Es recurrente. Estamos en una circunstancia social en la que aparece Mariano Iniesta, amigo y socio de mi hija, también está Eduardo. Mariano comienza a tener una actitud, (leve al comienzo) de manifiesto interés amoroso hacia mí. Me gusta eso, si bien no lo estimulo tampoco lo impido, dejo que siga, sin hacer nada. El avance cautivador es de Mariano. Hay un ir y venir en mi interior, el andarivel del placer que me provoca ese juego seductor, el dolor al entrever que Eduardo sigue allí. No deseo que sufra porque lo quiero pero me dejo llevar por la sensación de disfrute de ese encaje erótico. Mariano sigue avanzando y ya, abiertamente, comienza a masajearme la espalda aumentando al mismo tiempo, su actitud de intimidad, acelerada por mi incapacidad de frenarlo. El placer es insoportable. Con sufrimiento veo la cara de Eduardo, creo que se da cuenta de lo que pasa (no estoy segura del todo) pero no dice nada, permanece callado, observando. Continúo sin estimular pero permitiendo. La reunión se termina y con titubeos Mariano me invita a que me vaya con él a su casa (decepción, Mariano sólo quiere acostarse conmigo, su acercamiento cariñoso es falso), le digo que es imposible, que estoy con Eduardo, (interiormente confirmo que es muy tóxico, la diferencia de edad, es amigo de Roxi) pero Mariano insinúa que me quede con mi marido y luego, con cualquier excusa me escape y me reúna con él en su departamento. Sigo negándome, no puedo hacerle eso a Eduardo y además el desenlace del juego apremiante me decepciona: sólo sexo. No me desagrada la idea pero la ilusoria trama en perspectiva se rasgó sin remedio.
Me despierto y me digo que tengo que anotar este sueño para hablarlo en terapia.
Cristina Eseiza