Jamie Kovach |
Los caracoles
Afuera lloran las nubes
Andrea sabe que al salir
lo va a encontrar
arrastrándose
su casita a cuestas.
No tenés que ir por ahí, le dice
lo levanta con cuidado
lo deposita en lugar seguro
sobre la tierra
escondido entre el pasto
arbustos gigantes como árboles
Lo cuidan.
Su hijo hace lo mismo
Nunca lo deja en el camino de baldosas rojas
Él sabe.
Un pie indiferente
ejecutor de una mente ignorante del mundo
-que su hijo sí ve-
-que ella sí ve-
lo va a pisar.
Un pie indolente
sentirá ese crujido con sonido a roto
y le enviará una vibración al cuerpo que lleva a cuestas
-como una casita-
Un pie apurado
tendrá la oportunidad de experimentar una descarga eléctrica de vida.
Sólo por unos segundos.
Retomará el movimiento
seguirá la marcha.
Su hijo pisó uno.
El sonido quebrado les duró por varios interminables minutos.
Él se afligió
se horrorizó
se preocupó.
Andrea también
Experimentó su pena como suya
Ríe, sonríe
Sufre, llora
Contesta, se enfurece
No sabe de él, se desespera
La abraza, se siente en el paraíso
Es la luna, él la tierra.
Las nubes secaron sus lágrimas
Andrea va a salir.
Mirar el piso,
se resiste.
Encontrar casitas aplastadas,
Intolerable.
Los ojos apuntan al cielo.
Pies insolentes.
Ignoran las casitas
buscan sus propios placeres.
Pies egoístas.
Avanzan para llegar a su propia meta
sin detenerse.
Andrea los contradice:
un salvavidas
una balsa
un remolque
una mano extendida.
Rescatar las casitas que no fueron aplastadas.
Ese es su destino.
Mirar el piso.
Está bueno.
Ser parte del mundo
descubrir las maravillas más insignificantes
encontrar un sentido al camino de baldosas.
Aunque están esos pies
apresurados
guiados por ojos que apuntan al vacio
irrespetuosos
ensimismados en su propio universo
atolondrados
tapan la visión.
Pies invasores.
Confunden
casi la llevan a su mundo.
Se repone
aferra sus ojos al piso.
Observa esos pies
Los mira con el alma.
Están cansados
gastados
enajenados
necesitados
deshabitados
cargando su cuerpo como a una casita pesada
transitando el camino de baldosas.
Todos son como caracoles
las personas
los seres queridos
los caracoles.
Es cansador levantarlos todo el tiempo
guiarlos a un lugar seguro.
No puede con todos
la oscuridad la invade.
Vuelven al camino de baldosas
se hunde en un río de lágrimas
Piensa en los que rescató
están a salvo entre los arbustos altos.
Se llena de luz.
Andrea Larrieu
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje
fbk: siempredeviajeliteratura
@siempre_deviaje
Tel.: 4867-5964 // 11 50 56 36 95
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