Antes de ingresar al baño mira de
reojo la pieza, contra la pared. El bulto sin ojos parece observarlo,
aunque suene inverosímil. A la vuelta repite el movimiento, nada
cambia, hasta parece deslizarse muy lentamente si se queda mirándolo
fijo. Otro rayo de sol amenaza subir por la pared. El final está
cerca.
Un sonido que empieza a agudizarse
le comunica que el agua alcanzó el punto justo, no podrá presenciar
la muerte, evaporación, disgregación o lo que le suceda a la
criatura que lo vigila cada noche. Cuando vuelve con el mate humeante
en la mano es demasiado tarde. Sólo pared. Explosión solar en el
beige viejo la pieza.
Como un eterno retorno. Aparece con
la penumbra y se esfuma con la luz sin dejar rastro alguno. Ya no le
teme, de hecho ha llegado a pensar que la criatura lo protege en las
horas de sueño, cuando se está en total indefensión. Tiene ganas,
incluso, si no es mucha atribución de su parte, de pedirle que se
deshaga de ese maldito gallo que atenta, día tras día, contra su
buen dormir.
Facundo Bertera, 2015
Fragmento del relato Despertares
Amanda Tinker |
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