Limbo
¿Y qué si a uno no le gusta ver un partido de fútbol? ¿Existe un
limbo especial para nosotros en el más allá?
A esta altura, creo que una parte de mí no se aburre tanto con los
partidos y se une a la fiesta, mezclando la condescendencia de quien
se cree embajador del bien a una mueca invisible, un gesto desdeñoso
que murmura: pobre gente, no sabe lo que hace. Pero otra, -la más
recalcitrante y veterana- se retrae, se ausenta del acto,
manteniéndose firme en la náusea ante la masificación, el grito,
el mirar cómo otros hacen y la maquinaria a pleno de la explotación
comercial. Bandera y banda se me mezclan. A veces pienso que no debe
ser accidental la violencia cada vez más expansiva del fútbol. A
las banderas se corresponden bandas y bandidos. Puedo estar
exagerando, pero tantas cosas se esconden en el lenguaje, ¿no? si
muchas veces hablamos de la sabiduría popular de las palabras, ¿a
vos no te parecen llamativas estas coincidencias?
También me altera, la verdad que me pone loco la idea de selección.
¿Selección de quién? Los perfectos, ganadores, los idolatrados o
denostados sin punto medio: Muchas veces son como embajadores del ser
nacional, como en la picardía de la mano de dios, o de la ilusión
del que querríamos ser, como con Mascherano el valiente. Nuestros
representantes. Me parece que me aplicaron de chiquito una vacuna,
que comparto con algunos otros, que tampoco creen en dios y el
fútbol. Pucha, ahora que lo digo, noto la relación. Veo que muchos
jugadores se persignan para patear un penal o cuando entran a la
cancha, otros se arrodillan en gesto de plegaria, unen sus manos e
imploran a un dios minúsculo que debería jugar para su equipo. ¿Qué
imaginan? ¿Jesús va a entrar calzando botines amarillos y
anaranjados, shorcitos blancos y remera ajustada dejando ver sus
abdominales marcados y sus buenos pectorales, para agarrar desde
atrás al arquero rival y facilitarles el gol? Es tan gráfico como
las cábalas. Si, fíjate:
Mejor no te muevas hasta que termine este tiempo, mirá que es yeta
Mejor veámoslo en tu casa. Como cuando ganó la vez pasada
Pará de hablar. Callate que es mufa
A las que se suman la de los jugadores que hacen o no hacen algunas
cosas, para evitar caiga el mal de ojo. Como mi viejo que si se
olvidaba algo en casa, no volvía a entrar, así que había que
pasarle a través de la puerta lo que se había olvidado. Si no había
nadie en casa, entraba, buscaba lo que había dejado y se sentaba en
una silla para anular el maleficio. ¿Te das cuenta lo que me
molesta? La gente frente a la pantalla hipnotizada como si del otro
lado estuviera por producirse el milagro de la transmutación, o las
aguas estuvieran partiéndose en dos para que Moisés huya de la
persecución egipcia. Bueno. Dejate de joder, no me podés negar que
estamos ante la misma idea que dan manija en las empresas con el
talento, alto potencial y la veneración de los más jóvenes.
Vivo en este desdoblamiento, entre tener que estar, vivir ahí, jugar
el juego y no bancármelo. A veces me pregunto si no será una
especie de pequeño judío que llevo adentro, que me pincha con su
tridente profético, para alertarme ante el boato, la pompa y el
show, diciéndome que son todas trampas para la conciencia. ¿No te
pasa que cuando mirás programas de tele de hace veinte años y ves a
quienes eran los famosos de entonces y ahora nadie sabe ya por dónde
andan, que te das cuenta de lo efímero de todo esto? Ésa es la
palabra que me hunde: efímero, por lo que pelean las banditas de
bandidos, tanto como las banderas que se levantan para la lucha. Por
eso estoy desdoblado.
Mejor paro. Ya me pidieron mil veces que no hable mientras pasan el
partido. ¿Chile contra quién está jugando? Está bien, está bien,
perdónenme por el ruido de mi conversación. Veamos en paz el
partido.
Ricardo Czikk, 2014
1 comentario:
¿Y qué culpa tiene el fútbol de que vos tengas esos amigos?
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