miércoles, 8 de abril de 2015

En busca del Quiwwi - Débora R. (13 años)

En busca del Quiwwi

Capítulo 1
“Esto es aburrido”, pensaba mientras el maestro explicaba temas avanzados sobre Literatura. El timbre sonó ─por fin─ los alumnos se atropellaron para salir al recreo. Yo tardé un poco más porque estaba guardando mis apuntes. Salí al patio. Mi amiga, Herty, me sorprendió: me saltó por la espalda amistosamente, lo que era un tanto irónico porque le sobresalía el mango de un cuchillo de su bolso.
─Por dios ─dije─ no me asustes de esa manera. Herty sonrió. Fuimos en busca de Ethan. Caminamos y subimos las escaleras. Llegamos al segundo piso. Estábamos a punto de entrar al patio cuando nos detuvo una voz levemente aguda. Era Alex. Con su habitual cara de bobo, corría hacia nosotras por el pasillo. Nos adentramos por el enorme patio-balcón del recreo. El calor y la humedad me daban ganas de volver a adentro. Una baranda lo separaba del colegio de enfrente. Las baldosas estaban algo rotas dejando ver el piso de cemento. Pero, no, Ethan no estaba allí.
De repente, el sonido de los altavoces nos ensordeció a todos. Decía algo como: “BIPPPP-ALEEEEX… HERTYYYY… BIP-CRASH… EEETHANNN Y TANAAAMI-BRUP-BIP- VAYAN-A-LA-SALAAAA-DE-DE-DEL-TRING-DIRECCCT-BIP”.
Los tres nos miramos con cara de ¿qué rayos hicimos? Salimos del patio, en donde el mensaje se hacía rumor como ráfagas de viento. Al llegar al cuarto piso, Ethan nos esperaba impaciente. Fuimos al cuarto suicida. Ahora que lo pienso, ni le dijimos "hola". Cuando llegamos, el director estaba con cuatro personas más. Sólo reconocí a Lita, una chica muy tímida a la que había conocido en la primaria:
-Hola, Tanami -me susurró, aparentemente aliviada de encontrarse con alguien conocido.
Pero el chico que estaba al lado de ella no me sonaba. Y también, la doctora con el médico, esos dos...
Ya había pasado un año. Yo ya había cumplido 16, estaba en la prueba del Quiwwi. Ethan ya había entrado. Una chica con la etiqueta identificadora “NADIX” agarraba una carta. Me enchufaron unos cables en la cabeza como parte de la prueba final. Una onda eléctrica de baja frecuencia pasó por mi cerebro. Cuando el Quiwwi hizo el sonido de finalización, salí de la habitación. Minutos después una doctora ─la misma que ahora se encontraba en la oficina del director─ dijo que mis resultados eran muy buenos. Ví a Nadix a través de una vitrina de cristal. Súbitamente el Quiwwi rugió, la habitación empezó a temblar, además de llenarse de humo y de repente ¡BBRRRUUUMM! El Quiwwi había explotado llevándose a Nadix.
Volví a la Dirección.
-¿Esto se debe a lo del Quiwwi?- pregunté.
El director asintió.
"Este va a ser un largo, largo día", pensé.
***
El director dijo:
─Ustedes ocho fueron los únicos testigos de la explosión del Quiwwi 01. Como sabrán, ustedes seis fueron los últimos evaluados y tienen muy altas notas. Nadix tuvo uno de los mejores promedios según el doctor aquí presente, Wally Kenson –el doctor hizo un ademán con la mano saludando─ así que, uno de los dirigentes de la misastía nos envió información para que ustedes ocho buscaran los planos del Quiwwi.
Todos nos quedamos mirando al director. Este añadió:
─Ustedes tienen acceso al nuevo avión 05143. Por cierto, al sólo tener 17 años, Wally Kenson y Emma Rings los acompañarán. Después el director prosiguió informando que partiríamos al día siguiente y más cosas aburridas.
Me quedé mirando al chico ¿cuál era su nombre? Sé que era muy probable que lo hubiera visto cuando entré en la sala del Quiwwi, "Zack", pensé, su nombre es "Zack". Cuando logré volver de esa duda, el director decía que empacáramos nuestras cosas, y así lo hicimos. Al salir del edificio me sentí un poco melancólica. Especialmente por mi compañera de habitación.
En Oceanía la estructura de la vivienda era diferente a la que existía a comienzos del siglo XXI. Aunque se mantenía en la mayoría de los continentes, acá se había cambiado por razones de comodidad. Los ciudadanos desde temprana edad se convierten en alumnos. Los alumnos a partir de los 3 años viven con sus padres o en algún orfanato. Todos los chicos de un año de edad viven obligatoriamente con sus padres. Después los padres tienen la opción de trabajar desde su casa, concurriendo a sus oficinas una vez al mes. Por lo menos uno de los padres tiene que trabajar de esta manera para poder cuidar a sus hijos. Si no pueden cuidarlos, tienen que enviarlos a vivir a un campus cercano al centro escolar. Los alumnos de 12 a 14 años viven con alguien de entre 15 y 18 años. Ese es el sistema educativo obligatorio. Después de esa edad, continuar estudiando es optativo y se puede elegir con quién vivir.
Caminé por las calles desoladas, casi sin un alma presente. Tal vez alguna mascota con su dueño. Busqué la calle de mi casa. Llegué a "Purar 637 Piso 5° Departamento A". Abrí la puerta con dos vueltas de llave en las tres cerraduras, todo estaba silencioso. Entré por el hall entrada, observándome en los espejos que estaban a cada lado de la pared. Mi pelo negro rojizo, mi piel levemente tostada junto con mis ojos color jade. Llevaba puesta una chaqueta de jean sin mangas sobre una remera azul, calzas negras debajo de una falda verde y unas zapatillas y un bolso rojos.
Una campana sonó y ví un tren pasar. Había pasado demasiado tiempo mirándome.
─Mierda ─dije. Subí rápidamente las escaleras caracol. El primer piso pasó rápido. En el segundo y en el tercero perdí algo de adrenalina. En el cuarto ya me había cansado. En el quinto ya estaba hecha polvo.
Entré en mi departamento, la luz del sol me dió en los ojos. El reloj indicaba las cuatro de la tarde. Había pasado prácticamente una hora desde que había salido de la clase de literatura. Agarré mi primera y única valija. Me la había dado mi papá en mi cumpleaños número 13, "aaah, lindos recuerdos". Mi padre había sido quien me había cuidado mis doce primeros años. Fueron buenos tiempos. Cada vez que volvía de la jornada laboral mensual me traía algún regalo. En cambio a mi madre la había visto muy pocas veces, lo que no había ayudado para que nos conociéramos realmente. Saqué casi todo mi placard. Ordené ropa interior, por un lado, ropa para todos los días, por el otro y, finalmente, el calzado. Lo que ocupó tres cuartos de mi valija. También metí un bolso, una linterna, varios accesorios como aritos y collares, todo mi dinero, dos libretas, una cartuchera y una pequeña colección de libros que llenaron hasta el tope mi valija.
Ya eran las seis de la tarde, cuando mi compañera de habitación llegó. Tenía unos 13 años. Sus padres recién la habían dejado. Ella estudiaba enfrente de mi escuela.
─Tengo algo que decirte ─dije.
─Ya lo sé ─respondió.
─¿En serio?
─No, pero creo que lo sé.
─Mañana me voy a ir de Oceanía.
─Emm, ya lo había escuchado, Tani.
─¿Los chicos de la escuela?
─Sí.
Nos miramos por un largo rato.
─¿Cocino yo? ─pregunté.
Ella asintió.
Me fui a bañar por última vez en ese departamento. El resto de la noche pasó rápido. Comimos unos fideos con manteca que cociné casi sin hablarnos. Apagué las luces y nos fuimos a dormir. Tuve un sueño. Soñé que caminaba sobre un prado de trigo, el cielo era gris, de repente se oía una voz, pero entonces me desperté.


Débora R. (13 años), producido en los talleres de Siempre de Viaje.



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