Ya no se escribir, perdí el don. El don de usar las manos. Ese don que tienen todos los humanos de mover su cuerpo a voluntad. Lo perdí en mis manos. Ahora las controla alguien más. Siento que quisieran decirme algo, pero no estoy seguro de qué es. Y yo todavía siento mover las mías, pero sé que no está pasando, porque las veo y siguen quietas o yendo para cualquier lado, menos al que quiero.
Debí haber intercambiado las manos con alguien la otra noche que me puse re borracho. Por eso debo tenerlas vendadas. Seguro estoy moviendo las de otra persona, que debe estar pensando lo mismo que yo.
Pobres nosotros, dos boludos que tratan de mover sus manos unos a los otros.
Además siento que estoy tocando algo, en este momento es como cuero. Tengo miedo, puede ser una vaca, una campera, una funda de pistola. Cualquier cosa hecha de cuero en argentina.
Mejor busco a mi doctor, el ayudó a un amigo del primo de la tía de la hermanastra de Nico, al que le pasó algo parecido con los pies, y no podía controlarlos, entonces caminaba sin sentido.
Ahora estoy llegando tarde a la reunión del doctor, seguro me va a matar. El hecho de no poder mover las manos me complica todo.
Juanpi Ortigosa, 2015.
Texto producido en los Talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de Clarice Lispector.
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