jueves, 31 de diciembre de 2015

Juanpi Ortigosa en Amor de Verano



Esa segunda quincena de enero, cuando nos juntamos con mis amigos y vamos de viaje, catorce pibes a un mismo lugar, es uno de los momentos que más espero. Sea Pinamar, Gesell, Mardel o cualquier otro lado al que elijamos ir. Definitivamente es mi época favorita del año.
Pero no sólo por el hecho de estar con ellos, de boludear constantemente, de salir a bailar o de jugar al fútbol y al vóley con gente en la playa. Sino, sobre todas las cosas, por verla a ella. 
Nunca supe por qué coincidimos siempre, pero a donde me vaya, ella está. Es la flaca más linda que alguna vez conocí, buena onda, una sonrisa hermosa y unos ojos azules brillosos que de sólo verlos quedás hipnotizado. 
Desde hace cuatro años que nos encontramos las segundas quincenas de enero, y pasamos todas las noches juntos. Prometimos nunca decir nuestros nombres, nunca saber más acerca de nuestras vidas. Por más que quiera hacerlo, lo que vivo es tan perfecto que no me gustaría arruinarlo. Lo nuestro es sólo lo que parece, y eso es lo hace mágico. Nace y muere, cada año, como un nuevo amor de verano.


Juanpi Ortigosa, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Esta no es una historia interna * Gabriel Brajterman


Esta no es una historia interna. Es una historia que inventé. Para que vuelvas. Y me salves, de mi lengua incierta. Mientras el sol de noche late despacio y tus manos cicatrizan.

Prometiste quemar mi soledad, olvidándola. Esquivando el lugar donde los dedos se confuden y tu voz es mi vos.

Pero tus pies hacían sombra tras la puerta y no golpeabas.

Dibujé una playa, en alguna ciudad donde las canciones conspiran con la lluvia y vos ya no sos tan blanca ni difusa. Casi tierna.

Entonces me borraste, con lápices y goma. Para recordarme que no eras, ni querías ser.




Gabriel Brajterman, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje para Minuto Amor de Verano.




martes, 29 de diciembre de 2015

Cantás * Eugenia Coiro



Cantás.
El tiempo no congela
tu sonrisa perfecta. Te veo de costado y cantás.
Sonreís, manejás atento.
Tus manos pequeñas masculinas delicadas.
Cuánto puedo
escribir soñar con tus manos. Así
recibiendo la luz de la tarde que acaba.
Me olvido a dónde vamos.
Por qué no es infinito
este camino en el que cantás y sonreís
y no le tengo miedo a nada
porque el momento es brillo y suavidad.
Mi corazón tibio.
Un detalle cualquiera marca el tiempo y aterrizo
como un pájaro sin alas
pelota de plumas flotantes sobre el pasto.
Esa sensación certeza intuición de que
el tiempo es implacable
como el devenir de los sentimientos.



Eugenia Coiro 
para Amor de Verano.



domingo, 27 de diciembre de 2015

Traje traje * Viviana Redondo



No traje nada
no traje nada nuevo
me traje
trajeada con vestidos usados
viejos renovados conocidos
me visto a medias
como las medias
visten pero no me cubren

Quería estar de estreno
vistiendo algo nuevo
no pude
no hubo tiempo.

Antes de entrar
lo invento.
Tengo un baúl
voy
una llave
la uso pruebo
esta dura
vuelvo a intentar
la cerradura cede
lo abro sumerjo mis manos
miro tanteo revuelvo
texturas olores
tiempos afectos
lo que hay
arma mi estreno
madera y tinta
deslizan suavemente
me envuelven
avanzan crecen
me dan ropaje.

Pronto tendré que cruzar
llegar entrar
mostrar compartir
lo viejo reconstruido
mi traje a estrenar
formas nuevas
de lo guardado.

Dejé el baúl abierto
abierta la oportunidad
de seguir buscando
para seguir saliendo (trajeada)
con renovados atuendos.



Viviana Redondo, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.




viernes, 25 de diciembre de 2015

Piel * Mariel Fini

Piel

frío en la Piel
una gota
celebra el escozor
Penetrante y desplegada
como hablar a dos Lenguas
tienen todo
se tocan
             se huelen
                          se contraen
un músculo Infectado
no quiere cesar
los Pies dan volteretas
besos de cuello escondidos
al primer grito
                           Acaba
reboleo de algo
un cuerpo Angurriento
muere y renace
una locomotora a toda velocidad
llega a un callejón sin salida
en pasillos indiferentes
deja Huellas
                         pero no un rastro
Cicatrices que apuñalan
un vivir, con límites.


Mariel Fini, 2015
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje para Minuto Amor de Verano.








martes, 22 de diciembre de 2015

Desventajas y ventajas de usarme * Andrea Larrieu



Si venís a mí para buscar un abrazo cálido, lamento decirte que te estás equivocando. Ni bien me abras, vas a encontrar una niebla gélida que te dejará más helado que cuando llegaste. 
Soy rígida, insensible, témpano que nunca se derrite, soy blanca, transparente, escarcha que tapa los poros, glacial.
Si intentás transmitirme tu tibieza, tu calidez, ya te aviso que será inútil. Te la voy a quitar en unos segundos. Enfriaré tu aliento, tus manos tibias, tu cuerpo ardiente, hasta dejarte la piel amoratada, temblorosa, los miembros entumecidos, como si caminaras por el ártico descalzo y sin abrigo. 
No esperes el calor vehemente, el fuego apasionado, las chispas encendidas en los ojos, la piel sudada de una noche intensa. 
Nada de eso te daré nunca. Ni lo sueñes, no lo intentes. Terminarás siendo una estatua de hielo frígida.
Te aviso que hay una parte mía que no sólo te quita el calor. Te congela hasta la sangre, el cuerpo se petrifica y el corazón helado deja de bombear. Entendelo, soy la dama de hielo que fulmina el calor.
Ahora, si lo que buscás es un lugar fresco donde calmar el ardor de la vida, yo soy lo que necesitás.
No hay nada mejor que llegar a mí luego de transitar un desierto de sol intenso y arena árida que quema. Soy el oasis que vas a estar deseando.
Cuando tus días no tengan lluvia y la sequía esté a punto de rajar tu piel, en mí encontrarás un bálsamo, el agua que te arrancará la sed.
Alivio dolores, desinflamo, calmo. Golpes, quemaduras, hinchazón, cuerpo hirviendo, todos ellos encontrarán la cura en el frescor de mi cuerpo como un potente sedante. 
Tengo otras ventajas. Estoy siempre en el mismo sitio, no persigo ni molesto. Poseo varios  lugares para mantener vivo lo que desees: el agua fresca, la fruta jugosa, una torta con crema y chocolate. Atesoro tus delicias, protejo tus antojos, cuido tus necesidades, y te las entrego en el momento que vos quieras. 
Soy útil cuando me usan. Espero paciente a que vengan a mí. Vivo enchufada, quieta, pero eléctrica. 


Andrea Larrieu, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir del Club de Lectura de Wislawa Szymborska y Circe Maia.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Fue un viernes * Víctor Quintero



Fue un viernes. Caminar hasta su casa fue toda una hazaña. Sólo la sombra de los edificios podía mitigar un poco el sol. Su pedido fue claro “Quiero helado de dulce de leche y limón”. La ansiedad quemaba mis deseos, y el fuego en mis venas era aún más fuerte que el calor ambiental. Por fin podría estar solo con ella, al menos compartir un helado en su casa.


Cómo era natural, me hizo esperar en la puerta. Por fin, como una hermosa bailarina rusa, apareció y me abrió. Su pelo dorado me dejó casi ciego, su piel rebozaba alegría y todo su cuerpo estaba cubierto por un aura amarilla. Yo sin palabras lo único que pude hacer fue mostrarle el helado como excusándome de estar ahí, ella sin más, me tomó de la mano y me llevó al apartamento.


Entre risas y descoordinaciones nos sentamos en un sillón. Yo pregunté por las cucharas para el helado, aquellas de forma rectangular. Ella me miró sorprendida por aquél pedido. No importó. El sabor del helado y el calor nos llevó a quitarnos toda la ropa. El aire acondicionado no pudo apagar el infierno que habíamos desatado. 


Víctor Quintero, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje para Minuto Amor de Verano.



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Pared de la ciudad pequeña * Federico Castro Walker



Doblo una esquina en la ciudad pequeña. Me sorprende una pared de ladrillo visto de metro y pico de altura. Combada, mejor dicho, panzona. Grávida de historias que desconozco. Un milagro que con esa protuberancia siga en pie. Los ladrillos en una gama del rojizo oscuro al negro, distintos del tamaño que se usa en las casas de ahora, más chicos. Húmedos. En los rincones, rastros de varios colores de pintura, que en distintas épocas habrán cubierto a todos. Desde atrás me saluda una enredadera vieja, con hojas verdes, ignorantes de su origen. El muro de la casa contigua, también anciano, comienza con una puerta de madera celeste, tamaño nene, amparada por un dintel rectangular. Espacio obligado de una foto haciéndome el gigante. Al final de la calle de piedra que acompaña las paredes, el río que separa de mi ciudad grande.




Federico Castro Walker
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.



lunes, 14 de diciembre de 2015

Lucía Imperatore * mamá tierra



mamá tierra
mamá con manta
mamá cariñosa
mamá mentirosa
mamá detallista
mamá cómica
mamá esperanza
mamá pelirroja
mamá sobreprotectora
mamá descalza
mamá rígida
mamá con voz suave
mamá miedosa
mamá acunando
mamá estresada
mamá té con jengibre
mamá estufa
mamá guerrera
mamá dudosa
mamá amiga
mamá confiable
mamá compinche
mamá punk
mamá consejera
mamá histriónica
mamá red
mamá cocinera
mamá guía espiritual
mamá milonguera
mamá con pashmina
mamá practica
mamá popular
mamá pasta frola
mamá cancionera
mamá arenosa
mamá reloj
mamá chicle
mamá diplomática
mamá espontánea
mamá espantapájaros
mamá ansiosa
mamá esquemática
mamá sabia
mamá pañuelo
mamá elitista
mamá estampita
mamá judía
mamá vegetariana
mamá reina
mamá negadora
mamá urbana
mamá entre líneas
mamá chantajera
mamá suplente
mamá tejedora
mamá distante
mamá paraguas
mamá desconfiada
mamá azúcar negra
mamá calculadora
mamá perseverante
mamá egoista
mamá optimista
mamá invasiva
mamá aprensiva
mamá merengue
mamá rígida
mamá anfitriona
mamá sugerente
mamá empática
mamá decoradora
mamá golpeada
mamá pared
mamá cuete
mamá encerrada
mamá desafiante
mamá celosa
mamá burakera
mamá posesiva
mamá envidiosa
mamá reprimida
mamá jungiana
mamá ciega
mamá cinéfila
mamá blanda
mamá contenedora
mamá cretona
mamá soñadora
mamá hundida
mamá sorda
mamá hipócrita
mamá seca
mamá dictadora
mamá rencorosa
mamá piadosa
mamá improvisada
mamá sonriente
mamá precisa
mamá jardinera
mamá madrina
mamá recta
mamá desordenada
mamá preservadora
mamá tutora
mamá carismática
mamá atrapada


Lucía Imperatore, 2015.
Producido en los Talleres de Siempre de Viaje.



jueves, 10 de diciembre de 2015

desde los pies * Viviana Redondo

desde los pies



Cuando comencé a caminar 
no sabía
desconocía el mundo
por lo menos 
ése que empezamos a descubrir sobre nuestros pies.

Hoy
algunos caminos  
ya fueron andados  
paré corrí salté
pude detenerme      
plácidamente
o a las apuradas
me encontré
me perdí 
recomencé  continué   mi ruta

cada vez

renaciendo
al percibir en mis cenizas 
mojadas por lágrimas 
un naranja de contornos plateados que asoma
da calor a mis pies
los reaviva 
sin quemar 
estremeciéndolos
comienza a subir
aire cálido avanza 
espiraladamente por mis piernas
remolinos en las rodillas
naranjas amarillentos 
se tornan rojo intenso
al reunirse en mi pubis 
calor ardiente
fogata
volcán 
expansión

a todo mi cuerpo

suben 
se contornean
rojos dorados
abrasan abrazando
pelvis ombligo
torso
senos que levan alto
brazos manos
uñas
gotas de transpiración

no lo apagan

cabeza  ojos
cabellos
narices
bocas ardientes

entremezclandonos
nos soltamos
en nuestro encuentro
el aire nos agranda

fuegos artificiales

nos quedamos 
no nos quemamos 
disfrutamos acompañados
el cruce de nuestros caminos
fogata encendida

será cenizas
donde renacer 
andando

con los pies en la tierra.



Viviana Redondo, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.


                                                                                                 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Esa mañana * Mariana Avendaño


Esa mañana sintió los jazmines trepar desde sus pies y florecer en su nariz, ocupándola por completo hasta pincharle los ojos. Primavera otra vez.
La noche llega más tarde, los pájaros cantan temprano, la lluvia se vuelve breve pero intensa. Disfrutar del aire libre, el peor de los mandatos que nuevamente no va a cumplir.
Empieza noviembre y el olor repugnante a flores le recuerda que es su cumpleaños. Un nuevo cumpleaños. Otro más. Parece que el tiempo pasara más rápido mientras ella no crece, envejece. Mira el celular por inercia, para que le diga lo que ya sabe no tiene mensajes nuevos.
Sale a trabajar. Su piel está demasiado blanca para tolerar el calor del sol. Mientras espera el colectivo en su demora, ruega que las vidrieras no adelanten los artículos navideños imponiendole un espíritu que no tiene.
Al caer la tarde cuando vuelve a su casa, atraviesa el patio observando de cerca las plantas. Se quita la ropa sudada.Todavía no oscurece. Por el contrario, aún se posa la suavidad del atardecer con su silencio, tan alejado del ruido y bullicio que queda afuera.
Deja su bolso sobre la mesa, y va al cuarto a cambiarse de ropa. Se detiene a tomar un vaso de agua mientras mira sus paredes blancas con algunos manchones oscuros de humedad. La casa está intacta. Ella no quiso pintar nada para que cuando él vuelva no se sienta extraño. ¿Cómo saber que colores le gustan ahora? No quiere que la casa pierda el equilibrio ni se vea femenina.
Es noviembre. Otra vez. Noviembre y el olor impregnante a jazmines le recuerdan todo lo que no tiene. Solo le resta esperar que noviembre pase rápido. No pinta las paredes de su casa y tampoco guarda ninguna flor.


Mariana Avendaño, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir del Club de Lectura de Gabriel García Márquez.


sábado, 5 de diciembre de 2015

Me perdí en vos * Marcelo Trumper


Me perdí en vos
tu vientre hinchado
                               de placer.
Perdí la cordura
                          al tocar tu piel.
La vista            al mirar
          a través de tus pupilas,
                    vi tu alma
              reflejada en la mía,
            lago entre montañas
         donde me volví a perder.
Perdí la razón
                         acurrucada
entre los pliegues
                  de las sabanas.
Perdí el sueño
                 por querer retenerte,
             te seguí hasta la esquina
                   y desapareciste.
Llamé                  te rogué
  volvieras a perderte
                                conmigo

                    en esta primavera.


Marcelo Trumper, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir de la Lectura de Circe Maia y Wislawa Szymborska.


jueves, 3 de diciembre de 2015

Monstruos Club de Cuentos / Diblus, por Santiago (7 años)

Diblus


por Santiago (7 años)

Nombre científico: vuelayhechiza
Tamaño: Como el de diez personas.
Lugar de origen: Más lejos que el sol.
Habilidades: Aniquila a sus presas.
Secretos: Siempre viaja con una escalera que mide millones de metros, pero casi nunca la usa porque al aproximarse al suelo levanta vuelo y planea como un avión. Cuando aterriza usa su magia para atrapar a todas las personas. 
Hábitos: Llega en la noche.

Había una vez un monstruo que vivía más lejos que el sol.  Su nombre era Diblus y tenía a casi todos los hombres y mujeres del planeta Tierra atrapados, encarcelados por dos mil años. 

Primera aventura
Diblus vive a dos cuadras de una familia que vive en una mansión hechizada por él. La heladera está hechizada y se come todo no deja ni una miga. Algunas días hechizaba a la tele, que no paraba de cambiar de canal. Otros, al sofá, que no paraba de moverse. 
La familia también está bajo el control de Diblus. 

Segunda aventura
Diblus escapó de la Tierra antes de que lo atraparan a un bosque en otro planeta lleno de animales, muchos de ellos eran carnívoros. A lo lejos vio una carreta, eran los que querían atrapar a Diblus. Él se escondió entre las plantas, los extraños no pudieron verlo. Diblus tiró un hechizo para que a la carreta le faltaran las ruedas. La carreta se detuvo. Diblus, en control de las ruedas, se las tiró a los extraños, éstos se agacharon antes de que las cuatro ruedas los golpearan. 
─Seguro es Diblus─ dijeron los extraños. 
Diblus se teletransportó a otro lugar. Los malos lo buscaron por todo el mundo, pero no pudieron encontrarlo. Diblus, que no era ningún cobarde, se teletransportó a donde estaban los extraños, los hechizó y murieron ante él.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Pertenecer * Clarice Lispector

15 de junio 1968

Un amigo mío, médico, me aseguró que desde la cuna el niño siente el ambiente, el niño quiere: en él el ser humano desde la cuna ya comenzó. Estoy segura de que en la cuna mi primer deseo fue el de pertenecer. Por motivos que no interesan aquí, de alguna manera yo debía estar sintiendo que no pertenecía a nada ni a nadie. Nací sin motivo. Si en la cuna experimenté esa hambre humana, ésta sigue acompañándome en la vida, como un destino. Al punto de que mi corazón se contrae de envidia y deseo cuando veo una monja: ella pertenece a Dios.
Exactamente porque es tan fuerte en mí el hambre de darme a algo o a alguien, es que me volví muy arisca: tengo miedo de revelar cuánto necesito y cuán pobre soy. Lo soy, sí. Muy pobre. Sólo tengo un cuerpo y un alma. Y necesito más que eso. Quién sabe si no empecé a escribir tan pronto en la vida porque, al escribir, por lo menos me pertenecía un poco a mí misma. Lo que es un triste facsímil. Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, perdí mi don de gentes. No sé ya cómo se es. Y una especie completamente nueva de la “soledad de no pertenecer” empezó a invadirme como hiedras a un muro. Si mi deseo más antiguo es el de pertenecer, ¿por qué entonces nunca formé parte de clubes o de asociaciones? Porque no es eso a lo que yo llamo pertenecer. Lo que yo quería, y no puedo, es por ejemplo que todo lo que viniera de bueno desde mi adentro yo pudiera darlo a aquello a lo que perteneciera. Incluso mis alegrías, qué solitarias son a veces. Y una alegría solitaria puede tornarse patética. Es como quedarse con un presente todo envuelto con papel de regalo en las manos —y no tener a quién decirle: tome, es suyo, ábralo. No queriendo verme en situaciones patéticas y, por una especie de contención, que evita el tono de tragedia, raramente envuelvo entonces con papel de regalo mis sentimientos. Pertenecer no resulta sólo de ser débil y necesitar unirse a algo o a alguien más fuerte. Muchas veces las intensas ganas de pertenecer me vienen de mi propia fuerza —yo quiero pertenecer para que mi fuerza no sea inútil y fortifique a una persona o cosa. Si bien tengo una alegría: pertenezco, por ejemplo, a mi país, y como millones de otras personas soy pertenencia de él a tal punto, que soy brasileña. Y yo que, muy sinceramente, jamás deseé o desearía la popularidad —soy demasiado individualista para poder soportar la invasión de la que una persona popular es víctima—, yo, que no quiero la popularidad, me siento sin embargo feliz de pertenecer a la literatura brasileña. No, no es por orgullo, ni por ambición. Estoy feliz de
pertenecer a la literatura brasileña por motivos que nada tienen que ver con la literatura, pues ni siquiera soy una literata o una intelectual. Feliz sólo de “ser parte”. Casi logro visualizarme en la cuna, casi logro reproducir en mí la vaga y no obstante apremiante sensación de necesitar pertenecer. Por motivos que ni mi madre ni mi padre podían controlar, yo nací y resulté tan sólo: nacida. Sin embargo, fui preparada para ser dada a luz de un modo muy bonito. Mi madre estaba ya enferma, y, por una superstición muy difundida, se creía que tener un hijo curaba a una mujer de su enfermedad. Entonces fui deliberadamente creada: con amor y esperanza. Sólo que no curé a mi madre. Y siento hasta el día de hoy esta carga de culpa: me hicieron para una misión determinada y fallé. Como si contasen conmigo en las trincheras de una guerra y yo hubiera desertado. Sé que mis padres me perdonaron por haber nacido en vano y haberlos traicionado en la gran esperanza. Pero yo, yo no me perdono. Querría que simplemente se hubiera cumplido un milagro: nacer y curar a mi madre. Entonces, sí: yo habría pertenecido a mi padre y a mi madre. Yo no podía confiar a nadie esta especie de soledad de no pertenecer porque, como desertor, tenía el secreto de la fuga que por vergüenza no podía conocerse. La vida me hizo de vez en cuando pertenecer, como para darme la medida de lo que pierdo al no pertenecer. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo experimenté con la sed de quien está en el desierto y bebe sediento los últimos tragos de agua de una cantimplora. Y después la sed vuelve y es propiamente en un desierto donde camino.

Clarice Lispector. Revelación de un mundo.



CLUB DE LECTURA DE SIEMPRE DE VIAJE
Coordinación: Virginia Janza, Eugenia Coiro y Karina Macció.
Dirección General: Karina Macció
Lugar: Guarida Literaria de Siempre de Viaje
fbk: siempredeviajeliteratura
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Tel.: 4867-5964