domingo, 16 de julio de 2017

Afuera * Federico Castro Walker


Me rodean paredes de piedra, rojas a la luz de un fuego de lava que sale por las grietas en el piso. De un rojo fosforescente. Miro hacia todas partes. Quiero huir como sea. El aire es denso y asfixiante. La cueva es parte de un túnel. Hacia la izquierda el fondo es más rojo y suben volutas de humo. Voy hacia el lado opuesto. Con la débil esperanza de una salida. A los costados, tallas tamaño natural de monstruos sostienen el techo bajo. El reflejo oscilante de los fuegos sobre las superficies les da aspecto viviente. Trato de no darle lugar al terror que me invade. Los autores de las estatuas pueden estar muy cerca. Cuido el paso, para no ser oído o atascarme en las heridas rojas. No entiendo por qué estoy acá. Lloro sin lágrimas. El tiempo se me hace interminable. Las grietas se van espaciando. El aire, aún caliente, es más respirable. Las hendiduras desaparecen. Las siluetas de las figuras me siguen amenazando. Sus rostros, máscaras de sonrisas torcidas y colmillos filosos. El espanto se me agolpa en el cuello, preferiría enfrentarme a cualquier criatura antes que este miedo.
Veo menos. Siento una corriente de aire fresco, sale de una cavidad y me meto en ella arrastrándome en la oscuridad. Mis ojos se adaptan, emanan un destello de luz. El aire me orienta cuando se abren bifurcaciones. La cavidad se va haciendo aún más estrecha. Casi no me puedo mover. El corazón se me acelera al infinito. Un animal me puede encontrar así indefenso. Me rebelo, agitándome hacia adelante. Ahora el agujero se vuelve apenas más amplio y describe una curva. No me quiero ilusionar, la frescura es intensa y hay algo de luz, difusa. El espacio se agranda. Ya puedo caminar inclinado. Ahora normal. Me siento libre. Por fin veo una salida abierta y de fondo el cielo.
El aire y la hendidura abierta me recuerdan quien soy. Ahora temo seguir adelante. Miro mis pies y mis manos con ojos incandescentes. Me toco el pecho agrietado, los dientes como cuchillos. Soy de ceniza, roca y lava. Ya no importa. Salgo a ver el día y respirar a pleno por primera vez, antes de que el sol me convierta en piedra.


Federico Castro Walker, 2017.
Desde los talleres de Siempre de viaje.



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