido
su melancolía de corazón
por cada tono que se eleva
de la arena clavada en sus gargantas
se hace un rugido
y la gente, ay sí, la gente
que habita en el desierto y en la estepa
ellos rolan, se acomodan, moran
en la áspera y monocorde
gloria efímera
que clava una daga
en el corazón más sensible
no importa ni son
no son hombre o mujer
no son santos ni demonios
solamente son bestias 
devoradoras de carne adamita
sacadas de antiguas leyendas
que guardan el tiempo y 
más tiempo
en una rima que promueve desazón
cuando suena aquel son
de campanas que atronan
con tu tum tum tum
con su oscuro tum
campanas férreas
campanas que dejan sin sazón
quiebran el plexo 
obstruyendo el corazón.




Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje, por Ricardo Czikk a partir de la traducción libre del texto original de Poe, buscando la musicalidad y la emoción más allá del sentido.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Mãe Mam Majá, de Salvador David Nazareno


Mãe

Mam 

Matro

Mère

Mem

Mátahir

Mom

Majá

Madre misma.
Mi Medea.
Moribundo mamo de tus mamas
maná emana,
tu mano amansa inmaculada.
Madre casta. Casta sagrada
Cuesta mamita. Casta maldita

Matriarca.
no se asuste por esta magaña
mama mansa, mala maña,
magma de magín, magno matricidio.
“Maldito quien mata su propia casta”

Amasada en nanas por mis manos,
manos malas,
nanas cual dagas malsanas dañan.
Masacran. Machacan. Matan.
Mansa maña
Mama calma.
Mama insana.
Mañana…
Mañana mama.
Mañana amanecerás enmarañada.
Mañana mamaré tus mamas blandas.
Morderé tus manos blancas.
Miraré tu mueca hueca.
Lameré tus magras nalgas.
Oleré tu miasma vana.
Honraré el nombre, hombre.
Beberé el calostro, rostro del horror,
que sordo escucha de las mierda misma
Emanar un mito misericordioso
“Maldito quien mata su propia casta”
Castiga esta casta vasta.
¡BASTA MALDITA!

Mañana mama.
Mefistofeles
moverá mi mano.
Manchará mi mente.
Moldeará mi mal.

Matará a mi madre.



Salvador David Nazareno.

Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.


"Danza ritual", Esteban Ruiz.

Intemperie, Lorena Suez



Intemperie

Yo no creí que luego de Áspero vendría Reseco. Aluciné, entre fantasmas, que Áspero era una temporada de años acostumbrados a repetirse a sí mismos. Que la llegada de los invitados itinerantes Amargo y Frío serían cosa de contar con los dedos de una mano. Pero armaron su carpa bien cerca y se aparecían. Incluso alguna vez se quedó a vivir Amargo mientras los días eran una colección de oscuras columnas apiladas. 
Calor no vendría nunca más como al principio, eso sorprende porque más de una vez amagó con reaparecer pero no era más que tibieza, humedad o el calor atmosférico en fricción con la piel. En el recuerdo no quedaba el corazón a saltos y las partes disponibles de la anatomía ya no lucían alegres. Nunca como durante aquellos siete años que se convirtieron después en explanada sin retoques, en meseta. 
(Aridez). 

Helen Sear
Aridez se dejó estar, apoltronada entre todos los objetos y al aire del sol se resecó más convirtiéndose en una Aridez de otro planeta sin aguas en las profundidades de la tierra, como de otra cualidad, reinventándose a sí misma. Lo curioso es que no se quebraron los frutos ni las flores, lo asombroso es que Aridez los encontró pendiendo de su biología y los petrificó en su belleza inmortal. Cosa de recordar, siempre recordar. Quizá por eso punza. Por los recuerdos de las flores bellas, de los brotes que prometían y que se quedaron ahí encerrados en sí mismos, mirándose la existencia, impotentes para crecer. Hermosos y muertos.  
Reseco, Áspero, Amargo, Frío. Viento. Una vez soplaron vientos sobrenaturales. Lo que quedaba fue desapareciendo. Quizá debí haber puesto una campana de cristal sobre cada pedazo de belleza, como el Principito lo hizo con su amada rosa, quizá debí procurarme muchas campanas de cristal preparándome para el momento. Había tanta, tanta belleza que cuidar aún. Pero arrasó, Viento arrasó con casi todo. Aún hoy encuentro restos de aquellos días. 
Desolación, sin embargo, no se fue, era natural que llegara, pero se quedó a vivir en algún lugar que no consigo identificar, quizá sea nómade, o pudorosa o evasiva, lo cierto es que permanece y no hay modo de que desaparezca. 
Cuando llegó Aguas no dio tiempo. Una noche, sin preludios ni intuiciones. Aguas llegó. Pero no se acercó a la puerta y nos visitó amablemente, como era costumbre entre tanta tierra partida. En lugar de esto se reveló, no avisó y se metió adentro de lo más interior, metida inevitablemente allí donde no debió entrar nunca. Y arrasó con los colores que quedaban, con los recuerdos que sobrevivían a tanto. Y enmoheció las superficies y cada parte nuestra se humedeció y no pasaba un día sin que alguien encontrara colores desteñidos. El terreno se lavó, se pudrió el agua estancada y fue costoso remover cada parte putrefacta, secarla al sol, renovar lo salvado y hacer que no había pasado nada, que los otros no sufrieran por esa imagen del agua llevándose todo. 
Ahora vislumbro un verde nuevo entre el abandono, un brote que comienza su ascenso en busca de sol, insistiendo para volver a la vida. Quizá, como en los incendios, diez años pasen y las tierras recobren su vida igual que las personas y crezcan especies aún más hermosas y los colores tengan otra belleza inusitada. Quizá la línea empiece a dar saltos y el círculo se cierre. 
Hay que esperar. Tener ojos para ver qué viene luego. Si llegara Tierra con sus bailes no quedaría la estructura para cobijarnos. No hay refugio que te cuide de perder, perder lo propio, adentro y afuera. Habrá que acostumbrarse a perder el sabor y la sensibilidad térmica para no entristecer. Habrá que seguir en el camino, en el transcurso para poder descubrir otra belleza de esas que se convierten en nuevos recuerdos para tener presentes, como un prendedor, un anillo hermoso, que acompañe en los caminos para escapar de lo más espantoso de la vida. Quizá el círculo al fin cierre. O renazcamos.  


Lorena Suez

Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje

lunes, 16 de diciembre de 2013

Eugenia Coiro - MINUTO HOT



aflojate
estirá las piernas
callado
así quieto
mirame
yo te digo y vos me mirás
shhhhh
te doy esto
¿ves?
en la boca
voy a dejar encendido para verte
te doy todo
dejá las manos a los costados
esta soy yo
shhhhh calladito
mi ritmo
¿sentís?
no hables
parece un colibrí
frágil
vibrante
azul
shhhhh
nos mezclamos
¿olés?
sentí
tirá la cabeza para atrás
así quieto
¿olés?

¿cuántos colores hay?



Eugenia Coiro, incluido en Bengala Hotel
Viajera, 2011.

Eugenia Coiro en el Matienzo. Foto: César Isola Isart

domingo, 15 de diciembre de 2013

Intemperie, Lorena Suez



Intemperie

Yo no creí que luego de Áspero vendría Reseco. Aluciné, entre fantasmas, que Áspero era una temporada de años acostumbrados a repetirse a sí mismos. Que la llegada de los invitados itinerantes Amargo y Frío serían cosa de contar con los dedos de una mano. Pero armaron su carpa bien cerca y se aparecían. Incluso alguna vez se quedó a vivir Amargo mientras los días eran una colección de oscuras columnas apiladas. 
Calor no vendría nunca más como al principio, eso sorprende porque más de una vez amagó con reaparecer pero no era más que tibieza, humedad o el calor atmosférico en fricción con la piel. En el recuerdo no quedaba el corazón a saltos y las partes disponibles de la anatomía ya no lucían alegres. Nunca como durante aquellos siete años que se convirtieron después en explanada sin retoques, en meseta. 
(Aridez). 
Flower. Yayoi Kusama
Aridez se dejó estar, apoltronada entre todos los objetos y al aire del sol se resecó más convirtiéndose en una Aridez de otro planeta sin aguas en las profundidades de la tierra, como de otra cualidad, reinventándose a sí misma. Lo curioso es que no se quebraron los frutos ni las flores, lo asombroso es que Aridez los encontró pendiendo de su biología y los petrificó en su belleza inmortal. Cosa de recordar, siempre recordar. Quizá por eso punza. Por los recuerdos de las flores bellas, de los brotes que prometían y que se quedaron ahí encerrados en sí mismos, mirándose la existencia, impotentes para crecer. Hermosos y muertos.  
Reseco, Áspero, Amargo, Frío. Viento. Una vez soplaron vientos sobrenaturales. Lo que quedaba fue desapareciendo. Quizá debí haber puesto una campana de cristal sobre cada pedazo de belleza, como el Principito lo hizo con su amada rosa, quizá debí procurarme muchas campanas de cristal preparándome para el momento. Había tanta, tanta belleza que cuidar aún. Pero arrasó, Viento arrasó con casi todo. Aún hoy encuentro restos de aquellos días. 
Desolación, sin embargo, no se fue, era natural que llegara, pero se quedó a vivir en algún lugar que no consigo identificar, quizá sea nómade, o pudorosa o evasiva, lo cierto es que permanece y no hay modo de que desaparezca. 
Cuando llegó Aguas no dio tiempo. Una noche, sin preludios ni intuiciones. Aguas llegó. Pero no se acercó a la puerta y nos visitó amablemente, como era costumbre entre tanta tierra partida. En lugar de esto se reveló, no avisó y se metió adentro de lo más interior, metida inevitablemente allí donde no debió entrar nunca. Y arrasó con los colores que quedaban, con los recuerdos que sobrevivían a tanto. Y enmoheció las superficies y cada parte nuestra se humedeció y no pasaba un día sin que alguien encontrara colores desteñidos. El terreno se lavó, se pudrió el agua estancada y fue costoso remover cada parte putrefacta, secarla al sol, renovar lo salvado y hacer que no había pasado nada, que los otros no sufrieran por esa imagen del agua llevándose todo. 
Ahora vislumbro un verde nuevo entre el abandono, un brote que comienza su ascenso en busca de sol, insistiendo para volver a la vida. Quizá, como en los incendios, diez años pasen y las tierras recobren su vida igual que las personas y crezcan especies aún más hermosas y los colores tengan otra belleza inusitada. Quizá la línea empiece a dar saltos y el círculo se cierre. 
Hay que esperar. Tener ojos para ver qué viene luego. Si llegara Tierra con sus bailes no quedaría la estructura para cobijarnos. No hay refugio que te cuide de perder, perder lo propio, adentro y afuera. Habrá que acostumbrarse a perder el sabor y la sensibilidad térmica para no entristecer. Habrá que seguir en el camino, en el transcurso para poder descubrir otra belleza de esas que se convierten en nuevos recuerdos para tener presentes, como un prendedor, un anillo hermoso, que acompañe en los caminos para escapar de lo más espantoso de la vida. Quizá el círculo al fin cierre. O renazcamos.  


Lorena Suez

Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje

sábado, 14 de diciembre de 2013

Lucía Leibgorin - MINUTO HOT


Foto: César Isola Isart



Bolivia es lejos de Usuahia II

y hoy no tengo
ninguna
sensación en el cuerpo
ni un
vacío en el vacío hay algo
como alguien sacando de a vasos
el agua de un balde más grande

no tiene gusto
no tiene olor
no tiene color
hay algo
vacío

esperar y arrepentirse
todo el tiempo en el lugar
que se mueve y avanza en la ruta

esperar hasta que se despierten los pájaros
me da sueño
me duermo
adentro hay
algo vacío
como el agua que no se puede
agarrar gritarle lastimarla
a menos que un vaso o un balde gigante

se inunda el micro
el agua cae por las ventanas
y la ruta no espera

todo vacío
lleno de agua

no tengo gusto en la lengua
no tengo perfume en las muñecas
astigmáticos los colores de sueño insomne

no veo 
me duermo
y adentro estás vos

cinco mil cientoveintiún kilómetros dice el cartel

llego
adentro no hay
dentro del hueco
por las rutas inundadas
perdí el vaso perdí el balde

la ruta me lleva por el tiempo
me sacan el agua con un tubo de ensayo

me mareo
me duermo
y adentro estás vos


Lucía Leibgorin


Textos producido en los talleres de Siempre de Viaje

viernes, 13 de diciembre de 2013

Nicolás Di Candia - Feria del Libro de Sierra de la Ventana




Me siento en el pasto
y las hormigas me exploran
traspasan el límite
entre el pasto y yo
se trepan
quieren ver qué soy
no me rechazan
no soy un cuerpo extraño
no necesitan aclimatarse a mí
aunque sea la primera vez que me ven
aunque recién haya llegado
ya soy parte del ambiente.


Nicolás Di Candia.




Texto producido en el Taller Llevate un poema. A partir de la consigna: cualquier objeto puede ser poético si lo miramos "hasta pulverizarse los ojos".
En la Feria del Libro de Sierra de la Ventana.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Graciela Rojas - Poemas del taller en la Feria del Libro de Sierra de la Ventana




Sos un tacho y no te tacho de poético,
sólo por el color que lograste
luego de haber contenido 
lo sabroso, lo nutritivo.
Igual sos un tacho
¿y si te sobara con una baqueta
serías tambor serrano?
Seguirías nutriendo.
Porque si te percutiera aquí
debajo de este árbol
donde el currucucú
donde el pipirripí
donde el zumbido ventoso...
todos callarían para escucharte
y la tarde ardiente
se convertiría en rítmica
tarde de tacho,
percutido
sabroso
atípico...
esperando que un poquito
después
cante con vos.


Graciela Rojas.

Texto producido en el Taller Llevate un poema. A partir de la consigna: cualquier objeto puede ser poético si lo miramos "hasta pulverizarse los ojos".
En la Feria del Libro de Sierra de la Ventana.



miércoles, 11 de diciembre de 2013

Taller de Escritura Express

En estas fiestas, el regalo es para vos:

¡Llegó el momento de escribir!

Taller de Escritura Express

*Recibís un texto con consigna por semana.

*Tomás una clase virtual (por Skype) de media hora por semana en el horario que elijas.

*Experimentás cómo 4 clases en un mes 
se convierten en 4 textos escritos.


Consultas: info@siempredeviaje.com.ar
4867-5964 /15 5056 3695




¡Hay promociones especiales 
si reservás en Diciembre!

Coordina: Cecilia Maugeri
Dirección General: Karina Macció