―Mi familia
quiere internarme, esto ya es el colmo. Es solo un simple miedo, nada
de qué preocuparse. No entiendo cómo lo exageran así. ―le dijo
Juanpi al psicólogo, que lo miraba con cara rara.
―¿Pero qué es
ese miedo del que tanto hablan? ―le preguntó.
―Ve una
cucaracha y sale corriendo y grita tan fuerte que nos deja sordos a
todos los que tiene a su alrededor. ―repondió su hermano. Estaban
en terapia familiar, habían decidido ir para tratar todos juntos el
problema de Juanpi.
― No es tan
grave entonces, mucha gente le tiene miedo a las cucarachas, ¿Por
qué lo quieren internar? ―dijo el especialista, tratanto de
entender su problema.
―Es cómo lo
exagera, lo grave que está su miedo. ―Empezó diciendo el papá,
preocupado―. Tiene una fobia tan grande que, si una noche ve una
cucaracha en su cuarto, viene a dormir con nosotros. ¡Y tiene
veintidós años!
―Su miedo lo
llevó a unirse a foros de internet donde gente como él putea a la
cucarachas, las critica y hace planes para exterminarlas del mundo,
¡a un simple insecto! ―Lo interrumpió la mamá, temblaba al
hablar―. El otro día le revisamos la computadora y estaba a punto
de iniciar con un plan llamado “Cucadios”, que consistía en
comprar toneladas de Cucatrap y tirarlas en todos los basureros de
Vicente López, para dejar a la ciudad libre de cucarachas.
―¿Es cierto
esto Juanpi? ―preguntó el psicólogo, que no emitía gesto alguno, solo tomaba notas.
―Sí, lo es.
Pero piénselo, ¿quién no se beneficiaría con esto? Con todas las
cucarachas exterminadas, la vida sería mucho más tranquila y feliz.
Nadie correría ni gritaría al ver a esos monstruos negros en la
calle porque no existirían más. Las casas serían mucho más
limpias y no habría que preocuparse por dejar la basura en cualquier
lado, porque ya nada vendría a comérsela. ―Juanpi comenzaba a
volverse loco, sonreía diabólicamente, de una manera que sorprendió
a todos, al imaginase a las cucarachas muertas.
―¿Ve eso? Está
loco, señor. Siempre es así, todas las noches se pone a pensar
planes para exterminarlas, para hacerlas sufrir. Grita en el cuarto y
se ríe como si fuera Cruela De Vil, pero apenas ve una corre del
miedo y se esconde adentro de la cama, y termino matándola yo.
Necesita ayuda profesional, no puede seguir así. ―dijo enojado su
hermano, y tenía razón.
―Bueno, les voy
a pedir que me dejen solo con Juanpi para terminar de hablar, les
prometo conseguir ayuda, él no está bien. ―le respondió el
psicólogo, y la familia salió aliviada del cuarto.
―¿Va a
internarme? ―preguntó Juanpi preocupado.
―No ―dijo el
psicólogo, mostrando la remera que tenía puesta debajo de su
camisa. Era completamente blanca, excepto un punto negro en el medio
de la panza, rodeado de un rojo sangre. ―Estoy de tu lado, contame
más acerca de ese “Cucadios”.
Juanpi Ortigosa, 2015.
Texto producido a partir del Club de Lectura de Julio Cortázar.
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