Todos
caminan, se paran, se asombran, quieren interpretar lo inexistente,
buscan una respuesta a
sus
dudas, una explicación a sus miedos, la perfección por la
perfección misma en esas dos
figuras
inertes plantadas en ese gran salón.
Pero
muy pocos lo ven, claro, ¿cómo lo van a notar?, si es chiquito,
insulso, y no es perfecto.
Pero
él está ahí, con su herida abierta, más allá de todo intento de
ser perfecto, si obviamente
desde
que nació supo que nunca lo iba a ser.
El
está ahí, ni siquiera se anima a gritar, sólo la muestra, para que
alguien, al menos ella, lo
vea.
Lisbeth
Feinberg
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje
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