sábado, 31 de julio de 2021

Karina en Ventana a la escritura

 


¿y ahora qué hago con la ola que se agita desde abajo y empieza

a subir

a subir

a subir

hasta la garganta?

ahí el torbellino

hacia un lado, hacia el otro

se anuda

tragar se vuelve duro

¿y qué es este frío

un congelamiento de partes

un entumecimiento de lo que toco?


¿qué es este frío que arrecia

un ahogo de agua hecha hielo?


¿qué es este frío sin temporada

extranjero y persistente?

las manos no responden

los pies no responden

los ojos se inundan y permanecen

fijos

nada que mirar

nada que esperar

sola en este blanco

voz perdida

sola en este blanco

atroz

sin referencias

nada qué decir

el recuerdo es ilusión

adentro

el pequeño fuego que me hace

viva

afuera lo inhóspito atento

se encarama

la sangre quiere detenerse

avioletarse

quiero abrir despegar los labios

decir tu nombre

el mío

como conjuro

que las nieves eternas

hagan agua

hagamos agua

el fracaso es la vida

ahora

hagamos agua y perdamos la razón

ahora

es el momento

ahora

lo demás es tu mentira

hagamos agua

fracasemos de nuevo estrepitosamente

que el blanco se raje

y el fondo se vea. 



Karina Macció, 2021.

#ventanaalaescritura




viernes, 30 de julio de 2021

María del Carmen en Ventana a la escritura

 


Yo no soy alguien

Es un horror ser alguien

Yo no soy nadie

¿No sos nadie tampoco?


Emily Dickinson



¿Quién soy?

No lo sé

Por momentos pienso que soy alguien.

Por momentos pienso que no, es un horror.

Ya no me siento

Una directora, como antes.

Alguien que dirige un instituto de inglés

Ubica normas y reglas escolares para niños y docentes


¿Qué me pasó?

Me siento nadie

Como que vine de visita

A verlos, saludarlos

decirles que aún los quiero

pero que ya no puedo

que ya soy nadie.



¿Y vos quién sos?

No te conozco.

No te reconozco.



Me abruma tu no pensar.

No saber quién sos ni quién soy.

Me encontraré con vos en algún momento

¿nos reconoceremos?

No lo sé.

Solo dejo transcurrir la vida

que fluya, que mane ese no saber

dentro de ti

para que el verdadero salga

se sacuda

emane nuevas palabras,

conceptos, figuras

y aparezca el hoy

tierno, confiable

reconociéndose

reconociéndome por mí misma

y podamos brindar

celebrando el amor y la vida.



María del Carmen Sarquis, 2021.

#ventanaalaescritura






jueves, 29 de julio de 2021

Virginia en Ventana a la escritura

 


Apenas se largó, empezó a escuchar un theremin. Deben ser las tuberías y las chimeneas viejas que a veces cantan, se dijo. Pero cuando el relámpago iluminó el patio, le pareció ver una sombra, o varias, brillando y bailando bajo la lluvia, como había brillado y bailado ella alguna vez.

El granizo comenzó a invadir el pasto y, por el frío, permanecía visible un ratito más de lo habitual. Parecen copitos de nieve, pensó. Perlitas sobre una alfombra verde. Las sombras se fueron, una a una, desaparecieron y solo quedó un escenario vacío.

Esa tormenta le parecía, de alguna forma, no algo literal que estuviera ocurriendo en ese momento, sino una metáfora de la realidad, algo abstracto y misterioso que había que desentrañar.

Cuando el cielo se desborda, llueve, le decía siempre su mamá. Y era así, también con las personas. A veces ella también se desbordaba y podía causar rechazo, pena o rabia a los demás. Pero nunca había causado miedo. Cuando él, cuando ellos se desbordan, siempre nos da miedo, nos dan miedo, se dijo. Son como ese granizo inesperado, que nos agarra desprevenidas en las calles, y que deja abolladuras, aunque tardemos mucho tiempo en registrarlas.

O quizás solo fuera el frío y que, como el cielo, ella también de a ratos lloraba. 



Virginia Janza, 2021.

#ventanaalaescritura




miércoles, 28 de julio de 2021

Laura en Ventana a la escritura

 


El pequeño exiliado

con el cariño 

de dos amigos que se reencuentran

le sacudo el polvo 

le quito pelusas


cuando nos separamos

me llevó semanas limpiar la casa 

hice un rastrillaje 

vacié cajones

          estantes

          recovecos


fui amontonando 

souvenirs de vacaciones

remeras de cumpleaños

libros firmados

alguna que otra

carta perdida

y esos obsequios

porque sí


cuando no hubo más hallazgos

di vuelta la caja

y sobre el piso 

armé pilas

qué se iba 

qué quedaba

qué volvía


recuperé cosas 

que ya no tenían 

nada de vos

salvé un destapador

y un abrelatas


me di el gusto de tirar

esa colección de individuales

que nunca

me gustó


desarmé portarretratos

y escondí todas las fotos

en un libro viejo

que casi regalo

sin mirar


indulté postales

cuadernos

y dejé que la gata

eligiera una remera 

que cuando no estoy

todavía 

usa para dormir


lo demás

a una bolsa para la basura

o a una caja

que sigue 

al fondo del placard


y ahora en mi manos

este

pequeño exiliado

llevaba años perdido

detrás de un cajón


me mira incrédulo

me pregunto si me reconocerá

con el pelo corto

con varios

kilos menos


lo acomodo 

en un nuevo estante


ya tendremos tiempo

de ponernos al día



Laura Ramírez, 2021.
#Ventanaalaescritura






martes, 27 de julio de 2021

Ventana a la escritura 387: contigo

 



No me hables. Quiero estar contigo.



Antonio Porchia, Voces.



Propuesta de escritura para hoy:



─Te proponemos que le contestes a Porchia con un poema o con un diálogo.

Sumate a esta #ventanaalaescritura mandá tu texto a info@siempredeviaje.com.ar para que lo publiquemos en nuestro blog 

El libro recomendado de hoy: Voces de #AntonioPorchia

#ventanaalaescritura

¡Compartamos leer y escribir!





lunes, 26 de julio de 2021

Eugenia en Ventana a la escritura

 


Estridente

el pelo se agita

en ondas marinas

el viento de tu boca impacta las rocas

puedo llorar pero eso

no aliviana

lo guardado en rojo

lo aterciopelado dentro

la llave inmarcesible

de tu corazón




Eugenia Coiro, 2021.

#Ventanaalaescritura
#compartamosleeryescribir



domingo, 25 de julio de 2021

Ventana a la escritura 386: girábamos

 


Esplendor

me llevaste 

en la ruta había una luna roja

giraba a nuestro lado

girábamos

Esplendor

de un costado la luz concentrada en un ojo

los tuyos centellas líquidas

lluvia de diamantes, perlas, cada parpadeo

Esplendor

un manojo de emociones inciertas 

llevo en el cuerpo

embrollado, pegado

y sin embargo me detuve

en la ropa interior

Esplendor

me das la mano

me llevás

me gusta cómo te abrís cómo das

la fascinación por el sol

aunque a la noche te encante desparramarte

comer rico y caliente

jugar en la cama

cubrirte los pies

Esplendor 

desataste en mí un nudo

estaba aflojando tan lento, rugoso

metiste mano precisa

la punta un tirón

puro placer

giré

giramos

Esplendor

manojo del río

flores

esparcidas en las sábanas

fui, soy, de qué color

este caudal de flores repentinas

rojas, violetas, blancas

¿Qué es de pronto este jardín inmenso que nos rodea?

Cómo surge de mi pie este pétalo

esa orquídea salvaje ¿es tu cara?

Cómo es posible

la luna era roja

inmensa

nos miraba 

Esplendor

Cómo es posible, dónde estamos

parpadeo

te veo radiante

entre haces de luz dorada

te veo estrellas

¿es de día o de noche?

¿viajamos o soñamos?

¿te toco y sos rayos?

La ciudad parecía abandonada

la cuadra que caminamos bajo el frío polar me hacía cosquillas

crepitaba un hogar con leños perfumados en mi pecho

el calor naranja se irradiaba

lava mis venas

Cómo es posible tanto

Esplendor

parpadeo encandilada

¿es un hechizo?

estoy en un charco que parece espejo derretido

o al revés

me veo difuminada, con aura amarilla

te reís

Brillás, hila tu lengua, abriendo los ojos

Esplendor

había un cartel

letras cursivas

moradas, fucsias, frutos del bosque

Esplendor

en mi boca tu gusto a hierba fresca

marejada de burbujas pequeñísimas

efervescentes y cristalinas

¿Cómo puede existir este jardín suculento?

¿Es rocío lo que lamo?

Una hoja de eucaliptus se parte entre mis dientes

la lengua alucina

¿es luna roja lo que muerdo?

¿sueño que sos una ola en el pasto?

¿me quedé dormida?

Esplendor

abro los ojos

pupila dilatada

respiro tu voz

me saluda

estoy abrigada

ronroneo

con tu amor.




Karina Macció, Esplendor.



Propuesta de escritura para hoy:


─"Me das la mano / me llevás", escribí usando estos dos versos.Aprovechá para irte de viaje con quien tengas ganas.

Sumate a esta #ventanaalaescritura mandá tu texto a info@siempredeviaje.com.ar para que lo publiquemos en nuestro blog 


El libro recomendado de hoy es Esplendor de #KarinaMacció

Editado por @edicionesendanza

#ventanaalaescritura

¡Compartamos leer y escribir!




sábado, 24 de julio de 2021

Ventana a la escritura 385: llega sangre a la piel

 

Corazón


Poco a poco su gota abrió la roca.

Acá cavó su casa, aunque era poca cosa.


Esta noche a los ojos congelados llega sangre,

llega sangre al oído moribundo, esta noche

llega sangre a la piel.


Alejandro Crotto, Chesterton.


Propuesta de escritura para hoy:


-Escribir a partir de este verso: "Acá cavó su casa, aunque era poca cosa".

Sumate a esta #ventanaalaescritura mandá tu texto a info@siempredeviaje.com.ar para que lo publiquemos en nuestro blog 


El libro recomendado de hoy es Chesterton, de #AlejandroCrotto

#ventanaalaescritura




¡Compartamos leer y escribir!

viernes, 23 de julio de 2021

Ventana a la escritura 384: doblar

 


Desvío


Amarillo

se sustenta en el vértigo

el miedo a no haber sido,

el miedo triangular de nunca más


(doblar, no como quien debiera

sino ausente).



Beatriz Vignoli, Almagro.


Propuesta de escritura para hoy:


-¿Qué otra señal de tránsito podrías usar como punto de partida para un texto?

Sumate a esta #ventanaalaescritura mandá tu texto a info@siempredeviaje.com.ar para que lo publiquemos en nuestro blog 


El libro recomendado de hoy es Almagro de #BeatrizVignoli

@nebliplateada

#ventanaalaescritura

¡Compartamos leer y escribir!




jueves, 22 de julio de 2021

Me ocurre, Andrée * Eugenia Coiro

 


Me ocurre, Andrée

poemas como conejos

blancos, puros

tan inocentes

inofensivos

los poemas

apenas tristes a veces

siempre adorables

vivos

lo siento

querría ocultarlos

mantenerlos adentro

silenciados

pero bullen

salen

se vomitan uno sobre otro

qué daño puede hacer

el deseo

y los conejos devoran

el canon

los compromisos adquiridos

las promesas más queridas

perdón, Andrée, perdón

los poemas se

revelan

se cortan

las líneas 

encabalgan los versos

y el desorden

ahora toma

su casa 

aunque el destrozo

comienza solo

en mi corazón




Eugenia Coiro, 2021.

A partir de Carta a una señorita en París de Julio Cortázar.






miércoles, 21 de julio de 2021

Una noche de verano * Liliana Levy

 


Una noche de verano

la luna ondulando el lago

suave música 

acarician

lejanas voces 

risas

me gusta 

ese delicado rumor

el camino es un círculo

su radio 

la distancia  

que no me nombra 

no me alejo

no me acerco

pienso espero

¿acecho?

el instante impreciso

la señal azarosa

estiro la noche

hasta el límite de quiebre


esta espera

es en sí misma tan bella



Lili Levy, 2021.





 

martes, 20 de julio de 2021

Una idea * Carla Capozucca

 



Una idea 

híbrida

tan antigua

me volvió 

del revés

un sol

destiñe párpados



una idea 

blanca

primordial 

se desarrolla

solitaria 

un lirio 

flota en leche

el centro 

mi mente

envuelve

película 

crisálida 

insectaria

blanquísima

subdivide



idea 

crece 

blanca

punto 

ínfima

en el agua



una

parte

mía

oculta

dormida

blanca

nada 

interrumpe

a la nada

nada 

se avalancha

vacía

una

parte

blanca

reproduce

hijas

kilométricas

de nada 

más

aire 



nada

no existe

y sin embargo

me alberga




Carla Capozucca, 2021.






lunes, 19 de julio de 2021

Majo en Ventana a la escritura

 


no pude arrojar todo al río


sentada en la ribera

bordo la blanca sábana

lo

que buscas no

está ahí lo que buscas no

está ahí lo que buscas no está ahí

lo que buscas no está ahí lo que bus

cas no está ahí lo que buscas no

está ahí lo que buscas no

está ahí lo

qué


puntada simple

puntada relleno

desprogramada

no sabés

ni agarrar la aguja

pero lo que buscás no está ahí

puntada cadena

puntada espiga

al principio cuesta

en la yema del dedo

toma forma un callo

la espalda gime

cuando automatices el gesto

vas a poder

sostenerla

puntada al pasado

en amplios espacios

erguirte

¿sin dolor?

lo que buscás no está ahí

sentencia conjuro

bordá tu tristeza

hilo blanco

sobre la sábana

después al río tirala

horadada pena de agua

lo que buscás

no está ahí




María José Medei, 2021.



Berni


domingo, 18 de julio de 2021

La mesa está servida * Ricardo Czikk

 


La mesa está servida


Son cuatro los chicos sentados, se ven tres y sólo dos se destacan. Fuman y no deben tener más de ocho años; tragan el humo y lo retienen en sus rostros de bocas redondas y carrillos inflados. Su papada de viejos les da un aire contradictorio, algo que no cuaja. Hablan con soltura, apoyados en una mesa vacía, con apenas unos vasos, vacíos, que recorren la distancia entre ellos. Tienen una posición estratégica dentro del perímetro virtual que forma el bar en la vereda, sus sillas casi sobre el cordón, como si estuvieran listos para escapar en cualquier momento. No quieren llamar la atención, hablan bajito. 

El aire está fresco, el otoño ha llegado con una humedad que se agolpa entre las hojas pisoteadas en una capa sincrética amarillo-ocre-verde que hace resbalar a los incautos. Las mesas allí fuera se aproximan en una geometría difícil de descifrar, las sillas van por la suya, desordenadas y la vereda está invadida por el murmullo rumoroso de ruedas lentas y tránsito angostado de barrio. 

Las mozas ritman el movimiento con sus bandejas oscilantes de cafés y platos, bebidas y cubiertos. Bailan la danza de la sonrisa alquilada, mueven las piernas sin alterar el cuidadoso orden con que ha salido todo desde la cocina, se acercan al borde de las mesas, flexionan sus cinturas lo suficiente para bajar lo que llevan, aunque no tanto como para invadir a los comensales y dejan entrever apenas la cadera emergente debajo del nudo que ciñe al delantal. Así las mozas son la savia viva que atraviesa la lábil frontera entre el exterior y el salón; inspiran fuera para llenar sus pulmones para expulsar el aire fresco al entrar, en un sutil bufido de repudio ante el encierro que el local les provoca.

Juega con la reluciente tablet blanca el niño de diez años, Joaquín -insisten con su nombre repetidas veces quienes a todas luces serían sus padres- para que levante sus ojos. Que basta, que no puede ser, que en la mesa no. Ya es hora de pedir la comida. No sea cosa que, como siempre, termines dejando la mitad en el plato, y se desate la batalla campal silenciosa y tensa de ojos acusadores que surcan la mesa y se embisten con furia, que Joaquín conoce ya de memoria. Se retrae aún más en su jueguito, pero está atento a los próximos instantes en que se pondrá en marcha la esgrima filosa y sentirá nuevamente ser el culpable de desencadenar el infierno cotidiano. No querría ser hijo único, pero no le queda otra: debe cargar con la abrumadora tarea de ser testigo y motor de esa eterna y rediviva epopeya. Por todo y a pesar de ello, decide resistir un poco más y solo mira de reojo, hacia la izquierda.

Le parece que son cuatro, ve a tres, pero solo dos humean, fuman, piensa estupefacto y expande todo lo que puede el ángulo visual para ver con claridad a través del ventanal que va de pared a pared. Conversan entre ellos al tiempo que con un compás inaudible levantan y bajan la cabeza para cambiar algunas palabras con la moza que Joaquín confunde con Liliana. De cabello rizado, colita rubia, redonda y pulposa, parecida sí a ella, pero claro no es su profe de guitarra a la que espía, un tanto embobado y otro poco avergonzado, a través de su escote. Estas se exponen menos. Pero Liliana, ay, mientras le enseña acordes, su vista es y no su oído lo que se aguza. Aprende mucho más de ese cimbrar de sus pechos a través de la remera, que de los rasguidos y tonos a incorporar. Estas mozas le recuerdan como la percibe en la misma guitarra: su madera suave y lisa es la piel que emerge de las mangas cortas en verano, la cintura es esa curva para apoyarla en las piernas, la boca desde donde sale el sonido, son sus labios formando la o del do, del sol, de las zambas. La toma con suma delicadeza porque aprendió que se llama alma de la guitarra, ese punto donde el pulgar aprieta para que los otros dedos saquen los tonos; rasguear es acariciar; afinar es hacer que su finura emerja. Un universo femenino se expande ante si cuando mira aquel instrumento.

Pero vuelve sobre sí, porque ahora una marea ascendente de envidia desde las tripas adviene, toda mezclada con rabia, adquiere visos de impotencia y finalmente se hace celos que preferiría no sentir. Le resulta inadmisible que esos estén ahí. Es ofensivo. Lo desafían a que sostenga el gesto postergado de volver la mirada y jurar que comerá todo el plato. Siente que de un instante al otro el mundo ha cambiado su tono, que la grisura del día y el amargo ciclo de largos fines de semana podría ser diferente. Esos serían merecedores de la frase que le parece estar escuchando: mirá vos, tan chicos y fumando, pero qué padres pueden dejar que algo así pase. Así diría su abuela de estos héroes renegados, ejemplo de nada, pero que sin embargo le hacen un cosquilleo pertinaz que lo impulsa a querer pararse y correr hacia ellos, pedirles que lo inicien en ese estar despreocupados, con poco, entre humos, sabiendo de mujeres. Se ve con la mochila de la escuela como única pertenencia, ágil, pero sin nada, perdido, solo y le viene miedo al cuerpo. 

Justo en ese instante un dolor agudo y breve, como un aguijón, un shock lo trae de regreso. Me acaba de tirar del pelo. Cerró el ángulo, volvió la vista a la mesa sin dejar de pasar por la Tablet, quizá no se dieran cuenta por donde anduvo ni qué sintió, para subir los ojos y ver como aquella mano se retiraba de su cabeza y las uñas largas se extendían sobre el mantel. 

La mesa está servida.

No gimotea, no hace escándalo. Esta vez, diferente a todas las anteriores se queda callado, mirando fijo. A los ojos. Sin rebeldía ni desafío, como templado, y lo que siempre había sido culpa se volvía vergüenza ajena, pudor por sus padres que así se exponían. La madre le clava de regreso una mirada fría celeste y almendrada , mientras el padre como era de esperar, Joaquín estaba seguro de ello, vagaba con sus ojos por la cadera de alguna moza. 

Entonces su cabeza dejó atrás el punto donde había estado la mano que lo dañó, y en su lugar emergía una agradable sensación en el pecho, parecida a la que le viene cuando se sumerge para nadar en el agua tibia de la piscina del club, el instante que le encanta, cuando empuja la pared con los pies y despedido hacia el fondo se siente muy suave y libre.

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios y sin decir una sola palabra comenzó a comer.  

Para cuando volvió a mirar de reojo a través de los ventanales, la mesa estaba ocupada por otra familia. Le pareció, eso sí, que era muy parecida a la suya.



Ricardo Czikk, 2021.



Berni


sábado, 17 de julio de 2021

Axel en Ventana a la escritura

 


¿Era un año largo?


No lo sé.


El después es inaccesible

confuso

parece el vapor concentrado en las paredes.


Es el agua

microscópica

llevar varias semanas bajo techo

duchas, verduras en remojo, saliva

aspersor de alcohol

charco trunco del lavarropas.


Salimos del encierro

ojalá

decirlo tranquiliza

es una dosis prístina de aire.


Salimos del encierro

¿te acordás?

comentarlo así

de golpe

sería tan lindo una ocurrencia

lejana

anecdótica. 


También tenía lo suyo eh

la frazadita móvil

una ventana lenta

tranquila

cocinar mucho

el sopor del sillón

pantallas fáciles.


Pero ahora

no puedo acordarme

¿cómo era

antes

cómo era llegar?


El ruido del colectivo

las manos

una tarde llueve

me mojo

la rueda de la bici se oxida

el contraste

de viernes

a sábado

los anteojos se empañan no puedo ver

¿te acordás?


Había ropa dura

intrigas

quejas

ciertas rutinas que romper.


Es cierto

la rigidez era una cualidad

costaba elegir

priorizar

hacer lo que uno quería

pero se podía

la posibilidad estaba

la agenda se saturaba rápido pero

encierro

es esto

antes era una elección, ¿no?


Hoy

en cambio

podés hacer lo que te parezca

estás solo

sin apuro sin frenos sin pendientes

hoy

vos y vos

la apertura de la tarde

mañana

la mente

pasado

tuya

libre

claro

aprovechar

¿no te quejabas del tiempo?

aprovechá

al fin lo que buscabas

¿no estás libre de

para lo que quieras?


¿Ahora qué?


¿Cuál es la excusa?


Cierto

la excepción

no es lo mismo

no

pero casi

y asusta

darse cuenta

sin trampas

qué es

qué sos

estar solo adentro

no

hay

nadie.


Es un año

el día

desplegalo como quieras.


Sos libre.


Tenés tiempo.


No hay excusas.


No hay contrastes.


¿Te acordás

cuando planeabas qué hacer el fin de semana

y te ponías nervioso porque los amigos no definían

organizar

la cena familiar

el mate con facturas en una plaza

a qué bar salir a la noche

y descansar

¡querer leer!

después de toda la semana el libro la cama la serie el delivery sin miedo

necesito descansar así que no puedo verlos a todos

te acordás

qué lindo?


Escribo

las palabras salen como pueden

rotas, sin destinatario, acumulan

estoy solo

una vaga sensación de despedida

el hilo

tira de ellas y así vienen confusas

no sé para qué

si no hay nada

ni nadie

a quien despedir.


Es una casa blindada.


No me acuerdo.


Intento y no.


¿Te acordás?


Cómo era

cómo era antes


cómo

será

decir

salimos del encierro


sin ironía.



Axel Levin, 2021.





viernes, 16 de julio de 2021

Andrea en Ventana a la escritura

 


Qué más puedo pedir


Tengo la sonrisa

dibujada en la cara

marcador indeleble

pasan los días y sigo

mostrando mis dientes

imperfectos

no estoy atada 

a nadie

hago lo que quiero

(mucha televisión y dormir siesta)

diseño los instantes

sin presiones

no tengo fantasma de celos

rodeándome

si me asalta el aburrimiento

salgo

las calles son especiales para

captar mi atención

algún vecino que saludar

palabras van y vienen

vacías

sola en la efímera compañía 

los pasos me llevan 

observo el color de las hojas

prontas a caer

el sol tibio me agarra 

del brazo


qué más puedo pedir


mi felicidad es suficiente

tan colmada estoy que 

no busco 

detenerme en un

abrazo

quedar pegada a una

mesa

tengo mi propia risa

ausencia de problemas

paz


es lo que alimenta mi

sola alegría

lo único que me importa.



Andrea Larrieu, 2021.

A partir de un poema de Cristina Peri Rossi.



Lichtenstein


jueves, 15 de julio de 2021

Nuestra estrella * Martín Melman

 


Nuestra estrella


Cierro despacio la puerta de su casa. Bajo por el ascensor, el metal plateado de las paredes y de la baranda interna se expande a lo largo de lo que muestra ese reflejo en el espejo-pared. Además del interior del elevador, aparezco yo ahí. Me miro en el espejo, me devuelve una cara de derrota y sin gestos. Observo con mayor profundidad, encuentro piel firme y seca, ojos sin brillo y labios desmayados. Finjo una sonrisa y fuerzo la apertura de mis párpados. En el vidrio aparezco como un monstruo cínico, un payaso que simula comicidad aunque en realidad está listo para asesinar. El gesto definitivamente no funciona. Rendido, vuelvo a mi cara sin expresión o, mejor dicho, que expresa el fin. Una canción de Los redondos me rebota por la cabeza, un verso en realidad. Nuestra estrella se agotó. Se abre el ascensor y salgo de su edificio.

El viento me enfría el cuello, me subo hasta el tope el cierre de la camperita negra con las tres tiras blancas que bajan por los brazos. Agarro un chicle, lo empiezo a masticar y la saliva es cada vez mayor. Qué seca me queda la boca después de vivir los llantos y los gritos. Meto las manos en los bolsillos y comienzo la vuelta. A lo largo de las cuadras, me intento distraer con los perros que ladran y giran en las entradas de las casas, también lo trato mirando los árboles otoñales con hojas rojizas y anaranjadas. Pero nada sirve, interfiere en mí saber que solo falta una conversación, aún no sé cuándo será. Me freno en seco cuando se me pasa por la cabeza volver sobre mis pasos y reabrir la puerta de su hogar. ¿Era todo?, pregunté, la frase me penetra. Todavía se me cruzan los gritos mutuos de hoy, también la discusión acalorada de la semana anterior y la que tuvimos en el medio por teléfono. ¿Cuánto tiempo de peleas puede resistir una pareja? Involuntariamente, cierro los puños con fuerza y, de a poco, la piel de mi palma cede ante el filo de las uñas. Me acuerdo de mi promesa de que esta vez no se acabaría todo en caliente. Desisto, la charla quedará para cuando la herida cierre. Extiendo los dedos y me miro la mano, dos uñas forman una línea que emana mínima sangre, me lamo para que pueda empezar a cicatrizar.

Llego a casa. Abro la ducha para bañarme, en ese momento mis lágrimas se mezclan con el agua. Me sorprende este llanto silencioso. ¿Se quiere a alguien si no se llora ante su pérdida? Acerco los ojos lo más posible al chorro y los cierro. Las gotas me hacen doler por la presión y la temperatura del agua. Cierro la canilla y me froto el cuerpo con la toalla lo más rápido posible, antes de que el frío se apodere del baño. Me refriego los ojos, me pesan, es como si por dentro portaran grandes montañas de arena. Ya seco, apoyo la cola sobre la alfombra del baño y me hago un bollo. Las lágrimas nuevas caen sobre mis rodillas. Soy una pelota que llora adentro del baño de casa. Lo pienso y río en el medio del colapso. Mordí el anzuelo una vez más. Esto me permite levantarme. Solo así salgo adelante, son las risas, los amigos y la música los que ayudan a que me recupere. Tengo que empezar a proyectar sobre eso para poder dejar de lado mis angustias. 

Me tiro en la cama. Por ahora no puedo pensar en el próximo recital, calculo cuánto faltará para que la vea, no voy a aguantar mucho sin resolver esto. Necesito esa charla, las cartas parecen jugadas. ¿Ella lo ve venir? Ya lo hablamos antes, así que supongo que sí; o tal vez no, y esta idea de que ella está en la misma es solo un pensamiento para autocomplacerme y sacarme culpas. Siempre un iluso. La piel se pone de gallina, se produce un sobresalto y me estremezco pensando en ese cara a cara. Vuelvo a tener el frío de antes del baño y empiezo a temblar. No sé si voy a poder decirle lo que siento, si todo este discurso que craneo hace tantos días me va a salir tal y como lo pensé, ni si ella me va a dejar hablar. El encuentro también pueda ser otra cosa, quizás sea mirarla, que con todo el pesar, mi boca permanezca cerrada y las lágrimas me recorran la cara sin límites. Que solo eso indique el cierre. Y que en el momento en el que la mire, ella esté en la misma que yo. Agarro una Carilina, el llanto me toma la nariz. Me sueno, el papel es solo humedad viscosa. Pasa media hora y el tachito de basura es un cúmulo de pañuelos blancos.

La más linda del amor me repito en voz baja. Nos veo a los dos en el barcito de los tragos ricos. Ella portaba el collar del sol hecho con alpaca y el vestidito turquesa que usaba cuando teníamos ganas de pasar una noche especial. Yo, perfume, bermudas y la remera con perros. ‘Sos la más linda del amor’, esa fue la primera vez que se lo dije, estaba picado, desde ahí lo mantengo. Recuerdo el tiempo que llevaba con el cálculo hecho, era la chica más linda con la que me había acostado. Mi miedo a confesárselo llevaba meses, en realidad, creo que era más vergüenza que miedo. Cuando escuchó mi revelación, ella se ruborizó, era pura sonrisa y revolvía el mojito con su mirada fija en el vaso. Que un tonto ha visto soñar. El recuerdo se me borra y soy pura seriedad. Desde el principio se veía este desenlace, ya al mes habíamos tenido nuestros primeros cruces, es difícil mantener una relación si las dos personas no dan nunca el brazo a torcer. Antes del tercer mes me imaginaba que no íbamos a sobrevivir ni un año. Pero la remamos y nos empezamos a conocer los mambos propios y los ajenos. De a poco las peleas fueron más espaciadas, aunque en cada disputa nos tirábamos a matar con las palabras y había una competencia superior por quebrar el orgullo del otro. Pasaron tres años, en este momento cualquier cosa enciende la mecha, punto-de-no-retorno.

No tengo hambre, pero no puedo irme a dormir con la panza vacía. Reviso la heladera que mucho no tiene, de todos los tuppers que hay, saco el de la tapa rosa doblada por su mal uso. Paso todo a un plato profundo de porcelana y meto el recipiente lleno de fideos bastante secos al microondas. Mientras espero, miro el celular con su foto de fondo. Ella y yo en Playa del Carmen sacando la lengua con el sol que caía. Como cada vez que estaba bajo el sol, tiene la piel tostada, las pequitas relucen y el pelo se le aclara y ondula. Vuelvo a ese México, los ojos se me encienden y la sonrisa reaparece. Si todo pudiera ser como en ese momento... ¿Volveré a vivir algo así? Me pongo en la boca los fideos, los mastico hasta triturarlos pero no los puedo pasar. Dejo el plato con la comida en la bacha, queda inclinado y de a poco el contenido cae hacia la pileta. Busco en el cajón de la mesita ratona la ilustración del Quetzalcóatl. En aquellas playas, mi mano repasó tanto esos trazos. Primero ella me miraba hacer los dibujos, más adelante, yo la empecé a incluir a mi manera, ella eligió la combinación de los colores. Ahora es dorado y verde en las plumas del cuello. Doy vuelta la figura y le garabateo mi firma atrás con fibra. Cuando está seca, enrollo el papel y lo ato con una cinta dorada para que no se abra. Va a quedar sobre la mesa y se lo voy a dar como regalo. Solo un buen gesto.

Escucho la vibración del teléfono, abro y veo el contacto de ella.

El mensaje solo dice “Flaquito, estás?”. 

¿Y ahora? 

Ahora tiro yo, porque me toca.



Martín Melman, 2021.