domingo, 24 de junio de 2018

Pero yo sigo acá, y aún no sé porqué… * Nuria



Todo comienza un día de invierno, allá por mediados de agosto. Cuando le tocan timbre a todo el edificio, pidiéndonos que nos acerquemos a planta baja. Subo al ascensor, y me encuentro con la vecina soltera del piso 49. Llegamos a planta baja y estaban todos los vecinos del edificio esperando para que nos informaran qué pasaba. Entra un señor alto con vestimenta de trabajo. Al comenzar su relato nos dice es muy mala noticia para todos los que habitan en el edificio. Ahí es cuando se empieza a escuchar realmente la cantidad de personas que somos.
Está la señora mayor con su perro del piso 50, que pregunta con su tono de voz elevado ¿qué es lo que pasa? Al lado mío está la mujer viuda con su hija del piso 35, que dice que no tiene problema en que le corten el gas si era por una buena causa. Un poco más atrás se encuentra la mama de familia que vive en el 30, gritando que no podía ser verdad ¿cómo vamos a vivir sin gas? En primera fila está la que recién se había mudado al 24, apoyando a que nos cortaran el gas porque era muy costoso. Y en la última hilera, un poco a la derecha estoy yo. Me encuentra con calma la noticia, pues pienso que si hay una pérdida y no la solucionan de inmediato se podía llegar a ver graves consecuencias. Pero a la vez ya estoy planeando estrategias de cómo sustituir los artefactos porque sé que llevaría meses o quizás años.
Y sí, en pleno agosto se hacía dificultoso no contar con el gas, sobre todo para la ducha. Los primeros días se hicieron complicados, pensaba cómo hacer comidas que no sean al horno. Pero solo fue cuestión de tiempo hasta que me acostumbré.
A mediados del mes siguiente empezó el calvario de los trabajadores haciendo ruido muy temprano y polvo constantemente. Esto sólo duró un par de meses, pero no debería de haber sido así. Nunca terminaron su trabajo porque decían que había que romper la cañería de gas que conecta todo el edificio e iba a salir muy cara. Y acá estábamos todos los vecinos haciendo malabares para poder vivir. Pero eso no era de gran importancia para ellos.
Aunque parece insólito, seguimos en la misma situación y ya hemos pasado dos agostos de aquel año, pero no es de gran importancia para nadie. Ya se han ido una gran cantidad de inquilinos por este motivo. 

Pero yo sigo acá, y aún no sé porqué…



Nuria, 2018.
Desde El Club de la Serpiente.




No hay comentarios: