Acá la nota completa sobre talleres de escritura virtuales. Karina Macció habla de la propuesta de Siempre de Viaje
Interconectados en la Red para aprender a escribir
Letras
a la distancia. Asistir a talleres literarios virtuales es una práctica
cada vez más frecuente. Skype, Facebook, WhatsUpp; correo electrónico,
chats y blogs son los medios elegidos para intercambiar textos con
docentes y compañeros. Los aspirantes a escritores suelen tener entre 20
y 50 años y la mayoría vive fuera de la ciudad de Buenos Aires
Por Verónica Dema
| LA NACION
Cuando hace cinco años la kinesióloga Norma López se
fue a vivir a Haití supo que iba a extrañar ese espacio de escritura y
lectura que ya era parte de su vida. En Córdoba, donde vivía, primero
participó de un taller literario con la escritora María Teresa
Andruetto; luego, durante años, con Lilia Lardone. Cuenta López vía mail
desde Tabarre, a 40 kilómetros de Puerto Príncipe, donde trabaja en una
organización para chicos huérfanos con desórdenes neurológicos, que con
ellas aprendió "a pulir y ordenar sus pensamientos para escribir, a
seleccionar las palabras adecuadas para un relato, para hacerlo
creíble".
Por un tiempo, se alejó de la hoja en blanco, sintió
que su trabajo le consumía toda la energía. "Un día me di cuenta de que
mis vivencias con este pueblo, mi mirada hacia esta cultura, la manera
en que la vida golpea y me golpea, abraza y me abraza cada día, deja
huellas y siento que debo contarlo. Mi recurso, mi instrumento es la
escritura."
Con esa convicción, una vez al mes desde hace seis, se
sienta frente a la computadora, se conecta a Skype y del otro lado, en
Buenos Aires, la espera la poeta Griselda García. "Con ella empecé un
taller literario a distancia", dice López. Tiene 46 años y cuenta que se
siente más cómoda de lo que pensó cuando Andruetto le dio la idea. "Es
una hora de encuentro en que le muestro a Griselda un texto que necesito
corregir, intercambiamos opiniones, hablamos del tema", dice. Confiesa
que le gustaría tener más tiempo para escribir y corregir. "El trabajo
sería más efectivo si lo hiciera de manera constante, algo que todavía
no pude adquirir."
Asistir a un taller literario de modo virtual es una
práctica cada vez más frecuente: los primeros surgieron hace unos siete
años y, desde entonces, la oferta en Buenos Aires no para de crecer. Son
una especie de versión posmoderna de la enseñanza por correspondencia.
La adoptaron escritores que antes sólo ofrecían encuentros presenciales
y, atentos a la demanda, fueron sumando esta opción. Algunos lo hacen
vía Skype, otros con listas de mails; están quienes usan un blog privado
para subir los ejercicios e intercambiar comentarios; también suelen
poner a disposición el chat, Facebook y WhatsApp (una aplicación de
mensajería multiplataforma que permite enviar y recibir mensajes
mediante Internet a bajo costo).
Los asistentes presentan perfiles diversos: según la consulta de
adncultura,
tienen entre 20 y 50 años, la mayoría vive fuera de la ciudad de Buenos
Aires (algunos en el conurbano bonaerense, otros en el interior del
país, hay extranjeros y están los que, como Norma López, se mudaron
temporariamente al exterior), también se anotan mamás con bebes o chicos
pequeños a quienes se les dificulta moverse de casa, entre otros. El
común denominador es que eligen un taller de escritura, individual o
grupal, mediado por la computadora.
Una señal del crecimiento de la demanda es que en 2012
Casa de Letras creó la Escuela de Escritura Online, que funciona a
través de un aula virtual en que se recrean las condiciones de
intercambio propias de una clase presencial. "En el aula virtual el
alumno recibe el material teórico, las consignas para los ejercicios de
escritura y una devolución personalizada a través de una
video-corrección de los ejercicios. Allí se plantean las dudas al
profesor e interactúan entre compañeros en un chat colectivo y en los
varios foros disponibles", detalla Blanca Herrera, codirectora junto con
Carlos Lutteral. En el primer año ingresaron 54 alumnos de distintos
lugares de la Argentina y de América Latina.
Un encuentro "cara a cara" por Skype
Griselda García, autora del libro de cuentos
La madre del universo
y de otros cinco de poesía, hace nueve años que dicta un taller
literario presencial y se decidió a ofrecer la modalidad a distancia
desde 2009, cuando se popularizó Skype. Cuenta que antes lo hacía de
modo informal, con amigos que le pedían que les leyera algún material y
la devolución era por mail. "El típico Word con las anotaciones de
colores", dice. "Pero me resultaba tedioso ese tipeo y, además, ¿cómo
hacés para transmitir lo que querés decir verbalmente? Yo me tomo mucho
trabajo en cómo va a reaccionar el otro porque cuando mostramos algo, en
algún punto, estamos inseguros. Si encima uno dice algo bruscamente, o
muy resumido, o que pueda ser malinterpretado. Por eso prefiero ver a la
otra persona, aunque sea por cámara, porque en la charla me voy dando
cuenta de si me interpretó o no, si algo le cayó mal y empiezo a
suavizar".
Para Karina Macció, fundadora de Siempre de
Viaje-Literatura en Progreso, también Skype es la mejor herramienta para
su taller a distancia. Encuentra allí, además de la posibilidad de
estar "cara a cara", el contacto con varios de sus talleristas mediante
el formato de conferencia. "Cuatro o cinco personas están conectadas al
mismo tiempo y realizan el encuentro de taller. A través de la pantalla
hacemos el seguimiento individual de cada uno", comenta. Aclara que hay
que ser muy ordenados al hablar porque si no la comunicación se corta.
Para ella eso se convierte en un punto positivo: "Esta imposición
tecnológica vuelve el espacio de trabajo un lugar de escucha atenta, con
absoluto foco en lo que se está leyendo y comentando".
El director de Ediciones Artilugios y coordinador de
Cruzagramas, Sebastián Barrasa, también considera importante conservar
lo grupal en sus talleres virtuales. Sin embargo, el Skype no le dio
resultado y, tras prueba y error, decidió lanzar la propuesta por medio
de listas de correo. Hace diez años que da talleres de modo presencial y
siete desde que se lanzó con la propuesta a distancia, que promociona
como una de las primeras en Buenos Aires.
"Los alumnos reciben un día fijo de la semana la
consigna, que es más bien de técnicas y estilos. Luego mandan los
textos, tanto los presenciales como los a distancia. A medida que los
recibo, los corrijo y voy enviando la respuesta", comenta. "Los quise
armar grupales porque por experiencia sé que lo individual no es tan
rico como lo grupal, porque en la revisión de otros se pueden ver fallas
propias; además, así se percibe la diversidad."
Para no generar confusiones en medio de tantos mails
-llegó a tener veinte inscriptos a distancia- estableció un "protocolo":
en el encabezado los talleristas ponen el nombre del ejercicio y del
autor; así los demás saben si es un ejercicio o una consulta. Las
devoluciones del coordinador llegan a todos a partir del grupo de Yahoo
con el que trabajan. "También lo hicimos como para que reciban la
devolución de las revisiones en el celular, así es más accesible, y
todos tienen la posibilidad de opinar sobre los textos de los demás",
comenta Barrasa.
Un sistema parecido, que pretende "simular" lo grupal, es el que implementa la escritora Valeria Iglesias, autora de
Correo sentimental,
Papel reciclado y
Oniria,
entre otros libros. Además de ser editora del sello Outsider, coordina
talleres presenciales y virtuales, estos últimos desde hace cuatro años.
Al igual que en otros talleres literarios que conoció
adncultura,
ella creó un blog cerrado al que sólo acceden los "alumnos", tal como
los menciona. "Mi idea de manejarlo así es que, si bien hay ciertos
tiempos que cumplir, todos tienen 24 horas para resolver la consigna,
subir su texto y comentar los de sus compañeros; luego doy mi devolución
teniendo en cuenta los comentarios de todos", señala. "Me interesa que
no sólo tengan herramientas de escritura sino también de corrección: eso
hace que uno empiece a foguearse para corregirse uno mismo", opina.
Los poetas Javier Galarza y Natalia Litvinova,
escritora y traductora de poesía rusa, hace tres años que ofrecen
talleres a distancia, sobre todo, por la demanda de alumnos del
exterior. "Dividimos las entregas en módulos semanales y tenemos la
modalidad de usar un blog privado y material en archivos Word, consignas
a través de una cadena de correo para que los participantes puedan
dialogar entre sí y enriquecerse con las opiniones de los otros",
comenta Galarza. "Las ventajas están en el intercambio: psicoanalistas,
músicos y escritores de distintos lugares del mundo y de diferentes
edades dialogan entre sí y ante cada pregunta se puede redactar un
apunte al respecto." El blog es el vivo registro de esos intercambios
virtuales.
No tan real
La posibilidad del encuentro, la disposición al
intercambio entre apasionados por la literatura, es el valor fundamental
de los talleres para la escritora Liliana Heker, quien los coordina
desde 1978, cuando la dictadura les arrebató a los jóvenes escritores la
posibilidad de reunirse con sus pares en las tertulias de las que ella
sí participó durante los años 60 y principio de los 70. "Lo único que me
interesan son los talleres presenciales y grupales. Creo que todo
taller en donde haya distancia e intercambio entre dos personas se
convierte en autoritario, porque está la opinión del que coordina y nada
más", opina Heker, en diálogo con
adncultura. "En cambio, en el
taller grupal se verifica lo que realmente ocurre en la creación
literaria, que no es una ciencia exacta, de modo que por más experiencia
que tenga el escritor de ningún modo su opinión es la única que vale."
Y se explaya: "Además, el grupo tal como lo entiendo es
un lugar de pertenencia y un espacio altamente estimulante para quienes
asisten. Nada de esto se puede verificar en un taller
online.
Reconozco que puede funcionar para alguien que está a la distancia y no
tiene otra posibilidad, pero creo que no es otra cosa que tener un texto
y hacer una corrección de ese escrito".
Pablo Cosin, periodista de 32 años, en 2013 por primera
vez asistió a un taller presencial. Optó por el de la escritora
Gabriela Bejerman. "Hice el taller porque siempre quise escribir y nunca
me había animado, en ese sentido me arrepiento de no haberlo hecho
antes", dice. Y agrega: "El proceso de leer en voz alta un texto y que
después sea analizado por tu tallerista y tus compañeros me pareció
demostrativo de cómo un escrito puede ser interpretado de infinitas
maneras. A su vez, el ejercicio de considerar en grupo dónde un texto
funciona y dónde no, dónde radica su potencial o qué es lo que se
necesita para mejorarlo es una práctica muy estimulante". Del taller
surgió una antología de textos que se publicó de manera independiente.
Heker cree que se puede intentar recrear un grupo por
Internet, pero que no tiene el mismo valor. "No se puede verificar la
pasión con la intensidad que debe tener un taller literario que, al fin y
al cabo, está formado por un grupo de escritores en distintas etapas de
formación. Ahí se tiene que verificar la pasión, que sin duda se ve
bastante atenuada en un taller
online", opina. "A mí me apasiona
el grupo, trabajo con ellos y siento la respuesta, la resistencia a
ciertas opiniones. A todo eso uno lo palpa."
Algunos coordinadores de talleres virtuales reconocen
que la posibilidad de intercambio real se ve menguada. Griselda García
optó directamente por la propuesta individual por Skype y la define como
una "clínica". "Funciona más como un trabajo en proceso de alguien que
está avanzado en un material y quiere ponerlo a consideración. Si es
alguien que nunca escribió, darle una consigna es muy lento y difícil
porque hay mucho de la poesía que ya incluso de modo presencial es medio
intrasmisible; mucho más a distancia."
Esto se vuelve, para ella, más difícil sin el
intercambio con otras personas que pueden ofrecer distintos puntos de
vista y compartir sus experiencias. "En ese sentido, los grupos
presenciales son ideales", reconoce. Cree que otra de las falencias de
lo virtual es la facilidad con que los talleristas pierden el
entusiasmo. "En mi experiencia, la gente virtual tiende a perder las
ganas. Creo que es porque falta la presencia. Entonces empiezan las
excusas, que no puede una semana, que la otra tampoco y así", comenta.
"Digo, listo, en poco tiempo deja."
Macció, en cambio, es una acérrima defensora de
Internet. Las redes sociales, Skype y hasta WhatsApp son sus
herramientas fundamentales para difundir lo que hace e, incluso, para
poder concretar sus talleres. "La idea del viaje en nuestro nombre tiene
que ver con la posibilidad de ?convertir la silla en un trasatlántico',
como decía Girondo", cita Macció, que tiene veinte participantes en sus
cursos. "Uno puede viajar usando la literatura a donde quiera y, por
eso, la virtualidad nos permite que este viaje sea mucho más fluido. Ya
está sucediendo: la distancia física no impide el trabajo, el encuentro,
el amor. Y por supuesto, no va a impedir un taller literario donde se
pueda compartir lo que escribimos y tener una devolución en el momento,
tan valiosa para poder comprender mejor lo que estamos diciendo y lo que
queremos decir", reflexiona.
Pero no desconoce las limitaciones en los "encuentros
virtuales", que se circunscriben a la palabra. "Todo pasa a través de la
pantalla, lo visual es muy restringido. La voz, sobre todo, pasa a
primer plano", dice.
Para la directora de la Escuela de Escritura Online,
Blanca Herrera, esa incompletitud a la hora del intercambio es una de
las desventajas de este sistema. "No existe tecnología ni metodología
que pueda reemplazar la presencia, el encuentro en vivo, la mirada, la
situación de convivencia de una clase presencial", admite. Para mitigar
esta falta, como cierre del curso realizan un encuentro en la sede de
Casa de Letras. Allí concurren alumnos de diversos puntos del país e
incluso del exterior que se sientan en un gran círculo y se disponen a
conversar, a compartir anécdotas del año que vivieron a distancia, a
conocerse personalmente.