viernes, 30 de septiembre de 2016

El bebote * Belén Coluccio

El bebote que me regaló la abuela Marta tiene la cabeza más grande que mis manos. Cuando lo quiero agarrar se me cae, se me resbala y va rodando por la vereda

(vos no te das cuenta mamá y me seguís arrastrando de la manito con paso ligero)

La cabeza se le sale. El plástico es duro pero igual se rompe, se parte a la mitad contra el cordón.
No tiene relleno.
Los ojos del muñeco no se cierran. 
Una mitad de su carita queda en el medio de la calle Gelly Obes.
Durante un rato no pasa ningún auto. 

¿Qué vamos a hacer ahora? 
Así
Puro
Tajo
Así 
no se puede jugar.
Con este tajo que me parte el cuerpo en dos.
Este
Oeste
Tajo
Duro
Nada en el medio: 
la infancia que se ausenta
puro
plástico 
vacío



Belén Coluccio


jueves, 29 de septiembre de 2016

Fragmentos de un discurso amoroso en el Club de Lectura





Coordinación: Virginia Janza, Eugenia Coiro y Karina Macció.
Dirección General: Karina Macció
Lugar: Guarida Literaria de Siempre de Viaje
fbk: siempredeviajeliteratura
@siempre_deviaje

Tel.: 4867-5964 

África * Eleonora Buffagni


África
LEONES
Vos
CODODRILOS
Yo
     PANTANO
Nosotros
CAMALEONES
          nosotros
ELEFANTES
              nosotros
CEBRAS
Sin tocarnos
AVESTRUCES
        Sin besarnos
  JABALIES
Sin amarnos
GORILAS
       En la maleza
                 LEOPARDOS
            Bajo el sol
HIPOPOTAMOS
         Para no ver
Y quemarnos
            AGUILAS
               Entre gritos
                  BUFALOS
          No hacemos nada
                   HIENAS
                     nada
                  HIENAS
NOSOTROS
NOSOTROS
NOSOTROS
SIN BESARNOS
SIN TOCARNOS
SIN AMARNOS
BAJO EL SOL
PARA NO VER
NO VER
Y NOSOTROS
CALIENTES
EN LA SELVA
NOS QUEMA EL ATARDECER
NOS DERRITE
NOS DERRETIMOS
Y NO HACEMOS NADA
              NADA
         NADA
Y ESTOY ENLOQUECIENDO COMO UN ANIMAL TE GRITO TE GRITO
COMO DOS ANIMALES ME GRITAS me gritas
Nos revolcamos
Mordemos
            Con las manos
Con la boca
Nos arrancamos
Los sentimientos
     Me agarras de la cabeza del pelo me sacudís
Revolcándonos
Entre ellos
Iguales    
        Te grito
      Soy débil ANTE VOS
Y el SOL se va escondiendo entre amarillos naranjas dorados
Sobre nuestros cuerpos giratorios
Salvajes
   Y me caigo entre tus brazos en tus uñas en tus garras en tus ojos
Me dejo
 dejo
      Llevar
Encandilada
Encendida
África



Eleonora Buffagni, 2016.
Texto producido en Siempre de Viaje en ocasión de la visita de Alain Lawo-Sukam, autor de Sueño con África.



miércoles, 28 de septiembre de 2016

Una congoja * Mariel Fini


Una congoja
Llanto a flor de piel
Retorcijón colorido
Rojo 
Violeta
Azul
Llega viene
Mezcla de corteza de árbol
Y sabia
Mezcla de cacao y café
Sabores amanecidos
Al alba de un encuentro
Con uno y con otro
Aquí 
Aquí mismo
En el centro el aire
El fulgor 
El calor 
De un corazón que despierta
Con la caricia 
Acurrucada
En la superficie de la piel
Blanca, suave
Tersa
Aferrada el alma
Respira
inhala
Igualdiferente
Con el resabio de ayer
Y la caricia de hoy
De un hoy 
Convertido, intercalado
En azulesmarinos eternos



Mariel Fini, 2016.
Texto producido en el viaje al Festival Internacional de Poesía de Rosario.


lunes, 26 de septiembre de 2016

Se dibujaba * Gabriel Brajterman







Se dibujaba sola con la arena abierta y el mar descubierto
Después el silencio ajustó los colores
La señal no tenia auxilio ni calor
Nuestros barcos no llegarían a la orilla
A lo lejos imaginamos el amor
Sonrisa de papel mache
Árbol esculpido entre bocetos
Acaricie el firmamento de tu piel alcurnia
El zumbido llega cuando besa la oscuridad
Me arrodille sin peso y espere
Golondrinas
Sólo golondrinas
Busque la palabra que podía estar mejor
Diluido
Me asusto diluido mientras el río abusa de su nombre y deja cicatrices
El vuelo se levanta y la noche elastizada esconde sus estrellas
Yo recojo lo que dejaste vivo.
El caleidoscopio se olvida de tocarme
Él verbo imposible acaba dormido.



Gabriel Brajterman, 2016.
Producido en los Talleres de Siempre de Viaje en el marco del Festival Internacional de Poesía de Rosario.

África * Mercedes Marcer



Existir no existiendo era algo muy complejo. Iba empeorando cada vez más. Un día de inflexión opté por actuar. Pensé en el origen del hombre, en el origen de la vida. Allí tenían que estar mis respuestas.
Armé un pequeño bolso con lo que consideraba necesario: ropa, papel, lápiz y dos libros. Agarré todos mis ahorros y me fui al aeropuerto. Compré el pasaje y sólo dije: África. 
Presté atención al paisaje por debajo, desértico por momentos, verde y agua por otros. 
Al llegar estaba muy cansada. No sabía del todo a donde iba, ya nada importaba. Una española con la cual había intercambiado unas palabras en el avión, me comentó que iría a acampar cerca de un río. Opté por seguirla.
La ida hasta el campamento fue tediosa. Tuvimos que tomarnos más de cuatro colectivos. No entendíamos nada de lo que nos decían. Solo aceptábamos con la cabeza y entregábamos el dinero al subir. Algunas mujeres intentaban comunicarse con nosotras con señas, la española les respondía. Yo miraba por la ventana, una mueca similar a una sonrisa comenzaba a dibujarse en mi cara. 
Llegamos empapadas en sudor. El calor era agobiante, seco, mi cuerpo no estaba acostumbrado. El viento cálido y escaso. La española se quejaba, a mi no me parecía mas que un accesorio. Lo importante era otra cosa.
Las carpas estaban rodeadas de pocos árboles, milenarios, que nos miraban con desconfianza. A lo lejos se divisaban pastizales, parecían no tener fin. El amarillo predominaba. El sol tenía vida. Las nubes estaban ausentes en el extenso cielo. 
Nos ofrecieron algo de tomar. La bebida más exquisita de mi vida. Mi sed fue saciada.
El tiempo parecía no existir en esas tierras: todo sucedía a un ritmo propio. 
Comenzó a anochecer. Ese sol vivaz nos iba despidiendo de a poco, mientras el cielo se tornaba rosado y el lucero entraba en escena. Vimos como desde el horizonte comenzaba a aparecer ella, se elevaba cada vez más. Iluminaba todo el pastizal. Nos iluminaba. A mí más que a nadie. Sentí que su luz penetraba toda mi persona hasta revivir algo que creía estaba muerto. Mis comisuras se habían contraído de tanto regocijo. 
Entendí. Allí y en ese instante. Estaba donde todo comenzó. 


Mercedes Marcer, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de poemas de Sueño con África de Alain Lawo-Sukam.




viernes, 23 de septiembre de 2016

Ese otro camino * José Lupia




Cuando tenía diez años soñé con una chica africana.
Ella estaba sentada sobre una gran roca a la orilla de un río zigzagueante. Tenía los pies juntos y limpios por el agua que cada tanto los bañaba. Miraba el atardecer. Miraba a los hombres de la aldea volver de algún lugar que desconocía, al otro lado de las montañas. Se habían ido temprano, cuando ella dormía, y regresaban ahora agotados, pero con la cena a cuestas.
Recuerdo que me levanté aturdido. Era plena madrugada y afuera llovía como si fuera el último diluvio. Quise recuperar el rostro de la chica, pero no pude. Sólo tenía los pies, alguna difusa imagen de piernas largas y flacas, un par de aros enormes y coloridos pendiendo de sus orejas.
El sueño se repitió muchas veces durante aquellos años. Tanto que llegó a convertirse en una obsesión. Por eso, busqué un libro de nombres africanos y elegí uno. Desde entonces la llamo Nashaly, que significa nacida en épocas de lluvia.
Lo extraño es que había, en esa imagen siempre tan endeble de los sueños, una sensación de tristeza que me acompañaba durante varios días. Ella no miraba deleitándose por un atardecer, miraba como quien pregunta, como quien extraña. 
El sueño se quedó en mi niñez, junto con otros.
Sin embargo, nunca me olvidé de Nashaly. Y cada tarde, en la fría oficina en la que trabajo, puedo imaginarla cumpliendo el ritual. Es un momento breve, eterno. Mira el sol escondiéndose detrás de las montañas, transformándose en un esplendor oculto que tiñe todas las cosas. Mira a los hombres que vuelven. Pierde sus ojos contemplando con devoción infantil aquel paisaje, ese lazo entre su mundo y el otro.
Ese otro camino que nunca ha transitado y que, seguramente, nunca será suyo.


José Lupia, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de poemas de Sueño con África de Alain Lawo-Sukam.


jueves, 22 de septiembre de 2016

La ampolla * Gabriela Pedrotti



Desperté sensible
Me acerco al cuarto de mi hijo
Me dice: “Mamá me duele acá”. Señalándome su encía. “Viste que tenemos una piel acá. Bueno, arriba me salió otra piel que envuelve la de abajo y queda gordito adentro.”

Qué forma genial de nombrar una ampolla!

Viva la lengua





Gabriela Pedrotti, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.




Hay otra vida * Melina Litauer


Hay otra vida 
más allá de esos grises 
que lastiman
la tormenta
con su furia
ya no azota 
con la fuerza que llegó
se ha vuelto benigna
desde lejos
sólo en momentos
me recuerda su paso

el celaje se va abriendo
las nubes 
no son tan densas 
como antes
algún destello de sol
se les escapa
y el corazón se acelera.
Hay otra vida 
más allá de esos grises 
que lastiman
demasiadas lágrimas 
lloró el cielo
día a día 
parece que va a abrirse
ya es hora 
de que el viento sople
y se lleve lo que empaña la luz

La tormenta 
ya no azota como antes
las nubes no son tan densas
hay otra vida 
más allá de esos grises 
que lastiman.



Melina Litauer, 2016.



miércoles, 21 de septiembre de 2016

Sueño con África * Pablo Bazzana

Salí corriendo de la escuela ese mediodía. Estaba muy ansioso. Llegué a la casa de mis abuelos a los diez minutos, agitado. No quise comer. Me senté al lado de mi abuelo Ernesto y prendimos la tele. Argentina- Camerún, partido inaugural del mundial Italia 1990.

El encuentro fue muy aburrido y encima perdimos. Tenía mucha bronca. El nono me dijo: los africanos nos van a superar en todo dentro de 50 años. Son el futuro.
Me quedé pensando. Nunca supe si hablaba deportiva, social o políticamente. Acto seguido, fui a buscar a Camerún en el mapa. Embarullado, busque entre todos los cuadraditos/países hasta encontrarlo. ¡Cuántos países tiene África! ,me sorprendí. Lo desconocido y lejano despertó en mi una fuerte curiosidad. Me imaginé ser un explorador de esos mundos fantásticos atravesando vastos desiertos, espesas selvas y ciudades perdidas. 
¡Quiero ir!
En ese instante, nací como viajero. Años después sabría que mirar ese mapa sería mi punto de inflexión.
Para siempre.
Todo comenzó en África. Como la vida, dicen.





Pablo Bazzana, 2016.

Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Sueño con África de Alain Lawo-Sukam




martes, 20 de septiembre de 2016

Lecturas: Sueño con África en el CCC

Alain Lawo-Sukam
Nació en Bangwa, Camerún, en 1973. Se crió en Camerún, donde obtuvo una Maestría en Estudios Hispanos en la Universidad de Yaundé I. Se trasladó luego a los Estados Unidos, donde recibió su Doctorado en Español en la Universidad de Illinois. Actualmente es Profesor Asociado de Estudios Hispánicos y de la Diáspora Africana en la Universidad de Texas A&M, la primera universidad pública del estado de Texas. Su campo de especialización principal es la literatura y cultura afro-hispana. Es autor de la obra de investigación Hacia una poética afro-colombiana: el caso del Pacífico(Universidad del Valle Press, Cali, 2010) y del poemario trilingüe Sueño con África / Dream Of Africa / Rêve d’Afrique (Viajera Editorial, Buenos Aires, 2013). Su novela Mange. Mil y otros relatos será publicada este año en la editorial venezolana Eclipsidra. Ha publicado una veintena de artículos de investigación en español, inglés y francés en revistas indexadas estadounidenses e internacionales. Ha sido galardonado con premios tanto de enseñanza como de investigación, el más reciente de los cuales es el de la Association of Former Students College-Level Distinguished Achievement Award for Teaching.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Jadeo * Eduardo Adrogué



 Jadeo, me esfuerzo y lucho.


Mas mi lucha siempre es
contra
molinos de viento.


Voy creándolos, los invento,
imaginación desbocada, sentimientos vociferantes o silenciosugerentes
lucho con ellos
derrotas y victorias
sucesivas
que no constituyen
siquiera una batalla.
Si no son nada
Ni existen casi


Y mi ser
se agobia en este esfuerzo inexistente
de luchar
contra enemigos ideales.


¿alguna vez
libraré la verdadera batalla? Quiero decir, la que cansa, la que duele, en la que se pierde y se gana sangre,
la que rompe
la que humilla
donde hay heridos
y prisioneros
o prisionera
Y


en ese día,
mi brazo, ¿no se habrá agotado ya
de dar uno

y mil golpes al vacío?




Eduardo Adrogué, 2016.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Se viene ROSARIO


Sofía Tagle * Fiesta en la Colmena

El olor a fijador para el pelo se siente por toda la casa (es uno de los pocos excesos que ella se puede permitir a sus casi 94 años), y se entremezcla con las fragancias de todas esas mujeres recién bañadas que corren de un lado hacia el otro repartiéndose tareas y haciéndose útiles, mientras ventilan sus virtuosos efluvios: jabones florales de jazmín, lilas y rosas; shampoos de pepino, mango y maracuyá; cremas, aceites y lociones coporales de almendra con miel; perfumes dulces y empalagosos para las niñas, cítricos y frescos para las jóvenes, franceses y caros para el resto, pero también se llegan a percibir esos más agrios, penetrantes, que por supuesto pertenecen a las sexagenarias (a lo mejor esos bálsamos tienen la misma edad que sus portadoras).

Ellas pululan por todos lados, como un enjambre alterado pero en un caos sistemático, se cruzan sin chocarse, intercambian comentarios cortos al paso, órdenes y pedidos concretos sin detenerse, consejos sobre atuendos y accesorios, elogios por los peinados y maquillajes y por sobre todo, sonrisas, muchas sonrisas.
Hay fiesta en la colmena y se nota. Mucho trabajo por delante y mucho disfrute por detrás.
La única que tiene permiso para moverse a su propio ritmo es Ella, la abeja reina.
Se toma su tiempo y vuela con una cadencia que transmite paz y tranquilidad a cada uno que pasa cerca de su habitación y asoma por la puerta para asegurarse que esté bien y no necesite nada.
Tiene el andador a un costado de la cama, y de él cuelga un bastón, alterna uno con otro según el espacio y la situación. Se sienta en una silla para subirse el pantalón negro de crêpe sin riesgo alguno de resbalarse en ese piso de cerámica que ya la vio caer alguna vez (la abeja, como todo animal y a diferencia de los seres humanos, no tropieza dos veces con la misma loza). Luego se agarra firme del andador y se pone de pie para abrocharse la camisa de seda violeta que alguna de las presentes le compró para la ocasión. Abre la puerta del viejo ropero provenzal que tiene el espejo colgado dentro, se mira con los ojos entrecerrados (anteojos sólo para jugar a la baraja) y adivina los tonos de las prendas que lleva puestas. Daltónica fue siempre, eso no le vino con la edad. Una vez que decide sin ninguna certeza más que su intuición cuál es el color de la camisa, abre la otra puerta y ahí están: miles y miles de cuentas de todos los colores, rojos, azules, verdes, turquesas, amarillos, una textura de piedras de distintas formas y tamaños que brillan y reflejan una luz digna de un cuadro de Cezánne. Cada collar colgado de un clavito que ella misma colocó en la madera, con sumo cuidado para no dañarla y muy próximos uno del otro para no desperdiciar ni un centímetro.
Celeste. Si la camisa es azul, el collar celeste que le regalaron hace dos veranos, combina a la perfección. 

Algunas velas con esencia de vainilla, jengibre y canela que alguien ya encendió en el comedor para ir preparando el ambiente, y los aromas de panes, budines, tartas de manzana y nuez, y postres que se están horneando desde temprano por turnos: según las voluntarias, el lugar en el horno y el espacio en la cocina, aromatizan las cortinas de tela bordada, los tapizados italianos y las panas belgas de esos sillones que en un rato van a compartir cuatro generaciones.

Desde el fondo, en el gran quincho rodeado de ventanales y colchonetas rayadas que por las noches se convierten en camas (motivo por el cual fue construido ese espacio hace pocos años: albergar a los nuevos integrantes) viene amenazando el más potente de todos: el olor a asado. Sube los tres escalones del desnivel que hay hasta la puerta vaivén, la atraviesa por las ranuras de arriba y abajo, las grietas de los costados y las hendiduras de las bisagras, circula por los pasillos que comunican la cocina y el comedor con el resto de las habitaciones, arrasando con la manzana, la vainilla, el jengibre y la canela, y vuelve a bajar otros tres escalones, pasando por los dos baños, para llegar a los cuartos del fondo, exactamente en el extremo opuesto a la parrilla. Un recorrido en tiempo récord, casi maratónico, que avanza acompañado de un humo gris tenue, imperceptible a la vista, pero que toma y tiñe toda la casa y se impregna en los cabellos recién bañados y perfumados y en las elegantes ropas elegidas por ellas para la ocasión.

Lo huelen y lo sienten. Lo reconocen. Ya está todo listo.
Sonríen.



Sofía Tagle.


martes, 13 de septiembre de 2016

A veces parecés * Nicolás Alonso


a veces parecés
sumergida en el agua
y yo
con mis ojos hinchados
con mis ojos abiertos
busco entender
qué parte de vos
se puede distinguir
de las esquirlas de mica
que flotan diluidas
entre agua prístina
partículas suspendidas
siluetas deformes

cuando tu sonrisa se confunde
pura distorsión
de tu cuerpo esfumado
en purpurina violácea

ahora cae
suspendida
brillando entre el polvo
como estrellas
que adornan tu cuerpo
brillando en el sol

[se cuela
en la cadencia del agua
en el suave vaivén]

cómo es que podés
flotar así
sin esfuerzo
hacer que la luz
laminada
en finas cuerdas
atraviesen el agua
te acunen

yo te veo
y no entiendo por qué
no siento nada
al verte así
flotar
como una estrella
al verte ir
avanzando
hacia lo negro




Nicolás Alonso, para Fiesta Glitter.



bola de pelos color blanco * Mariana Avendaño

bola de pelos color blanco
se desliza como serpiente
se estira
mientras me mira
enseñándome cómo se hace

su ronroneo hechiza
me ayuda a descansar

ojos verdes
enormes
femeninos
casi de comics
me pregunto quién la habitará

mitad gata mitad lechuza
me protege de los cocodrilos
llena de belleza
suavidad
sabiduría silenciosa
calma recurrente
mientras me mira
enseñándome cómo se hace







Mariana Avendaño, 2016.
Texto producido en el Club de Lectura de Siempre de Viaje a partir de Bestiario de New York, de Anne Sexton.


Tus palabras se pierden * Karina Macció


Tus palabras se pierden en la cámara
una posible traducción
una situación perfecta
para esa cita
luz perfecta
para decir y que escape
cámara encendida
foto
me corriste no entendí
clic
perfecta
vos tu inserción
luz
me corriste
clic
destellante
ahí estaba el poema
me tocaste lo sentí
perfecta
naranja
luz
ahí estaba el poema del poema
clic
versión ahora
en carne propia
el impacto que encandila
un segundo vorágine
te vi
para qué sirve la poesía preguntan
me río
clic
para qué
pues bien, helo aquí
esa caricia que te abre los ojos en Oh
quedé extasiada
Aaaaaaah
el cuerpo volvió a mí
(siempre afuera él)
(pensamos que sentimos)
(tan tonto, inerte)
tus palabras no entran en la cámara y no se pierden
la foto está sorda, muda
pero esta vez
tus palabras no se pierden
vienen directo a esta piel que alucina
vienen como potrillos relumbrantes
no se pierden aunque se deshagan en el aire
puro oído que vibra
soy
intensidad
luz en el cuadro
perfecta
sale de tu boca
directa flecha
suculenta
tu lengua oculta se despliega
en la nada que respiro
teje un poema tenue
partículas de sonidos afelpados
nubes transparentes de amor
para mí
aliento
dedicado 
un segundo
aliento perfecto
clic
me sacaste de la escena
poesía
luz
para qué sirve
lo que te hace volar.



Karina Macció, 2016.
Sobre The perfect light de Ted Huges y un momento perfecto.



lunes, 12 de septiembre de 2016

Febrero en Buenos Aires * José Lupia



I

La avenida es como una mujer desnuda

Una gata
estirándose a lo largo,
patas y piernas extendidas. 

Una mujer amodorrada
en fiebres
en siestas de domingo.


II

El ventilador remueve aire caliente.
Doy vueltas por mil canales y apago la tele.
Abro un libro, leo la solapa, lo cierro.


El desánimo monta un refugio sobre mis hombros. 


Las horas bajan lentas
sobre un tobogán de lava.





José Lupia, 2016.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.