Leopoldo resulta redondo
todo su ser es curvo, amplio
sus ojos pequeños y un poco juntos
parecen achicarse sobre sus mejillas
rosadas tirantes de grasa
Leopoldo existe sucio
no concibe otra forma de ser
es su misión, su feliz encarnación
regodearse en el barro de su cotidianidad
inmundo arriba, abajo o de costado
Leopoldo es húmedo
puede imaginarse en sus pliegues
una piel viscosa resbalosa
sus olores y su falta de higiene
amplificados por el encierro
de rincones color rosa
Leopoldo es sonoro
incluso cuando se queda callado
su sola respiración puede llenar
tooooooda la habitación
y cuando se dispone a hablar
nadie quiere escuchar su voz
demasiado finita para ser real
Leopoldo es absurdo
cuando se sienta a comer
no existe saborear ni masticar
tampoco hay un cómo ni un cuánto
solo es un desesperado intento
de arrojar adentro suyo el universo
Leopoldo desafía la física
en cuanto se dispone a caminar
y cada paso es un milagro
cuando unos pequeños pies
sostienen a ese mundo exagerado
Leopoldo debería mejorar
aunque exigirle más a este organismo
es atentar contra su esencia
él no desiste, quiere atreverse
y cada vez que se dice a sí mismo
“Leopoldo, despabilate hoy”
su voz finita solo puede exhalar “oink”
Matías Montero, 2019.