Cuando me invitaste a vivir con vos en tu casa ya me estaba yendo. Y me quedé. Nos fueron visitando las distancias y en la cercanía de mis estaciones un frío inalámbrico. De esos que no pueden dibujarse ni con guantes de dedos cortados.
Pasaron meses. Muchos. No sé de qué año. El huso horario se corrompía y mis días todos jet lag. Mis viajes por tu cuerpo eran escasos, tu amor una solicitada en el diario de mis confusiones. Me querías dama de compañía. Al escuchar tu deseo un abanico de ridiculez se desplegó como una piña de frente.
Vos no eras violenta y a mí la furia me tomaba por la espalda. Rasgaba en la garganta ejercicios de respiración para no ahogarte entre mis manos. Mi mente repetía como un mantra los tres motivos que provocan la ira según un gurú que me pasaron por youtube: rechazo, culpa y no recuerdo el tercero.
Y en esa oración me ibas envolviendo con papeles de tu bronca. Mis palabras vomitaban susurros desgarrados. Tu silencio, violencia exquisita de labios sellados.
Ivana Pizarro, 2018.
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