viernes, 8 de abril de 2016

Fiesta * Juanpi Ortigosa


Empecé a conocer a Joaco en segundo, hasta entonces nunca nos habíamos llevado bien. Era alguien solitario, pero muy inteligente y muy buena persona, tenía promedio de más de nueve y nos ayudaba con las tareas o las pruebas siempre que lo necesitábamos, a pesar de cómo lo trataban.
Cada curso tiene los que quieren hacerse los graciosos y viven boludeando al resto, en el nuestro no había ninguna excepción, teníamos a Juan. Le hacía todo tipo de burlas a Joaco, le escondía la mochila, le sacaba la cartuchera y lo obligaba a hacerle la tarea. Pero nunca le afectó demasiado eso. Sabía que él era mejor que los que lo molestaban y elegía no enojarse, ser bueno con los demás. Por esto yo lo admiraba tanto.
Una noche, decidí hacer una fiesta en mi casa y lo invité. Cuando los demás hacían esto era para hacerle jodas pero confiaba en mí, entonces fue.
Él estaba medio enamorado de una de las chicas del curso, Mica, pero ella estaba saliendo con la persona que más lo molestaba. Durante mi fiesta esta parejita empezó a pelearse en el patio, y ella se fue llorando hacia la casa. Cuando giré para buscar a Joaco, ya no estaba.
Supuse que había ido a consolarla, así que me dejé de preocupar y entré a hacer más bebidas. A los cinco minutos escucho gritos.
―¡Tiralo a la pileta! ―decían desde afuera, así que salí corriendo. Cuando llegué, estaba Joaco atado con cinta y envuelto en la sábana de mi cama. Y Mica abrazada a su novio.
―¿En serio pensaste que íbamos a cortar y ella iba a darte bola? Te irá bien en el colegio pero sos bastante estúpido. ―Lo miré y en su cara sólo se veía preocupación, como si rogara para que lo ayudaran, pero no sabía qué hacer. Le grité a Juan que paré pero lo tiró a la pileta igual. 
No entendía lo que estaba viendo, el cuerpo se hundía más y más y algunos hasta estaban riéndose. Al pasar unos veinte segundos y ver que todavía estaba en el fondo de la pileta, me saqué la remera y me tiré de cabeza para desatarlo. 
Apenas salimos se fue corriendo adentro, pensé que era mejor dejarlo solo, decisión de la que me voy a arrepentir toda mi vida. 
La fiesta siguió como si nada hubiera pasado, a nadie le importaba lo sucedido, hasta que… Se escuchó un disparo, algunos se tiraron al piso y, en el medio de la pista, estaba Joaco, con una pistola en la mano.
―¿Les parece divertido ahora? ―Nos gritaba, con voz de enojado, pero una sonrisa demasiado rara. ―Respondan, ¿Por qué se quedan callados? ¿Ya no quieren ver a alguien en la pileta? ―Seguido de esto se escuchó a Mica gritar con toda su fuerza, Juan estaba sangrando, el balazo le había dado directo en el pecho.
Me quedé mudo, todos se quedaron quietos, estaban aterrorizados. Al minuto se escucharon sirenas viniendo de todas direcciones, mi vecino había llamado a la policía.
Joaco tiró el arma y comenzó a correr, saltó la reja pero un oficial estaba esperándolo del otro lado. Lo tiraron al piso y lo esposaron. Tenía una sonrisa gigante, como si nunca antes hubiera estado tan bien. Lo miraba y no lo reconocía. Nunca me voy a olvidar de lo último que nos gritó.
―Toda mi vida viví siendo un nadie, pasándola mal. Pero ahora, es algo perfecto. Nunca van a saber lo que se siente, ¡nunca van a saber lo bueno de vivir así! ―Y, mientras lo subían al patrullero, comenzó a reírse. Pero como si ya no fuera él el que reía.


Juanpi Ortigosa, 2016.
Producido en los talleres de Siempre de Viaje a partir de la lectura de la Condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik.

1 comentario:

LH dijo...

Buenisimo ��������