América, tierra que perdona. Bajo un cielo claro te encontraron. Capturada para siempre. Destruyeron la vida.
Engañaron a tus hijos bañándote en sangre, mutilaron sus cuerpos, mataron sus almas. Famélicos en un continente abundante. Gritaste con terremotos y huracanes, fue inútil.
Hoy seguís siendo blanco de la ambición. Ignoran el sufrimiento, el dolor de pueblos milenarios. Juzgados y marginados por defender su historia. Katunes y katunes han pasado, vestigios mayas quedan en toda la riviera. Los trabajadores madrugan diariamente para servirle a los yankees, como si no hubiera otra escapatoria más que la sumisión. Muertos en vida. Ningún pasado, ningún presente, condenados.
Ñandubayes talados abrieron paso al cultivo de especies nuevas. Olvidando las propias, eliminando bosques, extinguiendo. ¿Por qué tanto daño? ¿Qué hacemos con tanto dolor?
Rituales olvidados sobreviven en lo más profundo del Amazonas. Siglos y siglos de abuso no han podido con tu esencia, con la verdadera América. Tierras que siguen vivas. Unidos como hermanos no existen fronteras.
Wapitis, anacondas, armadillos, cóndores, guacamayos, yaguaretés sobreviven. Xihuitls y xihuitls transcurrieron y ellos siguen firmes, defendiéndote con sus cuerpos.
Yo sueño con sanar. Zurcir los pedazos de una América herida.
Mercedes Marcer, 2017.
Desde los talleres de Siempre de viaje, a partir de una variación del ejercicio abecedario de OuLiPo.
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