Recuerdo tu olor fresco y tu presencia, que era ligera, pero acogedora.
Hoy vivo con la impresión de que tenías la facultad de hablar y guardar silencio al mismo tiempo. En ese entonces, todas las palabras pertenecían a la misma conversación y todas las conversaciones eran la conversación de siempre.
Hay momentos en que te recuerdo muy de cerca y veo pedazos de tu cara, cabellos que no eran negros sino castaños y tus dedos tan peculiares con uñas muy chiquitas.
Ahora lejos, en kilómetros y en años, me sorprende lo poco que has cambiado, como para que de algún modo, no te pueda perder de vista.
Lo que no sabemos, es que no te puedo dejar de ver, aunque quisiera y que siempre extrañaré tu compañía sin horas, sin prisa, porque podíamos vivir eternidades, en cualquier momento, el día que fuera.
Diamar Pretel, 2014.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.
Hoy vivo con la impresión de que tenías la facultad de hablar y guardar silencio al mismo tiempo. En ese entonces, todas las palabras pertenecían a la misma conversación y todas las conversaciones eran la conversación de siempre.
Hay momentos en que te recuerdo muy de cerca y veo pedazos de tu cara, cabellos que no eran negros sino castaños y tus dedos tan peculiares con uñas muy chiquitas.
Ahora lejos, en kilómetros y en años, me sorprende lo poco que has cambiado, como para que de algún modo, no te pueda perder de vista.
Lo que no sabemos, es que no te puedo dejar de ver, aunque quisiera y que siempre extrañaré tu compañía sin horas, sin prisa, porque podíamos vivir eternidades, en cualquier momento, el día que fuera.
Diamar Pretel, 2014.
Texto producido en los talleres de Siempre de Viaje.
Diamar leyendo en el Club Cultural Matienzo |
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