La número 5
Nos vamos a
cruzar por la calle
y al vernos ya no
vamos a decir:
“Hola!” nunca
más.
Esto es para
decirte mi último “Hola”
Después, listo:
que venga
la última ola,
que acabe con toda la vida
de este edificio
junto al río.
Una vez te dije:
“Parece que
estuviéramos junto al mar.
Cerrá los ojos,
el río se convierte en mar.
La avenida, en
arena.
El empedrado se
parece a una costa rocosa.”
Y vos me dijiste
que no
“No me parece”
“No me lo
imagino”
Y en esa
diferencia de pareceres
la distancia
apareció
como una pared
que nos caía del cielo
o nos crecía
desde el piso.
Y una vez me
dijiste vos:
“Qué lástima
que no sea todo matemática…
las personas, el
lenguaje…”
Y yo sentí esas
palabras
como vidrio roto
bajo los pies.
Lo que siguió,
con más razón,
vos no te lo
podías imaginar,
no tenías la
imaginación.
Pero tampoco
pudiste “calcularlo” “cuantificarlo”
Y así,
“inimaginaste”
una infinita
sucesión de hechos
a los que tu
mente numeraria
de licenciada “en
números”
debió haber dado
lugar, si fuese
“calculadora”
de verdad.
No te preocupes,
solo voy a convertirlos
en “material
literario”
No es posible que
“calcule” “cuantifique”
el daño…
Tiempo, dinero,
intereses
son abstracciones
demasiado grandes.
Yo veo una
zapatilla sin su par,
sola, tirada,
triste, y enseguida la convierto
en una causa mía.
Me enamoro de las
causas perdidas.
Por lo demás,
para mí el número
es siempre
adjetivo, necesita
un sustantivo que
lo sujete.
Vos, por ejemplo,
de mis rupturas
sos “la número
5”.
Pablo Keyes, 2014.
Lewis Baltz |
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