Este año arrancamos el taller con unos pocos encuentros presenciales y al toque nos agarró la
cuarentena. Me emociona sentir que la fuerza del encuentro arrastra la distancia, se la lleva puesta.
Con todo el desgaste del aislamiento llego a veces cansado, a veces contento, a veces triste, pero es
seguro que me voy lleno de fuerza.
Estamos trabajando sobre el erotismo, sobre el amor hacia las palabras y hacia los cuerpos. Creo
que eso no es casualidad. Estas épocas tan duras al afecto, ponen en cuestión nuestros vínculos y
nos dejan cara a cara con nuestra naturaleza comunitaria: somos con otrxs o no somos. Me recuerdo
todo el tiempo que por cada Guerra de Troya, hubo una Odisea. Digo, pienso, que es verdad que la
historia es la historia de una masacre tras otra, pero también es cierto que el ser humano quiere
vivir. Y compone, escribe, crea, se abraza, ama, lucha a pesar de todo. Ambas cosas son ciertas.
Hoy leímos este fragmento de Anne Carson: “contemplar los espacios físicos que articulan las letras
‘te amo’ en un texto escrito tal vez me lleve a pensar en otros espacios, por ejemplo, el espacio que
se extiende entre ‘tú’ en el texto y ‘tú’ en mi vida. Tu ausencia en la sintaxis de mi vida no es un
hecho que las palabras escritas cambiarán.” Se trata de los los “bordes” de las palabras. De la
presencia y de la ausencia. De la distancia y de las palabras queriéndo achicarla, aunque sepa que
no podrá. En eso se parecen las palabras y el erotismo.
Todo lo cual me lleva a donde empecé el año. Que paradójicamente, a pesar de todo, contra toda
pandemia, contra toda objetividad externa, nació como un año de amor y con este poema que les
comparto en la foto. El taller de hoy, tan lleno de energía, de ganas de vivir y de crear, me confirma
que sigue siéndolo. Hasta que nos demos un abrazo, hoy más que nunca, resistimos con nuestros
cuerpos de palabras. Que no será perfecto, pero es el único hogar que tenemos.
Nicolás Alonso, 2020.