Ya casi no tenía fuerzas, las sombras lo seguían a donde fuera. Se dio media vuelta y, con un cuchillo, intentó defenderse. Apenas su arma tocó la oscuridad, se volvió ceniza. Pero no se frenó ahí, su cuerpo comenzó a teñirse de negro, desde los dedos hasta el hombro. Su brazo derecho estaba muerto.
Sabía que le iba a ser imposible seguir corriendo. Entró en una de las casas en ruinas, en la que tenía una pistola escondida.
Se escuchaba un grito muy agudo, como un chirrido, un zumbido, que se hacía más fuerte a cada segundo. Intentaba mantenerse en silencio, hasta que no pudo soportar el dolor. Gritó, su lugar había sido revelado. El ruido paró, lo vio entrar.
Sin piernas ni brazos, solamente se veía de su cuerpo la túnica negra y rota que lo cubría. Flotaba. Su cara parecía un cráneo con una frágil y fina piel gris.
De sus ojos enormes salió una luz oscura que envolvió el lugar, acercándose al joven. La oscuridad había llegado hasta él. Levantó el brazo que todavía podía usar y apuntó directo a la cabeza de su enemigo. Mientras las sombras se apoderaban de su cuerpo, apretó el gatillo.
Juanpi Ortigosa, 2017.
Desde los talleres de Siempre de Viaje para Minuto Fantástico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario