lunes, 30 de noviembre de 2015

Me perdí * Axel Levin

Me perdí.
Vengo a reclamar porque si escribo quiere decir que en algún lugar estoy.
Pero no sé dónde.
O desde dónde.
¿Desde qué lugar escribo?


Me perdí y vengo a reclamar.


Pido la fuerza de estar parado
pido las líneas del movimiento
pido una tiza para dibujar los contornos y hallarme.
Quiero los colores únicos
los míos los urgentes
los que no puedo esperar más
y por eso me quiero ahora.
Exijo mintiendo que no sé a quién
exijo a la síntesis
a la historia en punto
a la piel del calor
al de detrás de la lapicera.


Me perdí
otra vez me perdí.


Pero esta vez



me perdí y me reclamo.


Axel Levin, 2015.
Producido en los Talleres de Siempre de Viaje.


sábado, 28 de noviembre de 2015

Recaer * Andrea Larrieu

Recaer
No toda recaída va de arriba abajo
porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa
cuando ya no se sabe donde se está
Me caigo y me levanto, Julio Cortázar



Caigo.

Piedra intrusa, amarga
enfrenta mis pasos
cuerpo caído, golpeado
estrellas dolorosas
giran sobre mí
impulsos
violentos
un deseo
subir
cerca del cielo.

Levanto
mi espíritu tropezado
miembros decaídos
salen del bajo
fondo.

Incorporada
corto el aire
con mi
cuerpo.

Me caigo y Me levanto.

Un hámster
girando en una rueda
mi vida
hasta el
in finito
tirada
pisoteada
derramada
subo.

Subo
el cielo

tocaré algún día



Andrea Larrieu, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir del Club de Lectura.


viernes, 27 de noviembre de 2015

Palabras * Mariana Avendaño

Palabras


no sé hablar
las palabras nunca fueron mi habilidad
el miedo es enemigo de las palabras
el silencio amante del miedo


decime una palabra
¿ves que no sé hablar?
me comunico de manera que no interpretás
nadie interpreta


¿te digo una palabra?
ves que no sé hablar
digo esa palabra cuando no va


busco la palabra justa
cierro los ojos deseándola
aún así no aparece
siempre es una equivocada



Mariana Avendaño, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.




jueves, 26 de noviembre de 2015

Ya no sé escribir * Juanpi Ortigosa



Ya no se escribir, perdí el don. El don de usar las manos. Ese don que tienen todos los humanos de mover su cuerpo a voluntad. Lo perdí en mis manos. Ahora las controla alguien más. Siento que quisieran decirme algo, pero no estoy seguro de qué es. Y yo todavía siento mover las mías, pero sé que no está pasando, porque las veo y siguen quietas o yendo para cualquier lado, menos al que quiero.
Debí haber intercambiado las manos con alguien la otra noche que me puse re borracho. Por eso debo tenerlas vendadas. Seguro estoy moviendo las de otra persona, que debe estar pensando lo mismo que yo.
Pobres nosotros, dos boludos que tratan de mover sus manos unos a los otros.
Además siento que estoy tocando algo, en este momento es como cuero. Tengo miedo, puede ser una vaca, una campera, una funda de pistola. Cualquier cosa hecha de cuero en argentina.
Mejor busco a mi doctor, el ayudó a un amigo del primo de la tía de la hermanastra de Nico, al que le pasó algo parecido con los pies, y no podía controlarlos, entonces caminaba sin sentido.
Ahora estoy llegando tarde a la reunión del doctor, seguro me va a matar. El hecho de no poder mover las manos me complica todo.


Juanpi Ortigosa, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Clarice Lispector.



miércoles, 25 de noviembre de 2015

Es hora * Viviana Redondo

Es hora


Quedaron
por allí
esparcidas
tus risas
algunas carcajadas
tu sonrisa
saliendo de la cocina
apurada
sin tiempo
tus pies en movimiento danzan
con el tarareo de esa música
nada te detiene
vas, venís
estás.

Todavía
se huele
ese aroma mañanero
leche tibia
chocolatada
pan tostado
tus manos recién lavadas
escuchar tus latidos
llegando con suavidad para despertarme
arranca mi día
sabiéndote cerca.

Tus ojos luminosos
reflejo diurno
gestos amorosos
dan la bienvenida
todo está despierto
falto yo
lo estoy viendo
aunque no mire
tengo que hacerlo
abrir la mirada
empezar
salir.

Tu voz atenuada
atraviesa el aire

respiro
guardo el aire

escucho movimientos
inicio los míos
me estiro
abarcando lo que puedo
lo que queda

no se detuvo el tiempo

es hora

lo olvido

me toca a mí

no me decido

quisiera seguir allí

cierro los ojos

giro
doy vueltas

no tengo con qué taparme

nada es igual

todo está
                  casi             vacío

miro una vez más

                       es hora

tengo que cerrar
                          tu casa.




Viviana Redondo, 2015.
Producido en los talleres de Siempre de Viaje.







martes, 24 de noviembre de 2015

nopuedomásdelasganasquetetengo * Axel Levin

nopuedomásdelasganasquetetengo
                                        corro la sintaxis ideas puntuaciones giros


alborotodesentidospiel
                                           ni juntas niseparadas: me quedo sin


micuerpoquiere desnudoaltuyo
                                          una advertencia inútil


respirar aguatierra
diluir aireluz
                                          la intención es guía y basta


los porosabiertos de colores
unamezclasola
                                           los signos no frenan         solo movimiento


pidelabios
astrobesos que cubran
agarrar la nochendos


            e n v o l v e r t e ú n i c a c o n m i g o


                                                        derramar las letras y olvidar


inventar hacia dónde
                                                        te busco en mí
                         el pulsolibre

                                                                         para poder más



Axel Levin, 2015.
Producido en los Talleres de Siempre de Viaje.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Discurso en la oficina de objetos perdidos * Graciela Melito



No sé si corresponde mi reclamo pero nunca está de más intentarlo (alguna vez me dijeron el que no llora no mama, y yo soy muy obediente).
Cuando volvía una tarde a mi casa, después de haber viajado tanto, descubrí que ya no lo tenía. No creí posible que me lo robaran, porque siempre estoy atenta a eso. Así que, deduje, se me había perdido. Tan celosamente lo guardaba, tan cuidadosamente lo protegía, que me parecía imposible. Pero, la realidad golpeaba mi cara. Ya no estaba ahí, donde siempre lo ponía. Bien protegido, al resguardo de todo… de todos.
Pero sigo dudando, posiblemente no sea culpa de nadie. Ni siquiera mía.
Tan sólo un día, lo solté y simplemente voló.



Graciela Melito
, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Wislawa Szymborska.


viernes, 20 de noviembre de 2015

Con ojos torpes * Marcelo Trumper

   Con ojos torpes e hinchados paseó por un camino de manchas grises hasta la llave izquierda de la ducha, la del agua caliente. Los secretos eran insoportables, la resaca también. Giró para dar presión, en ese grifo que no encontró con la vista sino con el tacto; maldijo estremecido las primeras púas heladas y sintió desvanecer la piel de gallina al ritmo del entibiamiento del agua, que era dulce como el ascenso paulatino de un amanecer en los ojos entrecerrados. No recordó haber visto nunca una salida de sol.

Volvió a sentir el miedo. Despertó. Estaba lúcido, veía. Sentía el cálido y leve orgasmo líquido palpar su cabeza, nuca, espalda, cabeza, nuca, espalda. El agua avanzó, barrió el sueño sedentario de su piel aún joven y dormida.

Hacía ya un tiempo que la soledad era como tener una gran pupila negra mirándolo, vigilándolo. Oía murmullos y burlas en los pliegues laberínticos de las sábanas, en la espuma del jabón y sobre todo en el agua, el agua y los espejos. Todo se había convertido en disfraz de sombras rebeldes y vibrantes; se había vuelto paranoico. Vivía en una esfera de superstición, quizás su estado más usual. Masticaba como tiempo un pasillo negro entre escombros de fotografías quemadas que no eran colores, no, ni formas tampoco, sino sombras, sombras, sombras y secretos, también peligro, siempre pasaba por ahí cuando pensaba, y cuando hablaba a solas, pero no hablaba mucho, era medio corto para hablar.

Seguía bajo el agua, empapado, con el pelo en la cara. Se había movido poco. Sólo había pensado. Ni él podía saber por qué rincones anduvo buscando el misterio. A veces creía sentir sus sienes carburar y muchas veces terminaba agotado. Una claraboya estaba encima de él, del caño de la ducha, al nivel del techo, como una ventana horizontal por donde entraba la luz de la luna. Relucía en el piso chato y enlozado de la bañadera un cuadrado de cielo estrellado impreso ante sus pies. Su carne hacía el reflejo en el agua. Se dobló curioso y como tirado por una soga invisible, vio su rostro reproducido en el espejo líquido del suelo, una versión oscura, destruido y reconstruido entre los sopapos de las gotas, en ese espejo terrible como cualquiera, pero no tan preciso, sino ondulado y turbio. Hipnotizado, se quedó mirando el piso, el agua, más allá del agua, viéndose, viéndolo a él.

Un espejo sugería el terror más excelso, la solución imposible, todas las negaciones y absurdos en un mismo cuadrante, era morir desde ese espacio que observa el cuerpo, era un reflejo siniestro de lo abominable sabiéndose vivo.

Notó en la figura, esa existencia alterna, un abandono sutil y morboso, con huesos gastados y el sabor metálico de sangre vieja. Volado su rostro y su pelo por el viento, un desprendimiento del tiempo. Se vio calvo, con la piel cruzada por surcos de amargura, más blanca, apergaminada. Sintió miedo por la proximidad del fin. Tristeza por lo no vivido. Percibió falsamente una especie de destino empujando su espalda. El deseo como un pedal de vida sin función, ese mismo deseo, como besar, si es que alcanzó alguna vez a besar. Experimentó la libertad y la muerte. Intuyó su soledad actual. Se estremeció.

El agua ardía en una fiebre somnífera, era para la carne un placer indecible, y el vapor blanco, que había diluido los límites del ambiente, lo aislaba como lo aislaba el sueño. Se dejó ir, deslizó, durmió. Se despertó abrumado, apurado tardó en cerrar el agua que fluía caudalosamente. Estaba oscuro, advirtió su silueta, recogió los pies, se levantó temblando. Odió el calor, odio la puerta del baño, odió caminar débil, cerró todo con fiaca enojosa, corroboró con cansada vehemencia que todo estuviera en su lugar.
Se derrumbó en la cama. Durmió. Desnudo. Destapado.

Esa noche, como muchas otras, tuvo un dormir intranquilo. Se movió para un lado, para el otro, se estiró, acurrucó como feto. Inquieto pataleó, vociferó convocando sus fantasmas, sudó sus miedos. Tuvo una erección, inconsciente se frotó contra las ásperas y gastadas sabanas Grafa, dejando un charquito de su pegajoso semen, sobre el que siguió durmiendo.

En sus treinta y pico de años, nunca había tenido sexo por amor. Las pocas veces fueron por dinero. Pagó turnos de una hora; a los quince minutos ya había acabado, en alguna oportunidad, entre los senos y otras en la boca.

Hacía tres años que vivía solo en ese oscuro y minúsculo departamento que había pertenecido a su abuela paterna. Los muebles, decoraciones y electrodomésticos eran los mismos que la señora había usado en vida.

En algún momento de esa noche, quizás entre medianoche y la madrugada, se levantó como de costumbre, sonámbulo, levitando en sueño liviano, cruzó el pasillo de fotos sepia, para ir a la cocina, llegar a la heladera Siam, abrirla y tomar agua del pico de la botella plástica que solía guardar en la puerta.

En esta oportunidad, estando frente al refrigerador y por abrirlo, sintió un frío punzante de agua helada en sus pies descalzos, que lo despertó bruscamente. Se había descongelado. Al querer prender el interruptor de la luz, cayó en la cuenta de que Edesur le había cortado el suministro de energía eléctrica.

Parado sobre el charco de agua, a ciegas, abrió la heladera, apurado tomó la botella para darle un sorbo rápido y cerrar la puerta.

Petrificado. Atrapado por una fuerza invisible que no lo dejaba moverse. Ojos muy abiertos, inyectados de sangre escarlata. Lo último que vio fue el foquito, que colgaba sobre su cabeza, iluminó la cocina con un destello explosivo.

Dos o tres días después, los bomberos, habiendo derribado con sus hachas la puerta de entrada,de aquel viejo departamento; lo encontraron tirado en el piso de la cocina, en posición fetal, calvo, con unos pocos mechones achicharrados, la piel surcada de arrugas, apergaminada. Y en su rostro una sonrisa forzada. Tensa.


Marcelo Trumper, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir del Club de Lectura de Gabriel García Márquez.



jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Esto era? * Axel Levin

¿Esto era?
¿Una energía que vibra el cuerpo
murmullo de palabras azules o naranjas
movimiento buscando entender solo por la intención?

No tengo respuestas
solo la piel
un cuenco llenándose
dispositivo agujereado en chorro
tiñe la liquidez
le interesa poco que se escape
incorporar la imagen
es permanencia
mojarse la carne y beber
gotas brillosas que sienten.

Soy ahuecado y me acuerdo.

Fluyo dividido
una unidad
surca los bordes
nervaduras autónomas
saben de su naturaleza tibia
la imposibilidad tierna
el aroma que se extiende
y desaparece cómodo.

El miedo junta porque es parte.
Se diluye magma
transforma rojo
huellas que miran
y filtran rápido.

Quizá sí
sea esto
la emoción compleja
ambivalencia estable
efervescencia queriendo una forma.

Busco ese torrente
el murmullo con sentido
verterme en dirección
sin entender
colores táctiles
envión del cuerpo
solo pulso
pidiendo
nada más
seguir.


Axel Levin, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.




miércoles, 18 de noviembre de 2015

Espera * Alicia Álvarez

Espera

El bote descascarado se bamboleaba al final de la escalera que daba sobre el río. Todavía quedaban murmullos en el Puerto de Frutos y la mugre generada por los visitantes de ese sábado de febrero. Tenía que cruzar el río Luján hasta llegar a la isla. Se tomó del hombro del muchacho que la tenía asida de un brazo para ayudarla a subir.
-Al Arroyo Espera, por favor.
-Son treinta pesos.
Ella asintió en silencio, metió la mano en su cartera y sacó los tres billetes convenidos. El muchacho los abolló, guardándolos en el bolsillo de su pescador.
Un espejo sucio era el río bajo la luna redonda de verano. Olor a barro mezclado con putrefacción, a aguas contaminadas que los isleños ignoraban para consolarse.
-Acá llegamos.
De una zancada apoyó el tacón sobre madera firme y caminó en la oscuridad tajeada –apenas - por la luz de alguna casa.
Recordó las indicaciones de su amiga del bar: caminar en línea recta desde el muelle hasta llegar a cuatro casas iguales, buscar la del cartel “La Ñata”.
No hizo falta demasiado esfuerzo. Una silueta verde de dos pisos encendida de colores explotaba en la apacible noche isleña.
Abrió la verja que daba al jardín delantero y se dejó llevar como imantada hacia un rincón donde hablaban a los gritos su amiga y dos muchachos también recién llegados. Todo el verdor oscuro se deshilaba de ratos por las luciérnagas y vagamente se oía el agua amarronada golpear contra los maderos del mueble. A veces, el bisbiseo imperceptible de los zancudos o el aleteo de algún pájaro trasnochado agitando las hojas. El pasto mojado se sacudía bajo sus pies por la estridencia de la música electrónica. Los bajos y los altos repicaban en el medio de su pecho, como si fuera a vomitar el corazón en contados segundos. Había focos entre las plantas cuidadosamente orientados. Luces negras que resaltaban hasta las mínimas hebras claras de las ropas, los dientes, los ojos. Fantasmagóricos y frenéticos. Olor a río.
-Cambio de música –anuncia el gordo exaltado de remera amarilla.
La voz de Rodrigo con su Soy cordobés se trepa desde los dedos hasta el centro del abdomen donde el cuartetazo se vuelve irresistible, una descarga de electricidad inesperada.
Soy cordobés, me gusta el vino y la joda
Y lo tomo sin soda
Porque así pega más, pega más, pega más
(el gordo se desgañita con el pega más moviendo las manos con las palmas invertidas a modo de puntazos)
Todos bailan descarnados moviendo las caderas; grotescos, apoyándose unos sobre otros, imaginando un trencito de cuerpos recalentados por el alcohol y el ardor atrapante de la noche. Corre el sudor mezclado con cerveza transpirada en las camisas, en los hombros desnudos de las mujeres, insinuantes, sensuales y algunas, patéticas. El abanico va desde el despreocupado jean, el vestido elegante y lo ordinario del diseño animal print ordinario.
……
Soy cordobés y me gustan los bailes
Y me siento en el aire
Si tengo que cantar.

De la ciudad de las mujeres más lindas,
(el gordo desenfrenado se acerca a la de la calza animal print y le parte la boca de un beso)

Del fernet, de la birra madrugadas sin par.
Soy cordobés y ando sin documentos
Porque llevo el acento de córdoba capital.
Un empujón lo desmorona contra una mesa en medio de ríspidos “boludo quién te crees que sos”.
El gordo no se da por enterado y sigue adornándola con “mamita, qué fuerte estas”. La del animal print se esfuma convencida de que no se lo sacará de encima y se mete dentro de la casa para ir a hacer pis.
Debajo de la escalera hay una puerta del presunto baño.
Golpea, previendo que está ocupado. Ella contesta incómoda mientras se moja la cara para despabilarse, intoxicada de humo, cerveza y mareo.
El jardín de atrás tiene mesas de bar, con publicidades de gaseosas, hechas de hierro con sillas de patas que se hunden en la tierra. Se convierte de pronto en un refugio donde se aspira el olor de las madreselvas y algunas parejas beben entre besos. La música también invade el fondo mezclada con la cadencia del río alborotado.
Va avanzando la noche húmeda, el calor no perdona tampoco a los cuerpos reposados. Un grillo debajo de la mesa se esmera en hacerse oír. Ella se quita los zapatos, se despatarra junto a su amiga del bar.
Los insectos se avivan en un rincón mientras dos pibes fuman marihuana apartados de la bulla, ausentes, envueltos en el humo sedante fuera del cuadro general de descontrol. Descalzos, uno con el torso al aire y la espalda bordada de mosquitos.
En tanto más allá, al final de la medianera, debajo de un laurel silvestre, una remera amarilla sube y baja sobre unas calzas de animal print.

Alicia Alvarez, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje.


martes, 17 de noviembre de 2015

Discurso en la oficina de objetos perdidos * Magalí Levin

Discurso en la oficina de objetos perdidos

Listo, hay que asumirlo: te terminaste.
Ya no tenés más tiempo
ni espacio
en vos.
No encuentro ningún rincón tuyo para desplegarme
para ser.
Te terminaste, te fuiste
se acabó.
Acabaste en el mejor momento.

Ya te conocía. 
Conocía tus hojas
tus rugosidades
tu adentro y tu afuera
tus posibilidades para dejarme llevar.

Observé tantas veces tu blanco
casi pájaro
casi amarillo
un blanco perfecto.
Tantos enojos y tantos partos de ideas viviste conmigo
lágrimas y risas disfrazadas de poemas
dibujos que no se entendían, mal logrados
coloridos
otros bellos
que llegaban a gustarme profundamente.
Justo cuando ya sabía cómo agarrarte 
exactamente cómo había que agarrarte para que me saliera la imagen que quería
justo ahora
te terminaste.
Acabaste en el mejor momento.
Tanto saber
tanto conocerte, es cierto: tranquiliza
pero fracasa.
Te terminaste un día
aunque quise negarlo para siempre
haciendo la letra chiquita
armando espacios en los márgenes
más abajo, más arriba
esos lugares tan incómodos para estar
para ser.
Te terminaste un día y todo lo que sabía de vos ya no existe.
Acabaste en el mejor momento
y qué viene ahora.


Tengo que comprarme un cuaderno nuevo. 


Magalí Levin, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje, a partir del Club de Lectura de Wislawa Szymborska.





lunes, 16 de noviembre de 2015

III Jornadas de Creación y Crítica Literaria en el Centro Cultural de la Cooperación


Siempre de Viaje en las III Jornadas de Creación y Crítica Literaria
en el Centro Cultural de la Cooperación

Sáb. 21 a las 19h: Karina Macció en la mesa de lectura de poesía
Además todos los títulos de Viajera durante la tarde del sábado.



III JORNADAS DE CREACIÓN Y CRÍTICA LITERARIA - SUSANA CELLA COORDINARÁ LA MESA EN LA QUE LEERÁN ALBERTO CISNERO, GRISELDA GARCÍA, KARINA MACCIO, GITO MINORE Y JULIA SARACHU
Como continuidad de las Jornadas realizadas en 2013 y 2014, entre el 19 y el 21 de noviembre se desarrollarán  diversas actividades: reflexiones y debates, homenajes, exposición de libros, lecturas. Participarán investigadores y escritores argentinos y extranjeros.

Av. Corrientes 1543, Buenos Aires,Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Boomerang * Karina Macció interviene un poema de Virginia Janza



Boomerang

Vos sabés que a mí me pasó esto
Vos sabés que es de las cosas
Que más temo
Aquello que amaste, boomerang
Contra vos
Aquello que amaste, astilla, piedra en el zapato,
Vidrio en la boca
Me miraste un día cálido y de pronto se congeló
Amiga ineludible, levantaste el telón
Me leíste de aquél que no era yo, que era él, objeto de amor
Roto, como a un espejo le hablaste, yo pronuncié
Digo tus palabras en mí:

A partir de ahora sos
una de las personas que saludo
-Boomerang-
con mi cara más falsa y le digo
chau, suerte
-Vidrio en la boca-
es gracioso porque vos sabés cómo lo hago
frunzo la nariz y aprieto los labios
sin mostrar los dientes
pongo la cara y tiro un beso al aire
sin mirar
-Me astillo-
Ahora sos una de las personas
que no sabe quién soy
que no sabe
-no sabés nada porque te golpeaste la cabeza, tiraste a la basura tu corazón, me negaste, pibe, qué terrible ser dicha para vos-
Podés olvidar
que me despierto para cocinarte
a las dos de la mañana
que no me pongo tacos cuando salimos
y me los pongo para cocinarte
a las dos de la mañana
compro el queso que te gusta y siempre tengo
una medida de whisky para vos
un baño caliente y velas
-boomerang, las imágenes volverán, te acecharán-
que nunca te evito
que nunca te tengo miedo
festejo nuestra intensidad
y te dejo el medio de la cama
-porque quiero y me acurruco sin pesar en un hueco, felina-
Pero ahora vos tampoco me conocés
y me mirás y te ponés nervioso
porque no sabés que sin tacos medimos lo mismo
que cuando lloro se me ponen las cejas coloradas
y lloro mucho    mucho
-vidrio en tu boca mis lágrimas-
que me gusta que me cuentes historias
que me leas en la cama hasta quedarme dormida
como cuando era chica
que no miro tele en el cuarto
porque prefiero mirarte a vos
hasta quedarnos dormidos
-ese espejo se rompió, detrás hay un reptil, el aire se congela-
Y tampoco sabés qué historias me gustan
-me entrego a las de amor, no me importa el desgarro-
y no vas a descubrirlo
porque ahora sos de los que no me conocen
-no tengo miedo, mi corazón está ejercitado, mi corazón se rompe y se pega, mi corazón es amplio como una casa refugio guarida en expansión-

Ayer un hombre copió tu boca
el dibujo exacto de tus labios
lo húmedo que se pega a tus dientes
las dos curvitas del labio de arriba
-es el detalle lo que añoramos, esa punta, ese filo, ese lunar-
la copió y tuve que hacer fuerza para no besarlo
porque ese hombre ya no eras vos
-se rompió el espejo, hay un reptil de sangre fría-
y para mí era
solo un desconocido

Boomerang, amiga, boomerang
El amor vuelve cuando das tu corazón.

Karina Macció, 2015. Sobre un poema de Virginia Janza incluido en Madreselva.

Foto: Laura Sussini

jueves, 12 de noviembre de 2015

Tendrá que ver * Axel Levin


¿Tendrá que ver con lo más difícil
aguantar lo diferente?
Me descubro en la experiencia
el presente como salida
siempre unidad la tensión que pregunta
me acerca nuevo
nombres sin piel
solo respuestas que se oponen a la magia
colores que susurran y desconozco.
¿Será ineludible el reverso del amor
la fascinación que no se entiende y te rechaza?
Tengo una certeza
la única que vibra y sale.
No sé leer
no sé escribir
casi entiendo.
¿Casi entiendo?


El cuerpo encendido
mi abierto espacio que gira y se va
noche de verano en el día de invierno
luna arde en el sol que tiembla.
¿Habrá poesía en desconocer
Adelante
todo lo que quiero saber
potencia en lo intraducible
todo lo que quiero
intimidad límite como misterio?


adelante
las respuestas piel que no preguntan


el imposible tuyo

dentro mío.


Axel Levin, 2015.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.

Jessica Roux