Esa segunda quincena de enero, cuando nos juntamos con mis amigos y vamos de viaje, catorce pibes a un mismo lugar, es uno de los momentos que más espero. Sea Pinamar, Gesell, Mardel o cualquier otro lado al que elijamos ir. Definitivamente es mi época favorita del año.
Pero no sólo por el hecho de estar con ellos, de boludear constantemente, de salir a bailar o de jugar al fútbol y al vóley con gente en la playa. Sino, sobre todas las cosas, por verla a ella.
Nunca supe por qué coincidimos siempre, pero a donde me vaya, ella está. Es la flaca más linda que alguna vez conocí, buena onda, una sonrisa hermosa y unos ojos azules brillosos que de sólo verlos quedás hipnotizado.
Desde hace cuatro años que nos encontramos las segundas quincenas de enero, y pasamos todas las noches juntos. Prometimos nunca decir nuestros nombres, nunca saber más acerca de nuestras vidas. Por más que quiera hacerlo, lo que vivo es tan perfecto que no me gustaría arruinarlo. Lo nuestro es sólo lo que parece, y eso es lo hace mágico. Nace y muere, cada año, como un nuevo amor de verano.
Juanpi Ortigosa, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.