Hay luces de neón reflejadas en las
ventanas del balcón, el cartel dice: 24/7. Son rojas y titilan
exactamente cada tres segundos. Hay unas cortinas negras, teñidas de
rojo cada tres segundos, algo rasgadas, de una tela fina y porosa,
desgarrada en los extremos. Hay un reloj que marca las doce y
treinta, y mueve sus manecillas cada un segundo. Hay un termo
esperando el grito de la pava, que violentamente da aviso que su
cuerpo no aguanta más llamas, y su panza escupe vapor y agua
caliente en lapsos de dos segundos. Hay un par de flores, sin nombre
y sin vida y sin agua, de un blanco opaco cuando no son rojas cada
tres segundos. Si, también hay gente en la sala que entran y salen,
manchados de rojo cada tres segundos. Antes y después no tienen
color.
Hay un cuerpo contra la ventana. Hay tiempo sobre ese
cuerpo, sin pisadas a su espalda, solo hay polvo sobre sus pies y
contorno. Ese cuerpo mira el asfaltado, rojo cada tres segundos, y
espera, espera y sigue esperando. Hay un cuerpo que ya no ríe, que
respira por respirar. Pasa un colectivo, uno que es rojo siempre,
cada tres segundos, cada cuatro, cada siempre. Hay un segundo que
espera, un segundo de ser rojo por siempre, de mirarlo por siempre y
escapar. Si, hay un chófer, esperando que alguien suba o baje. Nadie
sube ni baja, nadie viaja, y nadie el cuerpo lo espera, del otro lado
de la calle en ese departamento oscuro. Solo él, que lo mira irse
una vez más. Hay un silencio. Hay una exhalación, una pitada, y
luego el humo, igual que el del colectivo al alejarse, rojo cada tres
segundos. Hay un cuerpo que sueña ser rojo por siempre.
Franco Vignatti, 2018.
A partir de un fragmento de Big Sur de Kerouac.
Selección para lectura en MardelFIP
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