Me desperté a las siete de la mañana, anunciaban 27º con 0% de probabilidad de lluvia. “Ya estaaaa, perfecto para ir en remera al laburo”. Agarré la billetera, las llaves y me fui.
Ocho horas en la oficina, encerrado. Me llega un mensaje de mi novia diciendo que estaba esperándome afuera. Salí a las seis de la tarde, confiado en lo que había escuchado en el noticiero, pisé afuera del edificio y el viento me pegó una piña en la cara. Un par de kilos menos y salía volando. Mica se acercó corriendo, me tomó la mano y nos fuimos caminando hasta mi casa.
Al principio fue tranquilo, de a poco avanzábamos y caían gotas, cada vez más y más, hasta que llegamos a la quinta cuadra y el cielo se nos venía encima. Corrimos desesperados hacia el veintiuno que estaba viniendo, nos subimos. Despreocupados hablábamos de nuestro día, cuando el colectivo empezó a sonar como si se destruyera. Estaba granizando.
Me asomé por la ventana, una piedra entró y casi me saca un ojo. La cerré lo más rápido que pude, mientras observaba la calle. Ya no era gris, estaba cubierta por un manto de rocas blancas, como si hubiera nevado. Mi novia me agarró del brazo, preocupada, estaba tan concentrado que casi no me había dado cuenta que el colectivo se había frenado.
Las luces se habían apagado y estábamos quietos, en medio de la calle. Tuve que hacerme el valiente. La gente estaba inmóvil, muda, contemplando el afuera con tranquilidad, pero con los ojos llenos de miedo. Solo podía escuchar las piedras golpeando el techo, tratando de entrar a la fuerza. Parecía una película de terror antigua.
Nos sentamos en el piso, haciéndonos espacio entre las piernas que nos rodeaban, y nos abrazamos. No sé cuánto tiempo estuvimos así, se sintió como si hubieran pasado horas. De golpe, el ruido cesó y las luces se prendieron. Las personas a nuestro alrededor nos miraban raro.
―¿Están bien? ―Nos preguntó un hombre, con preocupación.
―Sí sí, solo nos asustó la tormenta, gracias.
―¿Qué tormenta?
Me di media vuelta, no había ni una nube en el cielo.
Juanpi Ortigosa, 2017
Desde los talleres de Siempre de Viaje.
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